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José de San Martín y el desembarco de la expedición libertadora
El 8 de setiembre de 1820, ancló en la bahía de Paracas, procedente de Valparaíso, Chile, la delegación que daría los pasos decisivos para la independencia del Perú.
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“Primer día de la libertad del Perú”, escribió José de San Martín en una proclama del 8 de setiembre de 1820. Mañana se conmemoran 200 años de la llegada de la expedición libertadora que ancló en Paracas procedente de Valparaíso. Profundizamos en aquel episodio en esta entrevista con José de la Puente Brunke, historiador cuya tradición familiar llega, incluso, hasta la nobleza de hace dos siglos.
-¿Cómo fue aquel 8 de setiembre de 1820?
Hay diversos testimonios de testigos muy variados con respecto a lo que fue la llegada de la expedición libertadora. Pero pienso que un tema interesante para entender el hecho mismo del 8 de setiembre es tener en cuenta todas las dificultades y complejidades que esa expedición implicó. San Martín, junto con otros, fue el gran defensor de la idea de enfrentar la autoridad virreinal española establecida en el Perú desde Chile y por el mar, y no desde el Alto Perú. En las Provincias Unidas del Río de la Plata –porque no existía aún Argentina como tal– la idea dominante había sido siempre la lucha contra el virrey a partir del enfrentamiento por el norte argentino hacia el Alto Perú, y San Martín es uno de los que con más insistencia plantea la idea de la llegada por mar desde Chile. Inclusive, le supone una serie de rupturas con los propios líderes de las Provincias Unidas al punto de que el apoyo que él recibe es del director supremo de Chile, Bernardo O’Higgins.
-¿O’Higgins nombra a la expedición o es San Martín quien lo convence?
Los dos lo tenían muy claro. O’Higgins y todos, en el fondo, veían que era requisito fundamental lograr la derrota del gran poder virreinal en América del Sur que era Lima. El tema estaba en el cómo. Entonces, como director supremo de Chile, O’Higgins es el que respalda. Otra idea que me parece importante es entender la expedición libertadora en el contexto del carácter hispanoamericano de la independencia. Finalmente, la independencia no es un fenómeno peruano, ni chileno ni argentino sino continental, y que tiene que ver también con otro tema muy vinculado con la llegada de la expedición libertadora: todo el trabajo de espionaje de informantes que tuvo San Martín antes de llegar. Quizás el más importante fue quien luego sería el primer presidente de Perú, José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, que era un personaje de la nobleza de Lima, pero que desde 10 o más años antes había estado conspirando contra el poder español. El propio Riva Agüero publica una memoria de las causas por las cuales el Perú debe independizarse, lo escribe en 1816 y lo publica en 1818, me parece que en Buenos Aires. Un texto que se le suele conocer como ‘las 28 causas’, en un contexto en que muchos peruanos estaban en la duda. No es que los peruanos estuvieron en contra o a favor de la independencia, yo creo que la gran mayoría, como en toda crisis general, estaba en una situación de perplejidad, de duda, como es el caso de un gran colaborador que tuvo San Martín, integrante de su primer gabinete, como fue Hipólito Unanue, quien fue consejero del virrey Abascal y el virrey Pezuela.
-¿Es cierto que esta expedición llegó con 11 naves de guerra y bandera chilena?
Claro. Son 11 navíos y algunas otras embarcaciones menores, y un total de poco más de 4 mil personas. Pero era un contingente relativamente pequeño frente a las fuerzas militares del virreinato. Ahora, San Martín ya tenía claros indicios de que en diversos lugares del Perú había manifestaciones de apoyo a la ruptura con España. De hecho a San Martín mucho lo han criticado por su supuesta inacción militar, que fue muy lento en sus maniobras. Yo creo que en el fondo él, de alguna manera, tenía como esperanza mayor el logro de una independencia a partir de una negociación, que es lo que ocurre en Punchauca, donde plantea que el virrey acepte la independencia a cambio de una fórmula política monárquica. Su idea era que no se podía pasar de un sistema autoritario a un sistema liberal democrático de frente, sino que se necesitaba una transición. Que no era una idea original, porque eso pasó en Brasil y México. El otro día leía un texto bien interesante que estudia la correspondencia de San Martín, ya viejo en 1848, con Ramón Castilla, que era presidente. San Martín habla de cómo tiene la esperanza de que Castilla por fin enrumbe al Perú hacia una estabilidad política, debido a que en los decenios anteriores a raíz de la independencia se había generado una gran anarquía, caudillismo, etc., que él atribuía a ‘la falta de preparación’ de la población para asumir directamente sus derechos. San Martín era un liberal, pero que por razones prácticas no ve muy claro el planteamiento liberal republicano de frente, como sí lo veían la mayoría de teóricos de la época empezando por Sánchez Carrión, un personaje al que se le recuerda poco, pero que es el tenaz defensor de la república frente a los planteamientos monárquicos de Monteagudo y de San Martín.
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-¿San Martín llega agotado al Perú?
Yo creo que llega muy ilusionado, pero también un poco vapuleado porque tuvo que enfrentar fuertes presiones y discusiones con varios de los líderes de las Provincias Unidas. En el fondo él rompe con las Provincias Unidas para luego entrar directamente a trabajar coordinadamente con el director supremo de Chile, quien incluso le da una serie de instrucciones. Hay polémica sobre si San Martín siguió o no las instrucción de O’Higgins, porque por ejemplo se nombra protector del Perú cuando la idea original había sido que él nombrara para dirigir políticamente al Perú a un peruano y que él se dedicara, más bien, a la parte militar. Uno de los temas que más se ha criticado a San Martín, además del tema monárquico, es que él estableciera el protectorado y que se autodenomine protector del Perú. Pudo haber encontrado un líder peruano, que es otro de los grandes problemas del estudio de la independencia del Perú: muchos autores dicen que el Perú no tiene un gran líder. Nuestros grandes líderes en el imaginario popular son San Martín y Bolívar. Uno podría haber sido José de la Riva Agüero, lo que pasa es que se desprestigia. O un Pumacahua, el curaca de Chinchero, el gran líder de la revolución cusqueña de 1814. Como dice Basadre, otro habría sido el relato de la historia del Perú si la rebelión de Pumacahua y los hermanos Angulo en el Cusco hubiera tenido éxito. Habría sido una independencia desde el Cusco, no desde Lima, lo cual habría implicado probablemente un país eventualmente más integrado.
-¿Cómo fue la recepción que le dieron en Paracas a la expedición libertadora?
Hubo jóvenes que fueron a ponerse a disposición de la expedición. Si no recuerdo mal, el coronel Manuel de Odriozola –de los grandes historiadores del Perú del siglo XIX– fue muy joven a ponerse a disposición de San Martín. Muchas declaraciones de independencia, como en el norte del Perú, son espontáneas y sin ningún tipo de acción bélica. Inclusive, la entrada a Lima de San Martín no respondió a ninguna estrategia militar. Los españoles por una movida estratégica se retiran de Lima. Claro, la crítica a San Martín es que él debió aprovechar esa situación para atacar a los españoles en un momento que no estaban tan fuertes, y que luego, más bien, se hicieron fuertes en la sierra del Perú. Pero San Martín no calculó que tomar Lima no era tomar el Perú. El virrey se hizo fuerte en la sierra (tras 1821) y una muy buena parte del territorio peruano siguió en manos del gobierno virreinal hasta 1824.
-¿200 años después seguimos repitiendo el mismo error de creer que Lima es el Perú?
No sé hoy, porque Lima es una cosa tan inmensa y no sé si hoy Lima sí es más el Perú que antes. Además, la Lima de hoy es más peruana, integrada, con gente de todo el Perú. En cambio, la Lima de 1821 era básicamente criolla.
-Se habla de que hubo un español, José Bernáldez, que tres años antes había enviado un informe situacional del Perú virreinal a Chile, y que dicho informe fue determinante. ¿Es cierta esa versión?
Esa versión no la conozco, pero en todo caso el más importante ‘espía’ fue José de la Riva Agüero. Sin embargo, y hablando de españoles, San Martín estuvo muy en contacto con las autoridades españolas. El año 20 se produce lo que se llama el pronunciamiento de Riego en España, que es contra el absolutismo del rey Fernando VII, donde se vuelve a instaurar el régimen liberal de la constitución de Cádiz 1812. Recordemos que Fernando VII había dado una especie de golpe; entonces, el año 20 con el pronunciamiento de este militar Riego se produce el regreso al liberalismo y en ese contexto España manda un emisario que se llama Manuel de Abreu para ver qué pasa en el Perú y antes de entrevistarse con el virrey se entrevista, en Huaura, con San Martín, quien le da un banquete. La idea de Abreu era ver la manera de plantear una salida negociada. El régimen liberal en España era más proclive a plantear una negociación y San Martín también se confía de eso. Y por eso en Punchauca plantea esa salida negociada. Mucha gente sataniza a San Martín porque planteó una monarquía.
-Sin embargo, era muy común.
Era lo común. En Europa todo era monarquía. Realmente, América Latina es precursora del establecimiento del sistema republicano. El hecho de que San Martín planteara una solución monárquica llamando a un infante de España para que gobernara el Perú no era una locura o cosa exótica, porque lo mismo hicieron los portugueses en Brasil y lo mismo se planteó en México. El sistema monárquico era entendido como algo natural, una monarquía constitucional.
-Eran, finalmente, salidas pragmáticas.
Así es y de transición. En el famoso manifiesto de Quito de Bernardo Monteagudo este considera que los peruanos no estaban preparados para el ejercicio individual de los derechos porque vienen de una sociedad corporativa, jerárquica, desigual.
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-¿San Martín era percibido por la nobleza casi como un ’demonio’?
A San Martín no le hizo ningún favor la figura de su mano derecha, que era Bernardo Monteagudo, un personaje liberal de formación pero que planteó una solución bastante conservadora con este sistema monárquico. Además, cuando ya entran a Lima, Monteagudo es el autor de una política muy dura de represión contra los españoles. Lo tratan muy mal al arzobispo de Lima, expropian patrimonio de españoles. Entonces, los españoles de Lima, y entre ellos los nobles de Lima, empiezan a ver a San Martín de manera muy negativa. Y de hecho los historiadores que más elogian a San Martín siempre dicen que esta política de represión antiespañola fue muy poco inteligente. Sin embargo, comparándolo con Bolívar, San Martín se adaptó más al estilo peruano, fue más dúctil al integrarse al Perú, frente a Bolívar que fue visto más como un personaje impositivo. También hay que entender el carácter de cada uno.
-¿Hubo mujeres en la expedición libertadora?
Yo creo que no, o capaz habría una presencia muy marginal. Pero hay mujeres que evidentemente colaboran de diverso modo con la causa independentista. Lo que sí hay son testimonios de muchas mujeres en Valparaíso con gran emoción despidiendo a hijos y esposos. Incluso, se organizaron una serie de festejos porque de alguna manera era una expedición que iba a asegurar la independencia de Chile. Cuando se celebró el centenario de la expedición, el presidente Leguía y todo su gobierno se trasladó a Pisco. No sé si el presidente Vizcarra lo hará. Pero bueno, en los discursos políticos de esa ceremonia en Pisco todos fueron elogios a Argentina, prácticamente no se menciona a Chile, porque en 1920 el Perú estaba en lo más álgido del conflicto diplomático con Chile por el tema de las provincias cautivas de Tacna y Arica. En 1920 nadie en el Perú valoró ni puso en relieve lo que era cierto: el apoyo fundamental que tuvo San Martín fue del gobierno chileno. Y no hay por qué discutirlo porque es prueba del carácter hispanoamericano de la independencia. Existe la teoría de la independencia concebida que dice que el Perú no quería la independencia y que, más bien, fue impuesta por San Martín y Bolívar. A diferencia de otros lugares de Sudamérica, en Lima y el Perú estaba el contingente militar más importante de España.
-Lo que tiene un sentido geopolítico: todos los países vecinos necesitaban que el Perú sea liberado de España.
Pero eso no quiere decir que los peruanos no quieran la independencia ni tampoco que todos la quieran. El grueso de los ejércitos del rey en el Perú estaban conformados por peruanos. Más nacidos en el Perú había en el ejército español que en el ejército patriota en Ayacucho, donde habían colombianos, chilenos, etc. Hay que luchar contra las visiones maniqueas de que la independencia fue una guerra del Perú contra España. Como dice Basadre, fue una guerra entre peruanos, una guerra civil, esa es la verdad. Había muchos peruanos que apoyaron a las fuerzas virreinales y mucho apoyo peruano a la independencia. Y mucha gente estuvo entre dos aguas hasta el final, como en toda crisis política.
-Esta omisión de la presencia chilena en los discursos del centenario parece, a veces, que se trasladaron y perpetuaron hasta la enseñanza escolar.
Claro. Lo que no recuerdo es la composición en cuanto al origen de los 4 mil y pico que llegaron en la expedición. Y ya luego viene todo el movimiento al norte chico y, finalmente, San Martín establece, de alguna manera, su sede en Huaura.
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-¿Entre setiembre de 1820 y julio de 1821 el camino fue el previsto por la expedición?
Hubo varios eventos que, de algún modo, señalaban que San Martín iba por el buen camino. Por ejemplo, el motín de los militares españoles que hace que La Serna se convierta en virrey y se derroque a Pezuela, que revelaba grietas en los españoles. El hecho de la llegada de la misión de Abreu, la propia disposición del virrey La Serna de conversar con San Martín. Todo eso le generó más ilusiones de las reales. Una de las razones de irse del Perú en el año 22 fue, justamente, esa decepción que San Martín tuvo.
-¿Ese pasado se parece en algo a nuestro presente?
Uy, es una tremenda pregunta. ¡Claro! Hay muchas analogías que se podrían hacer. Cuando hablamos de que tener Lima no era tener el Perú, o el gran problema que para la historia del Perú supone lo agreste de nuestra geografía, que en muchos casos ha ido a favor de la causa peruana.
-Tener una ascendencia vinculada a la nobleza, ¿qué sensación le genera?
(Ríe). Le cuento que un tío tatarabuelo mío, Manuel de la Puente, fue edecán de Bolívar cuando estuvo en Perú, y fue uno de los firmantes del acta de la independencia. Un edecán de la nobleza de Lima. Evidentemente, la nobleza estuvo dividida. Fue una sociedad dividida en todos sus estratos. No hay que entender que el patriota era el bueno y el realista era el malo. Hay muchas historias personales que debemos exhumar.
OPINIONES
Mónica García / Ministro / Embajada de la República Argentina
‘El orgullo de ser parte de la historia’
Recorriendo ya el camino de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia del Perú, el hecho que conmemoramos este 8 de septiembre el desembarco de la Expedición Libertadora en Paracas posee especial significación para los argentinos.
La declaración de la independencia del Perú fue la culminación de un largo proceso revolucionario cuyo punto de partida estuvo en las riberas del Río de la Plata, y continuó con la formación del Ejército de los Andes y la Expedición Libertadora en la provincia de Mendoza, la hazaña del cruce de los Andes, la liberación de Chile, antes de avanzar hacia Perú.
El Ejército Libertador estaba compuesto por argentinos, peruanos, chilenos, paraguayos, uruguayos, bolivianos y de otras nacionalidades, reconociendo que su lazo integrador era la patria americana, esa tierra que era de todos: pueblos originarios, mestizos y criollos nacidos en esta parte del mundo con profundos cimientos de culturas ancestrales que iluminaron el camino.
La gesta sanmartiniana no hubiese sido posible sin la respuesta de las poblaciones que asumieron de un modo intuitivo, pero con convicción, la idea de la independencia política y de la revolución de las ideas.
Estas reflexiones son importantes en los actuales tiempos de zozobra. Debemos mirar hacia los sucesos históricos fundacionales de nuestros países para descubrir en ellos los valores que guiaron aquellas decisiones trascendentales. Sintámonos orgullosos de ser partícipes del recuerdo de este suceso que dejó huella en la historia peruana y sudamericana.
Andrés Barbé González / Embajador de Chile en Perú
‘Un ejemplo para actuar unidos’
El desembarco de la expedición libertadora en Paracas, el 8 de septiembre de 1820, es un momento decisivo no solo en la historia del Perú sino de todo nuestro continente. No es difícil imaginar que los soldados y oficiales de origen criollo, argentinos, chilenos, peruanos tenían clara noción que eran protagonistas de un momento épico, pero pesaba en ellos la incertidumbre del desenlace, y por lo mismo desconocían el impacto que podría tener la hazaña que recién comenzaba. Se enfrentaban al ejército Realista, fuerza extraordinaria que había logrado subyugar todo un continente. Pero desde el inicio, el Ejército Libertador contó con el apoyo popular, manifiesto en su ingreso a la ciudad de Pisco, el mismo día del desembarco, en horas de la tarde. Posteriormente, los hechos de armas conducen la historia hasta la batalla de Ayacucho, momento cumbre de la independencia del Perú, el 9 de diciembre de 1824. En definitiva, esta operación constituyó el paso decisivo para plasmar una visión que se gestó por largos años, que unió las voluntades de los libertadores José de San Martín y Bernardo O’Higgins, quienes en conjunto reunieron y organizaron una fuerza de héroes anónimos que estuvieron dispuestos a cruzar cordilleras y mares hasta asegurar la independencia regional. Si bien este hito ocurrió hace 200 años, debería siempre servirnos de ejemplo, al demostrar que cuando actuamos unidos y coordinadamente, somos capaces de enfrentar cualquier desafío y adversidad que nos depare el destino.
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