Cada mes de octubre, Lima se viste de morado para la tradicional procesión del Señor de los Milagros, que hace su recorrido por las calles de la capital y reúne a miles de fieles y devotos. Esta es una de las principales celebraciones religiosas del Perú y una de las procesiones católicas más grandes del mundo.
La veneración a esta imagen, pintada en el lejano 1651 por el angoleño Pedro Dalcón, conocido como 'Benito', según el imaginario popular, sobrevivió al implacable terremoto de 1655, cuando un 13 de noviembre, el movimiento telúrico provocó el derrumbe de templos y casonas. Sin embargo, la pintura permaneció intacta.
Desde entonces, se realizaban ya reuniones para venerar la imagen, algo que provocó la peregrinación de muchas personas que reconocían en la pintura del Cristo Moreno, su carácter divino. Una lucha popular contras las órdenes eclesiásticas que querían evitar las reuniones en torno a la imagen provocó que se autorice su culto y que en septiembre de 1671 se celebraría la primera misa oficial en la ermita.
Sin embargo, pese al reciente fervor de los devotos, no fue hasta 1687 cuando el Señor de los Milagros salió a las calles de Lima en andas, algo similar a la tradición que ha sobrevivido por más de tres siglos. ¿La razón? Un terrible terremoto que azotó la capital, provocando muerte y destrucción. Sin embargo, la imagen del Cristo Moreno permaneció intacta nuevamente.
El origen de una tradición
Fue precisamente un 20 de octubre en horas de la madrugada cuando un violento movimiento telúrico, que según cronistas de la época duró hasta 15 minutos, arrasó Lima y el Callao, teniendo una fuerte réplica alrededor de dos horas después.
La ermita dedicada al Cristo Moreno fue derribada por el sismo, sin embargo, la pared donde estaba la imagen de Cristo crucificado quedó, nuevamente, incólume. Este nuevo 'milagro' hizo que Sebastián de Antuñano diera la orden de que la imagen sea paseada en andas, ordenando la confección de una réplica al óleo.
Una vez elaborada esta copia, el Señor de los Milagros salió en procesión por primera vez en Pachacamilla.
Durante su primer recorrido, la imagen llegó hasta la Plaza Mayor y el cabildo limeño, donde recibió fervientes muestras de devoción por parte de los fieles y los habitantes de ambos lugares.
Cuando De Antuñano percibía que su muerte estaba cerca, el cargo para que las procesiones de octubre sean organizadas recayó en una de las beatas de las Nazarenas, Antonia Lucía del Espíritu Santo, quien transformó el culto de un simple beaterio en una devoción religiosa en constante crecimiento.
La tradición de la procesión del Cristo de Pachacamilla solo se ha interrumpido en dos ocasiones por razones aciagas: La Guerra del Pacífico ante Chile y, recientemente, a causa de la pandemia de Covid-19 que devastó al mundo.
El carácter divino de la imagen del Señor de los Milagros y su imponencia ante los sismos se acrecentó en 1746, cuando la capital padeció el terremoto más destructivo de su larga historia. Cuando una réplica del Cristo Moreno salió en procesión, la tierra dejó de temblar. Esto no hizo más que acrecentar la devoción a la imagen, construyéndose así la Iglesia de las Nazarenas, que hoy es el santuario donde se le rinde culto.
Este suceso, ocurrido un 28 de octubre, es recordado con una nueva salida del Cristo Morado, pues también lo hace el 18 y 19 del mismo mes, así como el retorno de la imagen al Monasterio el 1 de noviembre.
El lienzo que mandó a confeccionar Sebastián de Antuñano es el que sale en procesión en la actualidad. Este lienzo fue restaurado en 1991 por los especialistas del Museo Pedro de Osma.
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