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Anahí de Cárdenas: “No me he amilanado por las exigencias de la sociedad”
La autora del libro #Fuckcáncer vuelve a escena y lo hace con ‘¿Qué me pongo?’, obra teatral de Los Productores. Comedia que parte de una pregunta para que cinco mujeres revelen sus secretos. Perú21 entrevistó a la actriz Anahí de Cárdenas.
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Conserva los pañuelos de la abuela. Cuando ella falleció, Anahí los hizo suyos, simplemente porque le parecían “muy lindos” y porque en ellos estaba impregnado su recuerdo. Anahí enfermó de cáncer y desempolvó los pañuelos de la abuela para disimular los efectos del tratamiento, como turbantes. “Y era bien bonito, porque era como si mi abuela me estuviese sosteniendo la cabeza”, me dice.
Anahí de Cárdenas publicó recientemente #Fuckcáncer (Grijalbo), un manifiesto íntimo sobre su tránsito por la enfermedad. Y ahora es parte de ¿Qué me pongo?, obra teatral de Los Productores, que cumplen 10 años. Comedia que parte de una pregunta para que cinco mujeres revelen sus secretos; puesta en escena que parte de una prenda, un pañuelo tal vez, para ingresar a la profundidad de sus vidas. Escrita por Mariana Silva y dirigida por Norma Martínez, va de jueves a sábado, a las 8:00 p.m. y domingo, 7:00 p.m., en el teatro Pirandello, cuadra 10 de la avenida Petit Thouars. Entradas en losproductores.pe.
Prende la cámara. Anahí está en la casa de la abuela de los pañuelos, quien falleció de cáncer al cerebro. ¿Qué se puso esta mañana? Luce un vestido atigrado que combina con su pelo corto. Toma desayuno mientras da la entrevista. Relajada, decidida, frontal. Detrás y a su derecha, la acompaña una barra de pole dance que está aprendiendo a usar.
-¿Cuándo te preguntas qué me pongo?
Todos los días (ríe). En varios momentos del día. Siempre me pregunto lo mismo.
-¿Y te cuesta responder esa pregunta?
A veces sí.
-¿Eso significa que eres vanidosa?
No. No tiene que ver con la vanidad, sino con que me gusta la ropa, la moda, y me gusta poder expresarme a través de ella. Creo que la vanidad se centra en el hecho de mirarse al espejo y sentirse por encima del resto.
-¿Qué quieres comunicarnos cuando vistes?
Es que no me visto para la gente, me visto para mí. Es como me sienta cómoda en el espejo, que el reflejo que yo vea me haga sentir bien. Si dudo al verme en el espejo, digo: “De repente es mucho o muy poco” (ríe), pero no me toma mucho tiempo decidir.
-¿Te detiene el saber que si sales con muy poco, te mirarán mucho?
Durante mucho tiempo he dejado de ponerme muchas cosas que he querido porque me iban a ver ‘así o asá’. Antes no usaba shorts, porque me daba nervios que me vean las piernas y me vean la celulitis y digan: “Mírenla, tiene celulitis”. O usar un top y que digan: “Mírenla, seguro quiere enseñar la panza”. Pero al día de hoy me parece una pelotudez haber estado pensando así y me pongo lo que realmente me provoca. La vida es muy corta como para estar pensando lo que otros piensen de nosotros.
-¿Para la mujer es más difícil tomar la decisión de qué ponerse que para un hombre? Lo digo por las miradas que, eventualmente, podría tener encima.
Yo creo que sí. Hay una expectativa social con respecto a lo que las mujeres pueden o no deben ponerse.
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-¿En qué momento se le juzga más a la mujer?
En todo. Recién ahora el molde se empieza a romper y la mujer ya es considerada como un individuo. Antes, a través de los años, las mujeres competían entre ellas para conseguir un hombre porque eso era lo más importante, pero ahora como individuos lo más importante es la realización personal. Las mujeres ya no vivimos pensando en que “me tengo que casar a los 20", “tengo que tener hijos a los 25". Las reglas del juego se han modificado y ciertamente eso a algunas personas las pone nerviosas, gente que se ha quedado estancada en un pensamiento antiguo. Pero todos los días tenemos que desinstalar este piloto automático que tenemos en la cabeza, porque siempre aparece el juicio cuando te miras en el espejo. Lo bueno es que las generaciones que vienen ya tienen otros códigos.
-¿Y los hombres también se preguntan con más libertad “qué me pongo”?
Cuando era más chibola, veía que los hombres eran bastante rígidos a la hora de vestir. Y ahora se están atreviendo mucho más con respecto a la ropa, están encontrando su identidad a través de lo que se ponen, y es lindo ver esa evolución; toman decisiones más osadas, ya no les importa si sus amigos les dicen algo.
-¿Eres de conservar prendas o te liberas de ellas?
Ambas; conservo algunas cosas por cariño, pero hay otras que ya no me hacen feliz y las saco. Aplico Marie Kondo (la gurú japonesa del orden) en mi casa (ríe).
-Eso en el armario. ¿Y en la memoria qué guardas?
Más que la ropa, es la experiencia a través de ella; irnos a comprar es algo que siempre nos ha unido. Tuve una adolescencia medio fregada y andaba de mal humor.
-¿Por qué?
La edad, hormonas, me imagino (ríe). Con lo único que mi mamá lograba sacarme de ese estado era cuando me decía “vámonos a comprar”, y la cara me cambiaba en un segundo y nos íbamos por el Jockey. Una cojudez, pero era la experiencia de salir de la casa e ir a pasear. Una vez mi abuelo se quedó dormido mientras nos esperaba con todos los paquetes y le robaron todos los paquetes (ríe).
-¿Tal vez de tu madre o abuela heredaste el carácter?
Las dos tienen ese carácter, la perseverancia, somos aguerridas, fuertes. Pero de las tres, soy la que más ha luchado por sus sueños y no se ha dejado amilanar por las exigencias familiares, de la sociedad.
-¿Qué exigencias enfrentaste?
No dedicarme a algo tradicional. En mi familia no fue muy bien visto que sea artista. Querían que sea cualquier cosa menos artista. En mi casa había mucho prejuicio alrededor de la televisión. Cuando entré al teatro en 2009, se dieron cuenta de que no era una fase, sino algo que iba a ser el resto de mi vida; yo venía haciendo televisión desde 2004. Recién cuando entré al teatro, dijeron: “Mi hija es actriz”.
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-El teatro fue como un paraguas que le dio seriedad y profundidad al asunto.
Seriedad.
-¿Y efectivamente el teatro te dio la profundidad que necesitabas?
Actuar siempre ha sido un placer. Nunca lo he visto como algo serio. Cuando estudié teatro, encontré cierta mística a lo que estaba haciendo. Y con Cabaret descubrí que se podía vivir haciendo teatro, fue como un despertar.
-¿Y el cáncer te ayudó a descubrir algo?
Me enseñó una parte de mí que no conocía. Sabía que era dedicada, perseverante, fuerte, pero no a ese nivel. He aprendido a siempre buscar soluciones o encontrarles el lado agradable a las cosas. Los años de terapia fueron como la universidad y el cáncer fue como la maestría.
-¿Piensas en qué te pondrás mañana de vestir o lo resuelves el mismo día?
Pasaré ese puente cuando lo tenga que pasar (sonríe).
AUTOFICHA:
- “Soy Anahí Alejandra de Cárdenas Belmont. Tengo 38 años, nací en Lima. Terminé el colegio y entré a la universidad a Comunicaciones, luego me trasladé para estudiar Diseño Gráfico. Durante la universidad empecé a trabajar en TV”.
- “Estudié actuación en Los Ángeles, en Lima con el maestro Alberto Isola y de ahí en diferentes talleres de improvisación con Imaginario Colectivo, de actuación con el argentino Julián Lucero. Tengo recuerdos gratos de todas las producciones donde he trabajado”.
- “En la obra usamos la pregunta ‘¿qué me pongo?’ como base para hablar de diferentes cosas que nos pasan a las mujeres. Ayer lancé una canción que se llama ‘Show up’, es la versión en español de la canción que lancé el año pasado, tiene una onda bien disco, una canción para celebrar que estamos vivos”.
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