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PAPÁ HUAYCO

Alfredo Villar: “Chacalón, casi un Cristo moderno”

Es literato, historiador del arte, curador, DJ e investigador. Facetas que, de alguna manera, se reúnen en ‘Papá Huayco’, una novela alrededor de la vida y obra de Chacalón. Perú21 entrevistó a Alfredo Villar.

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Alfredo Villar, autor de la novela ‘Papá Huayco’. (Fotos: Martin Pauca).
Alfredo Villar, autor de la novela ‘Papá Huayco’. (Fotos: Martin Pauca).
Fecha Actualización

Alfredo subía a la 48, aquel bus amarillo de la ochentera Enatru, luego de estirar el brazo desde algún paradero de Mangomarca, en San Juan de Lurigancho.    

En plena ruta siempre se repetía esta escena: aparecía un niño o una persona mayor que interpretaba dos canciones, una de ellas “Soy provinciano”, que se había popularizado en la voz de un hombre que hacía bailar a los cerros.  

Así fue su primer encuentro con Chacalón, o Lorenzo Palacios. La chicha viajaba en los micros y sonaba en las calles de aquella ciudad.

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Más tarde se preguntaría qué tenían esas guitarras tropicales distorsionadas con fuzztone, por qué esa velocidad, de dónde salía esa voz vestida con un efecto que la reverberaba, por qué este género tan bueno era tan marginal. Esta última interrogante fue tal vez la que afinó su interés por investigar a la chicha.    

Parte de ese proceso es ahora la publicación del libro Papá Huayco (Fondo de Cultura Económica del Perú). Desde la novela Alfredo Villar monta un concierto de voces que a un ritmo frenético y callejero elevan una ópera chichera sobre la vida y obra de Chacalón y los personajes que lo conocieron.  

El libro será presentado el jueves 26 de septiembre en la librería El Virrey de Miraflores, a las 7:30 p.m. 

 

 

Alfredo, el estudiante de inglés de 10 u 11 años, decía “baja, baja” en el paradero Hiraoka y de ahí caminaba hacia su instituto en el Centro de Lima, quizás pensando en aquellas canciones que acababa de escuchar.

¿Por qué contar la historia de Chacalón?

Tengo varios años investigando el tema de la música, desde comienzos del milenio. De ahí me metí en el tema de la gráfica. Y cuando empecé a entrevistar a los artistas callejeros —pintores, los que hacen afiches— me empezaron a contar algunas anécdotas más cercanas de Chacalón. Y también quien me empezó a contar historias fue el hermano, Chacal, Alfonso Escalante. Te hablo del año 2005. Cuando se hizo la teleserie él quedó muy mal parado, no recogieron su versión y lo pintaban como el hermano envidioso. La versión que dio la familia para la teleserie fue la de un Chacalón más concentrado en su familia, cuando en realidad Chacalón era un personaje mucho más abierto a interacciones con el barrio, los amigos, gente marginal, alguien que estaba en muchos sitios a la vez, no solo un padre de familia sacrificado y exitoso, hasta casi santurrón (en el mal sentido de la palabra), como lo pinta la serie. Y cuando escribí Yawar Chicha hice varias microficciones y fue tan placentero hacerlo que dije por qué no escribir una microficción sobre el personaje del cual tengo más datos, que es Chacalón. Varios personajes de la novela (el libro) han sido testimonios directos que han sido ficcionalizados.  

¿Lo convertiste en novela por una cuestión funcional o estética?

Una cuestión estética, pero también hay una cuestión práctica: hacer una biografía hubiera traído muchos problemas con la familia, implicaba contrastar las fuentes de una manera más “objetiva”. El formato novela me dio libertad y me daba la opción de escribir lo que yo quisiera, tanto estéticamente como jugar con los datos, no estar ceñido a una investigación periodística. Me dio la opción de fantasear, de crear personajes.  

O hacer hablar a los personajes reales.

Sí o hacer hablar a personajes que ya no están presentes y que nunca han dado una entrevista a ningún medio, como la mamá o el papá (de Chacalón).  

¿José María, Chacalón Jr., y su madre te han dicho algo?

Hubo un reclamo de por qué no les habíamos consultado. Me mandaron una carta notarial, pero de ahí no pasó nada más. Es un tema delicado, porque también salen como personajes. En ese caso, he tomado entrevistas que les han hecho en otros medios, ya sea en periódicos, reportajes de televisión, y a partir de ese material he ficcionalizado. Igual lo he hecho todo con mucho respeto; y claro, al final ellos tienen miedo de que se distorsione la imagen de Chacalón, pero lo que he hecho es ennoblecerlo, lo he convertido en un héroe.

Y me da la impresión, incluso, de que hacia el final hay como un exceso de glorificación.

Es un santo pues, un santo popular.

¿Eso no te cuestionó un poco a ti mismo?

Yo siempre sigo lo que decía John Ford: entre la historia y el mito, yo escojo el mito. Prefiero que el mito crezca antes que atenerme a una verdad histórica. Fue una opción convertirlo en una especie de mesías del pueblo. Es un personaje muy querido. Creo que no hay ningún artista en el Perú tan querido como Chacalón, que despierte tantas pasiones, tanta devoción, que hasta algunos lo consideran santo, que hace milagros. Mi opción era ayudar para que el mito siga creciendo.

El pobre que llega a triunfar.

Claro, pero que triunfa ayudando a los demás.  

 

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Chacalón.

 

Hay una escena en el libro donde en pleno concierto Chacalón le dice a uno de sus asistentes que vaya a la caja de las entradas y le dé dinero a la señora que se acercó a pedirle ayuda. ¿Eso fue cierto o es parte de la novela?  

Son ciertos todos los temas de la dadivosidad de Chacalón, sobre todo en los conciertos. Chacalón era alguien bien agudo para los negocios. Incluso, en la novela planteo que él no se deja pisar el poncho, siempre está buscando mejores condiciones económicas, así sea cortando un contrato con otra persona.  

Como es el caso de José Luis Carballo.

Chacalón era una persona con habilidad económica y también alguien que sabía que el dinero que él ganaba tenía que beneficiar a los suyos o a las personas que sentía cercanas o que tenían una carencia. Cuando empieza a escribir sus letras, te das cuenta de que Chacalón tiene una conciencia social muy fuerte, más que cualquier otro personaje de su época. Hay una cosa muy consciente de Chacalón: que él ha logrado algo pero que su felicidad también tiene que reflejarse en la felicidad de los otros... Y también lo que decía la gente, que él pasaba de repente por un mercado y no era una estrella sobrada, saludaba a todo el mundo. Esa horizontalidad de Chacalón lo convierte casi en un Cristo moderno. Esa cosa de alguien que no juzgaba a nadie y que estaba siempre dispuesto a dar la mano a quien lo necesitara. De alguna forma, es un cristianismo muy andino.  

Ahora, hay un momento donde Víctor Casahuamán (compositor y productor) dice que él crea a Chacalón. ¿Es cierto?

Mira, Víctor lo dice en más de una entrevista. Tiene algo de verdad. Cuando Chacalón llega al grupo Celeste era alguien que no tenía las habilidades musicales de su hermano. Chacal es una persona melódicamente muy educada, tiene unos giros de melodía muy bonitos. En cambio, Chacalón es un vozarrón; entonces, educar a una voz tan cruda obviamente le ha debido tomar mucho tiempo a Casahuamán. El lado más sofisticado de la chicha sería Vico o Tongo.  

Chacalón tenía actitud, era atrevido.

Chacal nunca tuvo el carisma del hermano. Chacalón tenía un magnetismo en escena, era un performer arrollador, a pesar de que su voz en vivo patinaba. El carisma que tenía era algo que ningún cantante de chicha lo ha vuelto a tener.

Fue peluquero y confeccionaba su propia ropa, lo que era un atrevimiento para esa época.

Aunque recuerda que en los 80 los vestidos de los grupos chicha ya eran bien osados. Había la estética del vestir chicha bastante avezada. Claro, Chacalón era eso, pero también era esa cosa de poder plantarse ante un público achorado. Chacalón es el primero que llega a los lugares donde ningún otro cantante llega. Eso le generó un respeto y una presencia achorada y gentil. Se gana el respeto de todos, hasta de lo más lumpen de la sociedad.

 

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Alfredo Villar.

 

Otro factor que destacar es las veces que subrayas la conciencia rockera de varios de los personajes claves de la chicha y que se acercan a Chacalón. Las referencias de Víctor Casahuamán, José Luis Carballo, Juan Rebaza. Realmente sí había una relación con el rock, ¿no?

Yo creo que un buen guitarrista chicha si no domina el rock, no es un buen guitarrista chicha. Es esencial para un guitarrista chicha ser versátil y conocer el rock. Santana es esencial para muchos de estos guitarristas, por esa fusión de una base tropical con una guitarra rockera. Sí, el rock es esencial en la chicha. En realidad, la chicha sería nuestro rock and roll.  

¿La chicha de hoy tiene esa referencia rockera?      

Después de casi 50 años del género, la chicha ya es autorreferencial. Lo que pasa es que en buena parte de los grupos ya la guitarra no es el centro. Pero si escuchas las guitarras sanjuaneras hay gente que domina el rock. O en la chicha de la Carretera Central.  

¿Hoy existe la chicha o ha sido absorbida por la cumbia convencional?

Creo que la versión norteña de la cumbia es la dominante. Pero sigue habiendo chicha. Siento que los guitarristas sanjuaneros tocan chicha. La cumbia sanjuanera es chicha. Pero para mí lo más interesante y lo más chicha ahorita es el folclore, la forma en que el folclore actual ha metido los instrumentos eléctricos, la forma en que las folcloristas cantan.

¿Te refieres a los grupos con arpa?

Los grupos con arpa, los que mezclan arpa con vientos, pero tienen bajos eléctricos, baterías eléctricas, teclados en forma de guitarra. Siento que el folclore es más experimental que la cumbia, y que en realidad la chicha se ha ido ahí. Eso de mezclar todo con todo está más instalado en el folclore que en la cumbia, que se ha vuelto más estándar. En el folclore está viva la chicha ahorita. También creo que la cumbia sureña es muy chichera, hasta por la forma de vestirse, la forma de cantar.  

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Volvamos a Chacalón. Narras cuando dejó de tocar con José Luis Carballo, lo que me parece una traición. ¿Chacalón en el fondo era un comerciante?

La ética de Chacalón se resume en eso que él declara a Eloy Jáuregui en una entrevista: la chamba y el vacilón, la ética del trabajo duro y la ética de lo que gana lo reparte y se divierte.

¿Dirías que es la ética peruana también?

La ética popular mezcla esas dos morales. El peruano es de trabajar mucho y gastar mucho.  

¿Pero Chacalón traicionó a Carballo?

Yo he tomado la versión de Carballo. Claro, Chacalón dijo que sentía que Carballo estaba dominando mucho el grupo. Yo creo que tiene que ver con una transformación que hubo entre los 70 y los 80. Antes en el grupo de cumbia mandaba el director; el caso emblemático es Los Destellos: el grupo es Enrique Delgado. Cuando Chacalón comienza con La Nueva Crema en el 78 obviamente Juan Campos piensa en esa lógica: el director del grupo es el que maneja el grupo; o sea, Carballo era el que manejaba el grupo. Pero con Chacalón aparece la figura del cantante estrella, cosa que no había antes en la cumbia peruana.  

¿Dónde está el lado malo de Chacalón?

Es que Chacalón es alguien que está casi más allá del bien y del mal. Hay en Chacalón una ética que conoce la trasgresión, que no le tiene miedo a la trasgresión, porque el mundo chicha ha vivido la trasgresión de la ley, desde el mismo hecho de empapelar la ciudad, cuando está prohibido pegar carteles en lugares públicos. La chicha vive mucho de esos vacíos de un país donde la formalidad casi no existe, donde los que dicen que son formales paran trasgrediendo la ley de otra manera. Chacalón nunca tuvo la vocación de hacerle daño a alguien, creo que por eso también despierta esas pasiones en la gente que lo recuerda tanto. Es bien loca esa mezcla de alguien que puede estar en un ambiente achorado pero siempre, como es tan dueño de sí mismo, no agrede nunca, no se impone por la agresión o el miedo sino por el respeto y por el cariño. Es otra forma de ejercer el poder, sin dominar. Yo creo que de Chacalón podemos aprender mucho, tanto los políticos como nosotros en la vida diaria: esa forma de manejar el poder sin imponer, generando lazos de afecto, lazos de respeto.  

 

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Chacalón.

 

¿Hoy quién sería Chacalón?

Yo creo que no hubiera durado tanto. Al ser alguien que no pensaba en el peligro y que no pensaba en la muerte, es alguien que descuidó mucho su salud. Haber llegado a un coma diabético (a los 44 años) es porque es alguien que nunca quiso ir al doctor. Esa cosa de sentirse casi todopoderoso.  

¿Chacalón Jr. ayudó a que el mito perviva o, más bien, lo afecta negativamente?

Yo creo que es importante que La Nueva Crema haya continuado. Y obviamente tenía que seguir con alguien de la familia. Ahora, también están Chacal, Chacalín, hay una buena parte de sobrinos, primos que siguen la tradición chacalonera. Claro, Chacalón Jr. heredó a los músicos y a la productora Marcahuasi.

¿Los músicos que tiene son de la época de Chacalón?

Varios son de la última época de Chacalón. Pero creo que ninguno, incluyendo Chacal, tiene su altura mítica. No solo se trata de cantar las canciones de Chacalón sino de todo lo que él representaba. Era más que un cantante.  

¿Cómo explicar el fenómeno de los Orosco y un Deyvis que ha logrado convertir en mainstream el apellido de su padre; y más bien, Chacalón Jr. creo que ha vuelto más underground a Chacalón?  

En los 90 la chicha era marginal todavía. Recién la chicha se convierte en mainstream, en música nacional con la muerte de Néctar, después del 2008. Alan García yendo al entierro de Néctar. Ningún presidente fue al entierro de Chacalón, a pesar de que fue mucho más masivo. Y lo que ha hecho Chacalón Jr. es seguir en ese mismo circuito chacalonero.  

 

 

Me llamó la atención el capítulo “Zona Roja”. Por ratos da la sensación de que hay una romantización del terrorista como antihéroe.  

También hay que entender por qué se convirtió en antihéroe de mucha gente. En San Cosme, como en casi todos los cerros de Lima, la Comisión de la Verdad nunca llegó y nunca se recogió los testimonios de cómo se vivió el fenómeno de la violencia política en estas zonas. Casi todas esas zonas eran rojas, había una constante disputa entre Sendero Luminoso, MRTA, los grupos de la izquierda, el Apra. Esa es una historia casi invisible. Y lo que pretendí en dedicarle un capítulo a eso era tratar de entender a los militantes que eran chicheros. Cuando recojo el testimonio de Nicolás Torres, el fotógrafo de los eventos chicha, me mostraba las fotos y me decía que eran ‘patas’ que eran “compañeros”, que los mataron en tal sitio, que este ‘pata’ terminó en la cárcel; me contaba historias de personajes que no eran ideologizados, militantes de Sendero que venían de sectores lumpen-proletarios que veían en Sendero una salida desesperada. Es bien complicado ese tema. Pero sí creo que hay que entender por qué los sectores marginales, o una parte importante de ellos, convirtieron a los cerros y a las barriadas en zonas rojas. Todo Huaycán, por ejemplo. Y mucha de esa gente o ha muerto o se ha convertido en evangelista. Entonces, esa idea del militante senderista como alguien ideologizado, monolítico creo que es falsa. Es gente que en algún momento tomó esa identidad y de ahí cambió de identidad. La identidad popular cambia, es muy voluble, como la historia de Lurgio Gavilán (autor del libro Memorias de un soldado desconocido), que fue senderista, militar, sacerdote y antropólogo. Sí, la violencia política fue muy fuerte y no podía no contar esa parte de la historia.

¿No te preocupa que ese capítulo sea sacado de contexto y sea señalado como apologético?

En la novela lo que hago es que los personajes hablen. El choro habla desde la perspectiva del choro... Yo no juzgo, yo dejo que cada personaje cuente su historia. Es un recurso de ficción. Al no narrar en primera persona, cada personaje dice lo que siente y piensa. Hago hablar al choro y no significa que yo sea choro. No puedo ponerme encima de los personajes.  

Pero tú decides quién habla y qué dice.

Ni creas. La ficción es una cosa muy rara porque muchas veces el personaje te ordena. Por ejemplo, el capítulo del subte lo escribí casi de un tirón y el subte hablaba. Era el recuerdo de amigos subtes del colegio. Y el subte habló.  

Cuando lo lees, ¿el escritor no modera a los personajes?

Yo creo que no hay que moderar a los personajes. Es algo muy dañino en el arte censurar a un personaje. Y hay que evitar cualquier tipo de corrección política, hay que dejarlos hablar. El lector de a pie como siente tan reales a los personajes los escucha. La gente los asume como voces. No hay una voz que domina, todos tienen su oportunidad de decir algo y que lo digan como ellos lo tienen que decir. No les he puesto ningún límite a los personajes. 

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¿La chicha fue la gran revolución de la música peruana?

Yo creo que sí. No hay un género que más haya impactado en la sociedad peruana como la música tropical. El folclore es otro. Pero la chicha fue una invasión. La forma en que la chicha conquista la ciudad de Lima es muy parecida a la forma en que las masas provincianas conquistan la ciudad, apropiándose de los espacios, invadiendo, trasgrediendo las normas, es como si el proceso social y musical estuvieran juntos. Es un triunfo de la masa popular y la punta de lanza es la música.  

Y con una estética afilada.

Mira, yo comparo a la chicha con el hiphop. El hiphop también tuvo un correlato visual muy fuerte, que fue el grafiti. La chicha tuvo la cosa social y musical, y la cosa visual con la invasión del cartel, que transformó la visualidad de la ciudad de Lima por los colores y todo eso. Fue una revolución musical, social y visual.

 

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