Mi primer verso por Camila Craig: Fuera de la caja

La autora nos lleva de la mano por su niñez, buscando libros en Quilca y nos permite descubrir sus insomnios, alegrías y decepciones.

Redacción PERÚ21

Fecha Actualización

23/02/2022 - 12:27

Solo un valiente se atreve a derramar sus sentimientos en papel y tiene la locura para mostrarlos al mundo. Un poema es un grito de comprensión, de entendimiento, de recorrido personal y autoconocimiento. Ser una oveja negra es requisito para ser escritora. En su obra, Rashell Díaz nos muestra que más allá del modismo y el cliché de la cultura popular, sí se requiere una vena poética para desenmascarar todas nuestras facetas.

“Una oveja negra escribiendo poesía” es el título que abre el poemario y pega con el lector a primera vista, porque ¿quién no se ha sentido “oveja negra” o “patito feo” alguna vez en su vida? ¿Qué joven bohemio limeño no le ha escrito un poema al cielo gris, mientras intenta enamorarse de su aburrimiento? La autora nos lleva de la mano por su niñez, buscando libros en Quilca y nos permite descubrir sus insomnios, alegrías y decepciones.

“Hoy es uno de esos días”, le dice a su abuelo, “ya estoy grande, tengo que cuidarme sola; / pero, abuelo, hoy solo quiero volver a tener cinco años…” y de pronto yo también quiero tomar de la mano a mi abuelo. Rashell sabe que la vida, a veces, es demasiado y nos invita a afrontarla con paciencia y el más profundo respiro. Sus versos son como el viento, que empujan pero no azotan y que nos devuelven al presente cuando todo da vueltas.

Nos reconocemos como una oveja más y descubrimos que está bien: leer poemas de amor, llorar con los finales inesperados de las películas, escribir cartas a mano, estar feliz o triste. La autora nos ayuda a agradecer a quienes guardan silencio y nos quieren en discrepancia, a perdonar a quienes alguna vez nos dejaron, a encontrar la belleza en lo cotidiano y a aceptar que nada, jamás, será perfecto.

Rashell, mientras tanto, le sigue cantando al cielo, sonriendo a las flores, inventando historias sobre sus tatuajes y retando al resto a encontrar su individualidad. No es fácil, pero es posible, como ella, que en su poema “Mea culpa” nos deja una poderosa reflexión final para poder lidiar con el paso del tiempo: “Pero primero / Antes que nada / Tuve que aprender a amarme a mí.”