Alonso Cueto: "La literatura es una manera de buscar la redención"

Alonso Cueto nunca deja de ser amable, ni cuando está con gripe. Él abre la puerta, ofrece asiento a sus invitados y va hacia la cocina a traerles agua. El malestar solo se hace evidente en su voz, con pequeños tosidos que colocan las comas a sus oraciones y lo obligan a tener las ventanas cerradas en su casa. Esas mismas ventanas que retumbaron en 1992 cuando a 13 cuadras de ahí, una bomba dejada por Sendero Luminoso explotó.

Aquella vez, el escritor, lejos de esconderse, corrió hacia ese lugar sin pensarlo. Su memoria grabó el horror de aquel atentado, pero no era la primera vez que se colocaba frente al horror. Lo conoció en Ayacucho, el epicentro de la violencia, en donde escuchó historias que nunca olvidará.

"Ángel no podía sacarle los ojos de encima, sentía un largo vértigo en todo el cuerpo. Era como si el mundo se hubiera partido en dos y él estuviera cayendo en un gran agujero". La escena describe el encuentro de Ángel, un ex militar que laboró en Ayacucho durante el terrorismo, con Eliana, su víctima. Las líneas corresponden a La viajera del viento (Planeta, 2016), la última novela del escritor, una historia que confirma la capacidad que guarda el pasado para apropiarse completamente del presente.

"Como escritor me conmueve el tema", comenta Cueto a Perú21 sobre los motivos que lo llevaron a escribir una trilogía bajo el gran título de 'Redención' y que inició con La hora azul (Anagrama, 2005), continuó con La pasajera (Seix Barral, 2015) y termina con La viajera del viento. En tres libros, el escritor narra historias de personajes que formaron parte del periodo violento que azotó al país durante el terrorismo y que llevan a la culpa como brújula en sus vidas, buscando lavar sus pecados antes de quedar enterrados bajo ellos.

"Uno nunca termina de encontrar la redención, pero la literatura es una manera de buscarla, de perseguirla", resume el escritor, quien de esta forma cierra un ciclo, con tres libros que nos llevan a cuestionarnos como sociedad, que nos obligan a preguntarnos qué hacíamos mientras la violencia se esparcía como pólvora por las tierras de esta nación.