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Isabel Allende: “Debería haber mascotas en las prisiones, en los hospitales y escuelas”
La escritora chilena que nació en el Perú se acerca a los 82 años y acaba de publicar su primer cuento infantil ‘Perla, la súper perrita’. Perú21 entrevistó a Isabel Allende.
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Su madre compró una perra bulldog francesa y, cuando nació, la puso en su cuna con la idea de que si Isabel se criaba con animales, iba a tener un sistema inmunológico fuerte. “Y la verdad es que funciona, porque he vivido con perros toda mi vida y soy sana, no tengo alergias, puedo tomar agua del caño y no me pasa nada”, me dice la escritora chilena de 81 años que nació en el Perú.
Más de 25 libros después, Isabel Allende publica su primer cuento infantil: Perla, la súper perrita, con el sello Penguin Kids, de Penguin Random House. Un animal con superpoderes: hacer que todos la quieran y rugir como un león. Ilustrado por Sandy Rodríguez.
Tenía 11 o 12 años y vivía en Bolivia. Le regalaron una perrita, su primera mascota que ella adoptó. Pero después de dos años tuvieron que alejarse, porque su padrastro era diplomático y partieron a otro lugar. “Lloré por mucho tiempo y desde entonces siempre he tenido perras ordinarias, rescatadas, que han sido mis fieles compañeras”, me dice desde su casa, al norte de California.
Y agrega: “¿Mijail, quieres que te muestra a la Perla?”. Por favor. “Venga”, la llama. Sale del encuadre de la videollamada, carga a Perla y vuelve con ella en brazos. Es igual a la del libro y —me dice— también tiene superpoderes. Le da un beso y ambas miran a la cámara.
¿Qué edad tiene Perla?
Nueve. Desgraciadamente, ya está vieja.
¿Siempre vivió con usted?
El primer dueño de ella fue mi exmarido. Estábamos divorciados. Se enamoró de la perrita, la adoptó y, desgraciadamente, se murió poco tiempo después. Entonces, yo heredé a la Perla.
¿Por qué se animó a publicar recién un primer cuento infantil?
No tenía oportunidad de hacerlo porque ya no tengo niños chiquitos alrededor. Mi nieto más joven tiene 30 años. Pero tengo una vecina que tiene una nieta chiquita y esta niñita viene todos los martes y jueves a mi casa y, entonces, le leo un libro y después tomamos helados. Al ver que a ella, a Camila, le interesaba todo con animales, eso me fue inspirando para el libro.
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Un tema del libro es el bullying. ¿Le tocó vivirlo a usted?
Me acuerdo de haber sido excluida siempre, porque como nos cambiábamos de país y de colegio, yo siempre era la niña nueva de la escuela; entonces, no alcanzaba a hacer amigas y yo era muy tímida. Vivía tapándome la cara con un libro, en el recreo no jugaba con nadie, era una niña aburrida y solitaria; y por suerte, tenía un libro, podía leer. Y así empecé a leer muy temprano.
¿Qué hacer contra el bullying? ¿Rugir como Perla?
Depende. Si estás excluida yo creo que hay que hacer el esfuerzo de acercarse, porque normalmente uno es bien recibido, lo que pasa es que se tiene miedo, vergüenza. Pero si están abusando, hay que hablar.
Pero también pasa que el niño se defiende.
Esa es la idea, defenderse, porque si uno se encoge y se asusta, te victimizan y es peor.
Hoy en medio de la corrección política, a veces, no se sabe qué hacer o si es mejor no decir nada.
En el libro, el niño, sin violencia, asusta al matón y lo hace gruñendo o ladrando. Y cuando viene la mamá, el director de la escuela la confronta, porque el niño se está portando mal, y ella lo defiende: él fue agredido primero, tiene el derecho de defenderse… Mira, todo este cuento de lo políticamente correcto es tan aburrido porque resulta que no podemos hacer nada.
Nos quedamos inmóviles.
Se acabó el sentido del humor, por ejemplo. Con esto de que uno no puede ofender a nadie, está todo prohibido.
Nos hemos ido al otro extremo.
Yo entiendo que hay que corregir el lenguaje, que hay que ser respetuosos, pero de ahí a la parálisis total no pue... Si volviera a escribir La casa de los espíritus, mi primer libro, habría que mocharlo con un machete porque está lleno de situaciones y palabras políticamente incorrectas hoy día.
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¿El feminismo también se ha ido a un extremo?
El feminismo es una revolución, una tremenda e importante revolución. Y en las revoluciones no hay un plano, no hay un mapa, nada, se va improvisando y generalmente se cometen excesos y después hay que retroceder a un punto medio, pero esos excesos son necesarios para empujar la revolución hacia adelante.
Volvamos a las mascotas. Hoy nos dicen que no se humanice a las mascotas. ¿Qué opina?
Debe haber un punto medio. Hay gente muy solitaria que encuentra en las mascotas la única compañía. Le hablan, le conversan, la sienten como un espíritu amigo, y eso tiene su valor. Las mascotas son superimportantes porque te abren el corazón, fomentan la empatía, la compasión, te hacen reír; debería haber mascotas en las prisiones, en los hospitales, en las escuelas, se acabarían tantos problemas de violencia.
Se dice que con la edad nos vamos volviendo más niños, como dar la vuelta al círculo. ¿Es su caso?
No sé. Tengo 81 años y todavía no estoy demente. Siento que todavía pienso y siento como adulto. Pero entiendo lo que dices, porque uno va soltando con la edad todo lo material, te vas desprendiendo de muchas cosas; y si tienes una mascota, juegas más con ella.
Lo digo por la ingenuidad, la docilidad, la emotividad.
Uno de los problemas de la vejez es que al sentirnos dependientes, nos enojamos mucho, nos da rabia, cuesta mucho acostumbrarse a la dependencia. Mi padrastro vivió hasta los 102 años y mi mamá hasta los 98. Sé mucho de cómo son los últimos años de la vejez.
¿Usted cómo vive los 81?
Estoy muy feliz. Tengo un tercer matrimonio que está funcionando muy bien (sonríe). Tenemos unos cuatro años casados, pero ya nos conocemos como cinco años. Ya no tengo que hacerme cargo de nadie. Aprendí a decir que no: no a la gente tóxica, a las situaciones que no me interesan, como las fiestas; no al trabajo que no me gusta, a hacer las giras de libros, firmar libros, posar para fotos.
Menos mal que no dijo “no a las entrevistas de periodistas de Lima, Perú”.
(Ríe con prudentes carcajadas).
A ese paso, llegará a los 100 años, Isabel.
Espero que no. No quiero llegar a ser como mi padrastro.
Pero capaz como su madre.
Sí, pero era físicamente dependiente. Eso sí, llegó feliz. Dos días antes de que muriera me dijo: “¿Me estoy muriendo?”. Sí, mamá, ¿tienes miedo? Y me contestó: “No, estoy contenta y tengo curiosidad”.
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AUTOFICHA:
-“Soy Isabel Angélica Allende Llona. Tengo 81 años. Nací en Lima, el 2 de agosto de 1942. Terminé el colegio y tomé un curso de secretariado, y empecé a trabajar como secretaria. Mucho más tarde, empecé a escribir como periodista, en el 67 o por ahí, en una revista”.
-“Muchos años más tarde, en el exilio, en 1981, en un ejercicio de nostalgia por lo que había perdido, empecé a escribir La casa de los espíritus. Pertenezco a una generación, familia y lugar en los cuales las niñas de mi clase social se suponía que se iban a casar y ser mamás”.
-“Cuando terminé el colegio lo único que quería era poder mantenerme sola, independizarme. Tengo dos libros más de Perla listos y terminé una novela histórica que se publicará en 2025, el título provisorio es ‘Yo soy Emilia del Valle’. Escribo sin un guion, me lanzo un 8 de enero y ahí vemos qué pasa”.
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