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Liliana Alvarado: “Muchas brechas de género están en los sesgos de cada uno”
Liliana Alvarado: “Muchas brechas de género están en los sesgos de cada uno”
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Un posgrado cambió su vida y hoy, desde su puesto como la única directora de una escuela de posgrado en el Perú, Liliana Alvarado trabaja para colocar su granito de arena para construir un país con un acceso más democratizado a la educación y con menos brechas de género. La titular de la Escuela de Posgrado de la UTP es un vivo ejemplo de que uno nunca termina de aprender y que no hay tiempo ni edad para hacer una maestría.
Liliana, quien es ingeniera civil de la UNI, tomó la decisión de estudiar un posgrado en Administración de Empresas y descubrió en el Marketing todo un mundo distinto más allá de los números de la ingeniería. Su pasión por entender al consumidor hizo que su vida diera un giro de 180 grados. Esa misma pasión la trasladó a sus alumnos cuando empezó a trabajar como educadora.
-Desde su paso por la facultad de Ingeniería hasta llegar a su labor en la educación superior, ¿considera que persisten las brechas de género?
Estudié en la UNI, donde en mi carrera éramos 3 mujeres y 150 hombres. Luego cuando hice mi posgrado en Administración éramos 10 mujeres y 100 hombres. Siempre he estado rodeada de un entorno más masculino. Para mí, hombres y mujeres siempre hemos sido iguales y nunca sentí diferencias. Justo por ello considero que las brechas son más que nada mentales y muchas están en los paradigmas y sesgos de cada uno. Sin embargo, esto no impidió que viviera situaciones de discriminación de género y desigualdad.
-¿Qué tipo de situaciones fueron las que te tocaron vivir?
He pasado por muchas. Estando en el octavo ciclo de mi carrera ingresé a practicar a una de las mejores empresas estructurales y me pusieron como asistente de un estudiante que estaba recién en el quinto ciclo de universidad. Ese fue mi primer choque con el mundo real. Luego cuando terminé mi posgrado me presenté a una compañía y pasé por un proceso de selección largo. Me tocaba una entrevista con el gerente de Marketing y antes de empezar me dijo que no me contrataría. Me explicó que solo contrataban hombres y que solo quería conocer quién era la mujer que había llegado hasta esa instancia. Lo miré y le dije que felizmente me lo dijo a tiempo porque no me hubiera gustado trabajar en una empresa como esa. Luego entré a trabajar a otra empresa y me casé durante ese año. Tras regresar de mi luna de miel mi jefe me dijo que estaban discutiendo los aumentos y que habían decidido aumentarme menos que a un compañero con las mismas funciones que también se había casado. Según él, al casarme mi esposo asumiría la mayoría de gastos de mi hogar y que mi compañero necesitaba más el aumento. Yo les dije que no me parecía justo ni racional, pues ambos hacíamos el mismo trabajo. Me respondió que debía entender que, supuestamente, en la sociedad el hombre es el que mantiene el hogar. No discutí y le dije que a partir de ese mismo día me ponía a buscar otro trabajo.
-¿Estos episodios hicieron que te decepcionaras del mundo laboral?
No, porque luego tuve otras experiencias que me demostraron que no todas las empresas o jefes son iguales. Conseguí un trabajo como ejecutiva de Marketing en una empresa de consumo masivo. A las dos semanas que entré a trabajar salí embarazada y presenté mi carta de renuncia. Le dije a la gerenta que no me parecía justo para ellos. Ella se sorprendió y me dijo que el embarazo no es un impedimento para trabajar. Me pareció increíble su respuesta, eran enormes las diferencias con la empresa anterior.
-Habla de brechas mentales, ¿dónde cree que se originan?
Estas brechas mentales vienen de la educación de casa. Las improntas o estos recuerdos profundos que determinan nuestros comportamientos se forman básicamente desde que uno nace hasta los 8 años. Justo esos recuerdos más profundos son los que guían tu vida sin que necesariamente uno se dé cuenta de ello. Hoy la mayoría de millennials no perciben mucho estas desigualdades de género. En su momento, muchos de mis colegas pares de la época podían regirse bajo esta idea errónea, pero el problema está cuando nos dejamos influenciar por estas ideas.
-¿Cuáles son los estereotipos más comunes con los que tienen que lidiar las mujeres?
Uno de los estereotipos más normalizados es que las mujeres no pueden con los números y que son mejores en el servicio de atención al cliente. Si bien es cierto, las mujeres suelen ser más empáticas, eso no hace necesariamente que por eso demos un mejor servicio al cliente. Ese es un sesgo cognitivo que debemos desechar. El segundo estereotipo que se debe combatir es que las mujeres no pueden quedarse fuera de los tiempos asignados de trabajo porque es mamá o ama de casa. Eso no es cierto. El hombre y la mujer no deben competir sino complementarse. Es importante que un equipo de trabajo esté enriquecido con distintas formas de pensar.
-Antes se creía que para hacer un posgrado se necesitaba de mucha experiencia como profesional. Eso hoy ha ido cambiando.
Estudié Ingeniería Civil en la UNI porque era buena para las matemáticas. Cuando estaba en el último ciclo, una de mis compañeras me contó que su enamorado había ingresado a una escuela de posgrado para ser gerente. Ella fue la que me dijo que nuestra universidad brindaba una posibilidad de ingresar a esa escuela de posgrado sin experiencia. Mi mamá se negó y me dijo que primero debía sacar mi título. No fue fácil, pero ingresé y era una de las más jóvenes. La experiencia la transmitieron mis compañeros, pero yo tenía esa fuerza necesaria para adquirir los conocimientos mucho más rápidos. Cada generación tiene diferentes perspectivas. Era un balance perfecto y me hizo entender que no hay tiempo ni edad para hacer un posgrado. Hacer el posgrado cambió por completo mi vida. A través de uno de los cursos que llevé encontré mi verdadera pasión que es el Marketing y que hoy desarrollo desde la educación. Hasta que no encuentres tu pasión, no disfrutarás lo que haces. Yo tuve la dicha de hacerlo.
AUTOFICHA
- “Mi nombre es Liliana Alvarado de Marsano. Estoy casada hace más de 40 años con mi esposo Cucho y tengo tres hijos: Renzo que es arquitecto y mis hijas Sandra y Melissa, que son marketeras. También tengo cuatro nietos. Me encanta pasar tiempo en familia. Amo el mar y la naturaleza”.
- “Soy ingeniera civil de la UNI. Tengo un MBA y un doctorado en Administración de Empresas, con especialidad en Marketing. Actualmente soy directora de la Escuela de Posgrado de la UTP. Me encanta retarme constantemente. Siento que soy una millennial atrapada en el cuerpo de una baby boomer. Me gusta la tecnología.
- “Me gusta mucho el chifa, los chocolates y la música criolla, especialmente Eva Ayllón. También disfruto de la música romántica. Cuando estoy en mi carro canto a todo pulmón, pero lo hago muy mal (risas)”.
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