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Columna vertebral: Monólogos del desastre

“Escrito con un lenguaje que en varios momentos resulta francamente poético, Voces de Chernóbil trasciende la mera crónica periodística…”.

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Fecha Actualización
El Premio Nobel entregado este año a la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich (Stanislav, 1948) recuerda mucho al que se le confirió al escritor Alexandr Solzhenitsyn, en 1970: un galardón que además de honrar una brillante carrera literaria, tiene un trasfondo político a favor de la libertad y en contra de los totalitarismos que, para asegurar su permanencia y hegemonía, proceden a la sistemática opresión y supresión del individuo.

Solzhenytsin trataba en sus ficciones y ensayos acerca del gulag soviético; Alexievich opta por recoger en sus libros de no ficción los testimonios de los hombres y mujeres comunes y corrientes que han visto afectadas sus vidas de manera irreparable debido a los sucesos que constituyen la historia de la URSS y su caída.

Por ejemplo, su primer libro, La guerra no tiene rostro de mujer (1985), es una reunión de monólogos de distintas mujeres que narran sus padecimientos en la Segunda Guerra Mundial, mientras que Cautivados por la muerte (1993) es una obra polifónica construida a base de las historias de quienes se suicidaron o lo intentaron al no tolerar el fin de la sociedad que la Unión Soviética había establecido.

Pero de todos sus libros, quizá el más impactante y desgarrador es Voces de Chernóbil (1997). Al igual que sus otros títulos, se trata de un trabajo periodístico compuesto de diversas voces que conforman el mosaico de una tragedia colectiva; en este caso, el accidente de la central nuclear ubicada en la actual Ucrania, en 1986.

El suceso funciona como una terrible metáfora de lo que ha significado el régimen soviético para sus víctimas más anónimas: un tenebroso espectro que ha marcado el pasado, que aparece incluso en los actos más básicos y necesarios de la existencia y que se proyecta inevitablemente hacia el futuro, sin posibilidad alguna de escapar a su estela.

Las versiones solitarias y corales de estos hombres y mujeres cuentan el origen del horror. De cómo las autoridades enviaron a la inmolación más atroz a cientos de ellos al ordenarles que apagaran los incendios de la central sin siquiera brindarles la más mínima protección. Luego, inciden sobre las consecuencias de aquel suceso, sobre todo el del nacimiento, muchos años después, de niños deformes y envenenados por el cáncer, condenándolos desde su misma concepción a la muerte y la destrucción.

Son existencias marcadas por el sufrimiento y el estigma, como la de aquella niña que vomita sangre y debe ocultar a los demás sus dolencias heredadas, y que es consciente de que no puede evadir aquel mundo infernal porque pertenece intrínsecamente a él.

No por nada Alexievich afirma que Chernóbil es un país distinto, un territorio de pueblos y ciudades abandonadas, cuyos ciudadanos –los sobrevivientes– cargan en su cuerpo y en su memoria, aunque se dediquen a huir por toda la vida.

Escrito con un lenguaje que en varios momentos resulta francamente poético, Voces de Chernóbil trasciende la mera crónica periodística y alcanza un vibrante nivel expresivo que pone en entredicho a aquellos que cuestionan la legitimidad y eficacia literaria de los caminos de la no ficción.

SOBRE EL AUTOR

  • Svetlana Alexievich, Voces de Chérnobil. Crónicas del futuro. Debolsillo, 2015. 408 pp.
  • Relación con el autor: Ninguna
  • Puntuación: 5 de 5 estrellas.