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¿Se puede beber alcohol mientras tomo antibióticos? Esto dice la ciencia
Se acabó el mito. Seguro escuchaste a tu amigo decir "no puedo tomar porque estoy con pastillas", pero te has preguntado si ¿tiene razón? ¿el alcohol y los antibióticos son enemigos?
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En la mayoría de las fiestas a las que acudimos, casi siempre encontramos al amigo que se priva de tomar bebidas alcohólicas debido a que se encuentra dentro de un tratamiento con antibióticos.
Es típico escuchar el "no puedo tomar porque estoy con pastillas", en referencia al tratamiento que esta persona está siguiendo para curar algún dolor de garganta o resfriado. Sin embargo, te haz preguntado ¿Qué tan cierta es esta prohibición? ¿Será una excusa para librarse del shot de Pisco de castigo o realmente los antibióticos y el alcohol son enemigos?
Para resolver esta pregunta tenemos que remontarnos a una serie de mitos que aparecieron durante la Segunda Guerra Mundial. Sí, esa histórica guerra de hace más de 70 años y que dejó millones de muertos. Pero, específicamente a los tratamientos médicos de aquella época y la facilidad de contagio de ciertas enfermedades de trasmisión sexual.
LA PENICILINA Y LA SÍFILIS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Uno de los principales mitos por los que se atribuyen los efecto negativos del alcohol frente a los antibióticos fue presuntamente impulsado por los médicos de la Europa en plena Segunda Guerra Mundial.
Uno de los principales mitos por los que se atribuyen los efecto negativos del alcohol frente a los antibióticos fue presuntamente impulsado por los médicos de la Europa en plena Segunda Guerra Mundial.
Resulta que los médicos de la época trataban la sífilis que presentaban los soldados con penicilina, un antibiótico que había sido descubierto por Alexander Fleming hace poco más de una década antes.
Esta enfermedad representaba un problema de propagación que debía ser controlado a como de lugar. ¿Cuál es el ingrediente perfecto para que un soldado decida tener sexo a pesar de saber que podría estar contagiando de sífilis? Efectivamente, el alcohol. Por tal motivo, los médico difundieron entre sus pacientes el mito de que el alcohol y este medicamento podrían empeorar su salud.
Además, también se cuenta que los médicos intentaban aprovechar la mayor cantidad de penicilina que se tuviera al alcance, y para eso reciclaban el antibiótico de la orina de los soldados en tratamiento. Pero la orina de estos estaba tan concentrada con alcohol, que este mito también les habría servido para evitar esta situación.
DEL MITO A LA REALIDAD
A más de 70 años de la Segunda Guerra Mundial, los médicos que iniciaron este mito quizá no estaban tan alejados de la realidad. Resulta que, aunque no la mezcla de alcohol y antibióticos sí puede ser perjudicial para la salud.
A más de 70 años de la Segunda Guerra Mundial, los médicos que iniciaron este mito quizá no estaban tan alejados de la realidad. Resulta que, aunque no la mezcla de alcohol y antibióticos sí puede ser perjudicial para la salud.
Como casi todo en medicina, los daños a la salud dependen de varios factores, principalmente sobre qué tipo de antibióticos se estén tomando o la frecuencia y dosis de alcohol que se ingiere.
Algunos medicamentos antibióticos como metronidazol, tinidazol, eritromicina o linezolida provocan el efecto antabus si se mezclan con alcohol, especialmente si esta ingesta es abundante y continua. Este efecto produce dolor de cabeza, enrojecimiento de la cara, sudoración excesiva, taquicardia, náuseas, vómitos e incluso en algunos casos hipotensión arterial y síncope.
A todos estos síntomas se les debe sumar los de la resaca que se intensifican considerablemente. Puede que no mueras, pero no querrás volver a mezclar los antibióticos con cerveza nunca más en tu vida.
Pero esto no es lo único que puede pasar. La doctora en farmacia y profesora de la Universidad Isabel I de España, Marián García, refiere a Hipertextual que la dosis de alcohol y la frecuencia con la que se ingiere es muy importante.
“Las consecuencias del alcohol sobre los antibióticos y los medicamentos en general son variables y dependen de la dosis de alcohol ingerida. Por una lado, la ingesta moderada de alcohol podría favorecer la absorción de algunos fármacos (dando lugar en ocasiones a toxicidad) mientras que una ingesta excesiva disminuye su biodisponibilidad (el fármaco se absorbe menos) al provocar irritación o inflamación de la mucosa intestinal”, revela.
“Lo que va a tener un peso más determinante es si la ingesta de alcohol se realiza de manera ocasional o crónica”, agrega. Si se trata de un alcohólico crónico, el efecto sería mucho más peligroso, ya que los antibióticos tendrían menos efecto en su organismo por la mala absorción, obligando a modificar y aumentar la dosis del fármaco y generando que las bacterias se vuelvan inmunes a este.
Esta resistencia de las bacterias a los antibióticos es una de las principales alarmas de la medicina actual. Puede parecer un problema a largo plazo, pero que ha generado la muerte de un total de 33 mil personas al año, solo en Europa.
Si las bacterias no reciben la dosis adecuada de antibiótico durante el tiempo necesario, pueden aprender a defenderse contra los antibióticos generando las temidas resistencias. Por lo tanto, sigue haciendo como los soldados de la Segunda Guerra Mundial y evita el alcohol si te encuentras en tratamiento de alguna enfermedad.
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