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Los dibujitos que desbaratan el poder
Tal como el universo ficcional de Mafalda, la caricatura en Latinoamérica ha sido un espacio para protestar contra las dictaduras, para reclamar por los derechos ciudadanos, para reírse de las malas autoridades; en suma, un oasis de absoluta libertad en medio de un territorio que estaba dominado por la censura.
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“¿Por dónde hay que empujar este país para llevarlo adelante?”. “Cada ministerio con su mini-histeria”. “Una cosa es un país independiente y otra un país in the pendiente”. Estas son solo algunas de las ingeniosas frases con las que Mafalda criticaba a los políticos y a la sociedad de los 60 y 70; sin embargo, son cuestiones tan actuales que parecieran haber sido escritas hoy. Y es que esa es parte de la genialidad de Joaquín Salvador Lavado, más conocido como Quino, el caricaturista argentino que falleció esta semana y cuyo trabajo trascendió las fronteras de su país y dio la vuelta al mundo entero.
Tal como el universo ficcional de Mafalda, la caricatura en Latinoamérica ha sido un espacio para protestar contra las dictaduras, para reclamar por los derechos ciudadanos, para reírse de las malas autoridades; en suma, un oasis de absoluta libertad en medio de un territorio que estaba dominado por la censura.
“En lo que respecta a la crítica social y política, definitivamente hay muchos caricaturistas en Latinoamérica que han desarrollado un discurso similar al de Quino, y esto ocurre porque finalmente se comparten los mismos paradigmas entre países de la región”, comentó la historiadora y politóloga Christabelle Roca Rey.
Para la historiadora Ana Claudia Reinoso, docente de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM), en América Latina el arte de la caricatura política tuvo un desarrollo notable. “México, Argentina y Uruguay fueron epicentros desde donde irradiaban hacia el resto del continente las corrientes del arte gráfico venidas desde Europa. Entre las publicaciones más celebradas está la famosa Caras y Caretas”, dijo.
Esta publicación se fundó en Montevideo (Uruguay) en 1890 y fue dirigida por el humorista Eustaquio Pellicer; unos años después fue trasladada a Buenos Aires (Argentina). En 1910 –relata Reinoso– llegó a trabajar a esa revista el arequipeño Julio Málaga Grenet y se convirtió en uno de los más importantes dibujantes de la ciudad platense. El arequipeño luego volvió al Perú y, junto a Leonidas Yerovi, hizo el entrañable semanario Monos y Monadas.
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Por otro lado, sobre los caricaturistas en el Perú, la investigadora Roca Rey consideró que han tenido un rol muy importante en la prensa nacional. “El espacio que los periódicos y revistas más leídos del país le han otorgado siempre a este género lo demuestra. A través de estas secciones de humor se pueden transmitir mensajes polémicos y directos que difícilmente se podrían concretar a través de artículos escritos. Los caricaturistas peruanos de los últimos años han tenido un papel importante para poner al descubierto las contradicciones y las excentricidades de los políticos”, manifestó la autora de La caída visual de Fernando Belaunde Terry y Francisco Morales Bermúdez.
EL PODER DE LA CARICATURA
Ana Claudia Reinoso apunta que el origen etimológico de la palabra ‘caricatura’ es ‘caricare’, un término italiano que significa ‘recargar’ o ‘exagerar’. “Ya en el siglo XIX el escritor francés Jules Champfleury calificaba a los caricaturistas como simbolizadores, ya que son capaces de expresar sentimientos generales de una sociedad a partir de símbolos que son reconocibles. El crítico e historiador del arte Ernest Gombrich señala que las caricaturas tienen una relación directa con el contexto cultural en el cual se desarrollan”, explicó la docente de la UARM, “esa es la misma lógica por la que ahora los memes son tan populares”.
Por otro lado, la especialista en Arte, Literatura y Pensamiento Carla Sagástegui, docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), explicó que el humor –herramienta muy usada en las caricaturas– responde a dos principios: la simpatía y la ridiculez. “La caricatura condensa en la representación gráfica del cuerpo, de la conducta y del habla elementos que ridiculizan a la persona. Por eso, cuando alguien tiene el poder, causa temor, pero al ridiculizarla, se le pierde el respeto, se rompe la distancia de poder. Esa ridiculización es lo que hace que una caricatura sea una herramienta increíblemente poderosa”, explicó Sagástegui.
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Otro aspecto interesante del humor gráfico es la capacidad para abordar temas muy serios mediante dibujos que podrían parecer infantiles. “El primer lenguaje de los niños es el simbólico; por eso es que les resulta fácil el lenguaje de la historieta o el cómic, porque le condensa el mundo al niño. Pero conforme uno va creciendo, el humor gráfico se va complejizando. Por ejemplo, el mundo de Quino es sumamente complejo, habla del existencialismo, la libertad, la muerte”, observó la investigadora.
Respecto a este punto, Roca Rey acotó que hay caricaturas que no hacen sonreír, sino que indignan o entristecen. “Podemos citar como ejemplos las caricaturas publicadas luego del atentado del 11 de setiembre o de la matanza de Charlie Hebdo. Pero el lograr transmitir un mensaje con humor hace que el público sea más receptivo a lo que el caricaturista trata de transmitir. Por eso el humor es uno de los instrumentos retóricos más utilizados en la caricatura. Si el lector baja la guardia, el dibujante puede convencer más fácilmente”, señaló.
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