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Carlos López Degregori: “La poesía está más allá del poema”
Sobre todo poeta y entregado a la docencia universitaria desde 1978, acaba de publicar su poemario número 13, ‘Variaciones Victoria’. Perú21 entrevistó al escritor Carlos López Degregori.
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El cráneo existe. Descansa en el último nivel de un estante negro que aloja libros, ubicado a la derecha de Carlos, al lado de otro mueble negro con libros. Un amigo se lo entregó hace 30 años. Él no lo pidió, simplemente lo trajo, procedente de gabinetes anatómicos. Es como un símbolo de su antigua vocación por la medicina. Su padre fue médico y quería que el hijo sea médico. Pero Carlos López Degregori es, sobre todo, poeta y, hasta diciembre del año pasado, profesor de la Universidad de Lima, desde agosto de 1978. “Llamémosle Victoria”, me dice sobre el cráneo.
Y el cráneo es el motivo de Variaciones Victoria (Máquina Purísima, 2022), el poemario número 13 que acaba de publicar. Impecable objeto de tapa negra que viene en una caja negra, como si fuera un féretro, y que además contiene una galería de imágenes sobre fondos negros. Poesía visual. Imágenes poéticas. Conjunto en prosa que tiene referencias a la pintura, a la música, a la cultura, como “Variaciones Goldberg”, composición de Johann Sebastian Bach de 32 partes, número de secciones que el libro replica.
Antes de empezar a grabar esta entrevista y apenas nos sentamos frente a frente en el escritorio de su estudio, lo primero sobre lo que hablamos es de política. El día anterior fueron las elecciones municipales y regionales en el Perú, que hasta hoy dejan el sabor de la incertidumbre. “Hemos pasado de la informalidad constructiva, que sigue, a una especie de informalidad achorada, que la ves en las extorsiones, en la política, en todas partes”, me dice y pregunta si ya estoy grabando. Le digo que sí, pero que tal vez esa declaración no venga al caso incluirla. “Puedes ponerla”, propone. Y Victoria está arriba, reposa, vigilante.
-Me dice que vivimos en una oscuridad y Variaciones Victoria nos remite a cierta oscuridad.
Ninguna persona puede sustraerse de la historia. Y entonces, la sociedad, el entorno, sin duda, está presente. Mi poesía siempre ha sido bastante oscura. Si bien este libro es principalmente una exploración de lo que es la muerte, de lo que es la memoria, de lo que es el tiempo, de todas maneras es el tiempo y el entorno que nos ha tocado vivir a todos. Y en realidad vivimos en un país sombrío, casi sin un destino, sin una luz que se vislumbre. En realidad, el mundo en el que vivimos es terrible.
-Bueno, cuando era impensable una guerra, estalla el caso Rusia-Ucrania.
En realidad, vivimos en un permanente ensayo de apocalipsis. Soy muy pesimista.
-¿La poesía es un escape o, más bien, nos lleva a las profundidades de la realidad?
La poesía puede cumplir distintos roles. No creo que de ninguna manera sea un escape. La poesía es una manera de estar en el mundo, de tratar de entender aquello que nos rodea. Por ejemplo, Variaciones Victoria, si bien algunos esbozos aparecieron hace unos cinco, seis años, cuando estaba escribiendo A mano umbría (2019, Animal de Invierno), en realidad el libro fue trabajado y lo concluí durante la pandemia.
-¿Hubo alguna motivación pandémica?
No. Pero esa atmósfera sombría, ese sentir la muerte a nuestro lado, soplándonos en el oído, aparece.
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-Variaciones Victoria viene en una caja negra, como una metáfora de un féretro.
Es una caja mortuoria, casi un sarcófago. La caja negra, los collages de alguna manera refuerzan la presencia de la muerte.
-¿Lo seduce la muerte?
No. Yo creo que el libro, al margen de tener como motivo un cráneo y la muerte, es una afirmación de la vida y tratar de entender, si es que puede entenderse, por qué estamos aquí en el mundo.
-Es una inquietud ambiciosa.
El libro tiene esa motivación en el barroco, cuando por ejemplo los monjes, los intelectuales tenían su cráneo para reflexionar, para tener conciencia de la finitud del hombre y de todas sus obras. Y mi padre era médico y los médicos tienen sus cráneos para estudiar anatomía.
-¿Usted intentó ser médico?
Sí, cuando estaba en el colegio.
-¿Y qué pasó?
¿Qué pasó? Bueno, en realidad, desde niño siempre tuve una inclinación e interés por la literatura y la lectura. En quinto de media empecé a escribir poesía por una serie de desequilibrios personales adolescentes y tenía la idea de estudiar Medicina. Me presenté a la Cayetano Heredia y afortunadamente no ingresé. Te hablo de 1970. Inmediatamente me presenté a San Marcos, ingresé y empecé a elegir cursos de literatura, poesía, cine, antropología. Siempre había querido hacer, estudiar literatura, pero de repente no tenía el valor.
-¿Cómo lo tomó su padre?
Fue un duro golpe para mi padre, un desencanto muy grande. Él habría querido que sea médico. El día de mi graduación, mi padre me regaló su lapicero, una pluma que todavía la tengo. El lapicero es una compañía, una presencia permanente.
Jala el cajón principal de su escritorio y busca la pluma. La encuentra, la muestra y sonríe.
Y tiene sus iniciales que también son las mías. Una pluma de oro que él la usaba para su trabajo. Me dijo: “Esta pluma me ha acompañado a mí. Este lapicero ha sido la prolongación de mi mano al momento de escribir y ahora te la voy a pasar a ti”.
-Casi le dio su mano.
Fue una especie de aceptación. Mi primer libro lo publiqué el año 78 y pese a que no era muy frecuente, ese libro se lo dediqué a mis padres.
-Volvamos al cráneo. ¿Le atribuye algún rol a Victoria?
Bueno, es un espacio de reflexión. Para algunos es como una especie de entidad protectora. Pero para mí es simplemente la presencia de lo que nos espera, nada más. Y la voy a sepultar ahora.
-¿Por qué?
Ya es el momento de hacerlo.
-Ya publicó su libro.
Variaciones Victoria, de alguna manera, también la despide.
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-Usted, además de poeta, ha sido profesor universitario. ¿La poesía lo orilló a la enseñanza?
No diría que cuando empecé tenía una vocación por la docencia. Pero, sin duda, la docencia ha sido una actividad creativa, productiva. He tenido dos vidas, una como profesor y otra en la escritura, fundamentalmente en la poesía.
-¿La poesía y la docencia confluyen en algún momento?
Las une el lenguaje. He enseñado los cursos de lengua y literatura. Pero creo que en mi escritura es otro el universo que me preocupa. Digamos que en mi clase un poco estaría la luz (sonríe).
-Acaba de relacionar creatividad con docencia, lo que encuentro crucial.
Hay que tratar de ser creativos para interesar a los alumnos. ¿Cuál es el rol del profesor de literatura en la universidad cuando se encuentra con alumnos no especialistas, que en muchos casos no leen, que en su casa no hay libros? Lo que tienes que hacer es seducirlos en clase, tienes que lograr que ellos descubran la literatura. Y una de las formas más perfectas que hay para hacerlo es leerles.
-Como cuando niños.
Y te escuchan. Ir leyendo y discutiendo el texto. Yo leía en clase “Cara de ángel”, el cuento de Oswaldo Reynoso. Y los 40 alumnos quedaban petrificados. Y les gusta y van enganchándose. Igual pasa con los poemas. Para eso necesitas una creatividad, un gusto, porque el alumno se da cuenta si el que le habla tiene realmente un compromiso, un gusto, una solvencia en lo que dice o si lo hace solo por cumplir. Entonces, contagias ese entusiasmo.
-Eso debería pasar en los colegios.
Y a mí me pasó en el colegio. Tuve un profesor que leía toda la literatura peruana y yo escuchaba fascinado, y pensaba: “¿Todo eso se puede hacer con el lenguaje?”. Ahí descubrí a Vallejo, por ejemplo.
-Pero más allá de un salón de clases, ¿cómo acercar la literatura, la poesía a quienes no las leen o las leen poco?
Lo primero que hay que saber es que la poesía está más allá del poema, del texto. La poesía puede estar en una película, en una pintura, en una fotografía, en un paisaje, en una realidad. La poesía es una conmoción, algo te sacude, te golpea, te sobrecoge. Si vas abriendo tu sensibilidad a la realidad, al mundo, vas a empezar a descubrir una serie de elementos poéticos.
-¿Por qué se quedó básicamente en la poesía?
Uno puede desenvolverse literariamente en un género. Y en mi caso, ha sido la poesía.
-Variaciones Victoria es poesía en prosa con componentes narrativos estupendamente confeccionados. Lo que me lleva a pensar por qué Degregori no ancló, al menos, en el cuento.
Bueno, de repente hacia allí me voy a acercar (risas). Es lo bueno del poema en prosa, que es el poema que viene de Baudelaire, porque fue el primero que introdujo el formato: un texto que siendo poesía admite otros elementos, como narrativos, reflexivos.
-¿Pero al final importa preguntarnos sobre el género?
En realidad, no importa. En este momento los límites entre los géneros ya no están del todo claros. Por ejemplo, ¿La casa de cartón es un poema, es una novela? No importa. Creo que la literatura es el espacio de la libertad, de la exploración.
-A veces pareciera que no es así, que es el espacio de los géneros celosamente delimitados.
A veces. En mi caso, cada vez más me siento cómodo en este formato. Y creo que lo que viene después, si es que sigo escribiendo, va a seguir un poco ese camino.
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-En diciembre cumple 70 años y en el libro escribe que los 70 se viven con quietud, espera e inminencia. ¿Así lo está viviendo?
No... (estira la o). Vamos a ver cómo te trata el tiempo. Los años te van encerrando, te hacen parco, lacónico, desconfías de todo. Entonces, muchas veces te sientas a esperar.
-Lo escucho (y veo) y me queda claro que seguirá escribiendo.
Mientras pueda, ¿no? Uno no sabe cuánta lucidez va a conservar. Esperemos.
-Porque hay quienes se retiran porque hasta la edad los deprime.
Sí, por ejemplo, mi padre se desesperaba cuando dejó de trabajar, más o menos, a los 70.
-¿Y usted cómo se siente lejos de la docencia?
Me siento feliz, pleno. Tengo cosas que hacer, estoy abriendo una nueva etapa en mi vida.
-¿Qué etapa?
Una de productividad, de creación. No siento las horas vacías.
AUTOFICHA:
- “Soy Carlos Alberto López Degregori. Tengo 69 años. Nací en Lima. Entré a la universidad con la idea de estudiar Medicina, pero luego en la Universidad Javeriana estudié Literatura. En San Marcos estuve del 70 al 72. Mi familia se trasladó a Colombia y me fui con ellos”.
- “Volví y empecé a enseñar en la Universidad de Lima. Me fui a hacer un posgrado en Literatura a España. Libros de poesía tengo 13. Además, con otros profesores en la universidad hemos sacado libros colectivos de ensayos, estudios. Y en muchos medios he escrito ensayos”.
- “Estoy trabajando fundamentalmente textos en prosa. Ya veremos qué sale, uno nunca sabe, porque la poesía se escribe en el camino. También tengo otro proyecto en camino, de poemas más en verso. No sé cuál salga primero, no sé si se conviertan en libros. En la poesía no hay métodos”.
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