Ester Ventura recuerda como si fuese ayer la mirada que le lanzó un desconocido aquella tarde hace muchos años en las alturas de Cusco. El lugareño no dejaba de observarla. La veía con cierta sospecha, como intentando responderse algo. Pasado un buen rato, el sujeto se le acercó. Lo que ocurriría quedaría grabado en su memoria.
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—¿De dónde has sacado el chumpi que llevas por cinturón? —le preguntó el hombre a la joven argentina.
Completamente extrañada por la interrogante, Ester trató de recordar.
—Me lo regaló una persona de Pisaq —respondió.
—Eso es mentira —le dijo él.
Varias décadas después de aquel suceso, Ester se emociona al contar este episodio. “Fue mi momento de revelación”, apunta mientras agranda sus ojos aún más. Lo cuenta así. “El hombre me explicó que el chumpi que yo traía había sido tejido para un hecho puntual. Que se trataba de un chumpi de matrimonio y nadie se desprende de un chumpi así, a menos que te hayan sido infiel. Ahí sí lo botan por rabia”. Ester tenía un chumpi con iconografías que comunicaban algo y que había pasado inadvertido para ella. Desde entonces, los telares y mantos cusqueños dejaron de ser para ella objetos decorativos.
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Faltan pocos días para la inauguración de Manos sabias, la exposición preparada por Ester. En los salones del segundo piso del Centro Cultural Inca Garcilaso, se respira premura. Ester va de un lado a otro en los cuatro ambientes de la muestra. Da indicaciones, observa las piezas, hace cambios, imagina, corrige, se convence. Lo que nos ha traído hoy no son las bellezas de sus joyas de autor. Ester ha preparado otro tesoro: textiles de su colección privada, piezas de origen quechua y aymara elaboradas por tejedores de los Andes del sur del Perú entre los años 20 y 70 del siglo pasado.
Nacida en Argentina y de familia importadora de textiles europeos, Ester hizo su ingreso al Perú hace medio siglo justamente por el sur. La atracción por nuestra cultura se inició por su encuentro con los telares andinos. Por ejemplo, quedó maravillada por los mantones bordados usados por las puneñas que viven al lado del lago, de sus flecos moviéndose con una gracia infinita. Comenzó así a conocer el Perú y a sus textiles.
Pero fue en aquella tarde en Pisaq que recién los comenzaría a entender.
“Estos textiles han sido hechos de una manera primorosa en telares de distintos tipos, usando materiales como lana de alpaca, vicuña, oveja, llamas. Han sido teñidos amorosamente con sustancias provenientes de la naturaleza. Los tejedores han atravesado una búsqueda para encontrar el color que exprese, por ejemplo, una época del año, una festividad, una actividad familiar”, señala Ester, apuntando a los textiles que ya han sido instalados.
De pronto, se pone de pie. Lo que viene es lo fundamental.
“Entonces cada dibujito, que a nosotros los occidentales nos puede parecer un dibujito, en realidad te cuenta una historia. No hay nada al azar”.
La artista podría pasarse todo el día explicando la historia que representa cada telar. “Esto es un matrimonio visto desde arriba, como si lo vieran los apus. Por aquí tenemos unos patos, la prosperidad, por aquí la fertilidad...”. Describe cada manto, lo descifra como si de un poema se tratara.
Los mantos andinos de Ester, como ella misma, nos tienen mucho que contar.
DATO
Manos sabias se puede visitar desde este jueves 15 en el C.C. Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores (jirón Ucayali 391). Libre.
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