En más de 600 páginas están sus obsesiones. La democracia, la libertad, escribir (y pensar) para revelar las dictaduras, el desarraigo, las migraciones, sus lecturas. Pero el gatillazo para pergeñar aquella historia fue la crisis económica europea de 2008 y a partir del auge de los partidos neopopulistas de derechas e izquierdas.
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En aquellas 600 páginas también está la poeta Anna Ajmátova. Un encuentro inevitable teniendo en cuenta su debilidad por los escritores rusos de finales del siglo XIX y principios del XX. Sus poemas la sacudieron, pero el remezón fue mayor cuando se acercó a su vida y halló cómo Stalin la persiguió y la cercó deteniendo, martirizando, atacando y mandando al gulag a todas las personas a las que ella quería: marido, amigos, amantes, hijo.
Así, el poema “Réquiem” abre, situado en Leningrado de 1938, El niño que perdió la guerra (Plaza Janés), su reciente novela de más de 600 páginas. De familia materna que sufrió desde el bando perdedor de la Guerra Civil española, Julia Navarro confecciona los personajes de este libro como víctimas del franquismo y el estalinismo.
Antes de sentarse a escribir piensa las novelas. Hasta que no las tiene trazadas mentalmente, no escribe. “La literatura es un espacio para pensar”, me dice desde algún lugar de España.
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‘El niño que perdió la guerra’ llega en un nuevo tiempo de guerras. ¿Qué decir?
Las guerras forman parte de la historia de la humanidad. No ha habido ni un solo momento en la historia en el que no haya habido un conflicto en alguna parte. Quizás en estos momentos hay focos de violencia que ocupan todos los titulares de los medios de comunicación. Pero desgraciadamente las guerras siempre han formado parte de la historia de la humanidad. Y efectivamente, los niños siempre pierden las guerras de sus padres. He querido hacer una reflexión sobre lo frágil que es siempre la democracia, cómo hay que cuidar la democracia, cómo hay que mimar la democracia, porque es muy fácil que a su alrededor o en su seno empiecen a haber pulsiones populistas, pulsiones totalitarias; y, por tanto, lo que intento es interpelar al lector y que el lector se interpele a sí mismo sobre los peligros que en estos momentos amenazan a la sociedad en general con los nuevos neopopulismos. Ahora llamamos a las pulsiones totalitarias de derechas o de izquierdas neopopulismos. Pero al final, les llamemos como les llamemos, el resultado siempre es el mismo, que es cercenar la libertad de los ciudadanos o recortar esa libertad a veces con apariencia de democracia. No basta ir a votar para que un país sea democrático. Cuidar la democracia es algo en lo que debemos estar pendientes todos aquellos que creemos en ella y en la libertad. La democracia y la libertad no debemos darlas por hecho.
Los detractores de la democracia aseguran que esta no ha funcionado, por eso existen los Putin y los Trump. ¿Qué decir?
Yo creo que la democracia sí funciona y tiene las posibilidades de corregir lo que en su seno no funciona. Creo también que ustedes quizás en América Latina no han sufrido tanto como sufrió EE.UU. y Europa la crisis económica de 2008. Por una vez a América Latina no le tocó tan de cerca ese tsunami de la crisis. Esa crisis económica pareció dejar sin respuesta a los partidos tradicionales, la gente perdió sus trabajos de la noche a la mañana, miles de familias en Europa se encontraron que no podían pagar las hipotecas de sus casas y las perdían, la gente perdía sus puestos de trabajo. Esa Europa del bienestar hacía agua. Las consecuencias se han traducido en la aparición de partidos neopopulistas de derechas y de izquierdas, que no tienen solución para los problemas, porque nunca las tienen. Pero hay gente que en su desesperación piensa que a lo mejor por ahí puede haber una solución. Pero tanto el neopopulismo de derechas como el de izquierdas pueden significar un peligro para la democracia. Da lo mismo de qué color se pinten, todas las dictaduras son iguales. Uno de los primeros enemigos que tiene cualquier dictadura es la cultura. Los dictadores temen, sobre todo, la palabra, el arte, todas aquellas expresiones artísticas que ellos no alcanzan a entender; entonces, el primer enemigo a abatir de una dictadura es la cultura; los dictadores siempre temen a todo aquel que es capaz de crear.
¿Trump y Putin son peligrosos?
Putin ha invadido Ucrania. Y Trump es un personaje con una biografía nada saludable para un sistema democrático. Tienen todas las características de los autócratas. ¿Cómo será el mundo si Trump gana las elecciones? Es algo que todos nos preguntamos y muchos con preocupación.
Sin embargo, son reflejo de los ciudadanos.
Los políticos no son marcianos. Los políticos son un reflejo de la sociedad. Pero la sociedad siempre es plural y a veces son un reflejo no de lo mejor de la sociedad.
Y eso que la izquierda ha estado más ligada a una ética social y a la cultura.
La izquierda ha tenido una mirada benevolente hacia lo que significó la revolución soviética. Es el debate entre Sartre y Camus. Camus dice “yo he sido comunista, pero no puedo callarme ante lo que está pasando en la Unión Soviética donde se detiene a la gente, donde no hay libertad, donde se mata, donde a los opositores políticos se les manda al gulag”; y la respuesta de Sarte es: “Sí, sí, todo eso sucede, pero si lo denunciamos estamos favoreciendo a las fuerzas de derecha”. La postura de Camus es ética, la postura de Sartre es cínica y pragmática. Bueno, yo estoy en la postura de Camus.
Autoficha:
-“Soy Julia Navarro Fernández. Nací en 1953, Madrid, España. Siempre quise ser bailarina de ballet; estudié ballet hasta los 18 años. Pero en casa no me dejaban ser bailarina; todo, menos bailarina; entonces, decidí ser física, pero siempre me iba mal en las asignaturas de ciencias”.
-“Mi profesora de literatura me dijo: “A ti lo que se te da bien es escribir”. Llegué al periodismo un poco de rebote, pero mi escuela en el periodismo han sido las redacciones. Pero sigo leyendo sobre física, me apasiona la física cuántica, me compro libros que no entiendo (ríe)”.
-“Escribo un nuevo libro, siempre estoy escribiendo, porque escribir es un trabajo. Eso de que ‘uy, estoy inspirado’, no, no; escribir es un trabajo. Me exige sentarme todos los días delante del ordenador. Esté o no inspirada, la cuestión es sentarse a escribir. Pero no te voy a decir de qué escribo ahora”.
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