Su madre se sentaba, rezaba el rosario y veía cómo arreglaban al Señor de Luren. Javier, con 5 años, el menor de la familia, se sentaba a su lado y se deslumbraba con aquel ritual. “Yo esperaba con felicidad, disfrutaba ver cómo armaban al Señor”, me dice como si saboreara el recuerdo de su primera procesión, la del Señor de Luren en Ica.
Su madre, vestida con el hábito morado, se sentaba en el balcón del Museo de Ciencias de la Salud del jirón Junín, a media cuadra de la Plaza de Armas, en el Centro de Lima, donde trabajaba Javier, a sus 28 años, cuando ya era arquitecto y restaurador. Y los dos miraban pasar al Señor de los Milagros.
Hoy su madre lo espera en casa, tiene 99 años.
Con Javier Luna se puede tener una entrevista permanente. Antes de empezar a grabar, ya me está dando sus impresiones sobre la ciudad, crítica que sazona con información y detalles sobre Lima. “¿Sabes lo que pasa? Tengo ojos de ver y oídos de oír”, me dice.
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¿Qué implica tener “ojos de ver y oídos de oír”?
He escuchado a mucha gente hablarme de Lima, y he aprendido la lección. Conozco lo limeño y lo reconozco, no siendo limeño.
Me dices que lo limeño es una forma de ser. ¿Cómo es lo limeño?
Cuando miras el segundo piso del Centro de Lima descubres una arquitectura que es absolutamente limeña.
El segundo piso es a veces como otra ciudad.
El primer piso ha sido tugurizado y se ha convertido en un comercio inclemente. En el segundo piso te das cuenta de lo que era la gran ciudad de Lima. Con una verticalidad, que nadie se da cuenta… Todas las ventanas de Lima tienen una proporción de tres a uno, lo que te da un aire de grandeza. Lima ha sido una gran ciudad, la han destruido los alcaldes, que son más frecuentes que los terremotos. Es una pena.
Sin embargo, siguen en pie tradiciones como la fiesta del Señor de los Milagros.
Una maravilla. Respeto la historia del Señor de los Milagros, que se remonta a Pachacámac. Me emociona cuando sale el Señor, todo el mundo va a la avenida Tacna y, cuando aparece el señor, levantan las manos. Hay una relación íntima entre el espectador y la imagen. Te digo una cosa y no temo en lo que te voy a decir: el Señor de los Milagros cada día crece más.
¿Los rituales alrededor del Señor de los Milagros qué nos dicen hoy?
Dicen una sola palabra que se llama tradición. Y esa tradición viene de España. La hispanidad que tanto se debate: “La sangre es española, pero incaico es el latido”, todas esas cosas lindas de Chocano, pero que no queremos, porque no queremos ser españoles, pues nos maltrataron, pero no queremos ser indígenas. ¿Qué somos?
¿Qué somos?
Unos españoles afincados en Lima que guardamos esas tradiciones.
¿Y lo indígena dónde queda?
Hay una cosa preciosa que son unas coplas españolas que dicen: “Palmero, sube a la palma y dile a la palmerita que se asome a la ventana, que mi amor la solicita”. Y acá nosotros decimos: “Palmero, sube a la palma, catay, catay y dile a la palmerita; chumay, chumay, que se asome a la ventana; catay, catay, que mi amor la solicita”. Quechua, pero bailamos marinera. Mestizos a boca llena, decía Garcilaso. Y yo siento esa emoción de la peruanidad cuando descubro estas cosas que me hacen saber y reconocerme absolutamente peruano. Hay que ser consciente de lo que hemos heredado.
Por estas semanas ya empiezas a preparar lo que será tu exposición anual de nacimientos.
Acaba octubre y el 1 de noviembre empiezo a mover mi casa para abrirla el 1 de diciembre, que siempre algo la hace especial para mi familia y mis amigos, que van con la ilusión de ver qué hago esta vez. Estos meses son absolutamente maravillosos no por despedir el año, sino para agradecer el año que hemos vivido. Ya no le pido nada a Dios, le agradezco todo lo que me dio: estar en familia, tener a mi madre de 99 años… Hay que guardar las tradiciones, como comerse un turrón de Doña Pepa, y que mantenga su sencillez. Pero ahora como somos expertos en gastronomía y nos hemos vuelto cada vez más sofisticados para comer, espero que nadie toque al turrón y que toquen cada vez menos nuestras preciosas tradiciones. Son inmejorables, como son inmejorables las canciones de octubre, nadie le quitará a Alicia Maguiña el privilegio de haber hecho la canción más exacta al Señor:
Entre nubes de incienso,
y al son de trompeta, clarín y tambor.
Entre sahumerio, fe y oración,
avanza lentamente el anda del Señor.
Su rostro es un milagro,
su pecho, ternura,
su voz, dulce consuelo
y sus ojos, piedad.
Una mano morena teniendo un adobe
por lienzo trazó con pincel,
de azucena, la estampa del Señor.
Octubre, al despertar
de tu sueño feliz
alfombras mi ciudad.
Desde el cerro hasta el mar
con flor de jacarandá.
Perfume de anticucho y turrón
de Doña Pepa y picarón.
Pregón de un sereno, mi amor,
ven préndele una vela al Señor.
Con un traje de luces,
se engalana la tarde
un capote, un estoque
y un coro de voces que gritan ¡olé!
¿Qué le falta? Nada. Alicia será recordada eternamente… Donde hay un peruano con fe, aparecerá el Señor de los Milagros.
Autoficha:
-“Soy Luis Javier Luna Elías. Pero si me llaman Luis Luna, no volteo. Tengo 70 años. Lo que me ha dado la edad es que ya no me callo. Vivo en mi casa, soy mayor, vivo feliz con mi mamá que tiene 99 años. En la actualidad sigo con el programa de televisión Noche de Luna por Willax”.
-“En Ica todos tienen una planta de romero para llevársela al Señor de Luren. Haces un tercio, un ramito, y lo llevas. Lo amarran a la cruz y hacen un pino verde, y sobre eso le ponen azucena si es octubre o margarita si es Semana Santa. No vas a sentir un perfume mejor”.
-“El Señor de Luren pasea por toda la ciudad de Ica y la gente lleva velas, que gotean y al día siguiente hay sol. Cuando sales al día siguiente de la procesión, el piso está encerado por las gotas de la cera, más el sol de la ciudad. En mi época esa cera duraba tres, cuatro días, las calles lucían negritas de la vela”.
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