Luis Llosa Urquidi nos abre las puertas de su casa en el malecón, un dúplex amplio que tiene una vista envidiable al mar barranquino. Lo hace con una sonrisa y con su cabello delicadamente recogido hacia atrás. Viste una casaca beige y jean. Por debajo, una chompa azul. Nos dirige a la terraza. “Aquí hay buena luz”, apunta mientras cuenta que por unos años tuvo de vecino a Julio Ramón Ribeyro.
Don Lucho presentará el próximo lunes 29 en la FIL Secretos de un latino en Hollywood (Plaza Janés), una autobiografía donde repasa sus años como cineasta. El libro es una especie de detrás de cámaras de cincuenta años de carrera como director de cine y TV. Repasa anécdotas con artistas de la talla de Sylvester Stallone o Sharon Stone. Ni más ni menos.
“Este es el mejor lado para grabar”, dirige mientras acomoda una clásica silla de director que se trajo de las grabaciones de El especialista. Atrás, Tom Berenger aparece en un afiche gigante de Sniper.
Don Lucho mira a su alrededor, se vuelve a fijar en el brillo del sol, nos pregunta si el audio está claro y hace un encuadre mental. Parece darnos el visto bueno. Quiero pensar que ha dicho “Acción”.
Iniciamos.
-Secretos de un latino en Hollywood, ¿de dónde nace ese título?
Viene de una conversación con la editorial. En la medida que se revelan los detrás de cámara vemos que hay algunas cosas que podemos llamarlos secretos. Los directores que hemos podido alternar con elencos y equipos tenemos algunos de ellos.
-La idea se gesta en pandemia.
Yo fui en marzo del 2020 a República Dominicana para finiquitar un acuerdo sobre hacer una película. Llegó la pandemia y yo estaba en el aeropuerto. Me quedé solo, en una playa, un balneario. Era la soledad total. Por un lado, me daba la tranquilidad de estar aislado, pero por lado estaba solo. Tenía mucho tiempo libre. Mis hijos siempre me habían estado insistiendo con la idea de contar mis experiencias como crónicas, algo autobiográfico. Entonces escribí el inicio de estas memorias.
-No son cualquier tipo de historias, son secretos de Hollywood.
Sí y esas historias eran parte de las conversaciones familiares. Entonces ellos insistían en que cuente esas anécdotas, esos detrás de cámaras. Eso que interesa normalmente es un género en sí mismo. Entonces Secretos de un latino en Hollywood responde a esa insistencia de mis hijos. Además, son experiencia no solo del cine, son de diversas manifestaciones del espectáculo, televisión, cine, mega eventos. Un abanico amplio.
-Hay historias tiernas, como la del "Efecto Lumière".
De niño yo pasaba mucho tiempo con mis abuelos, Pedro y Carmen, en su casa en Porta. Y mi abuelo me había enseñado que si pasas muchos dibujos rápidamente se creaba el efecto de movimiento. Entonces, había una niña que me atraía mucho en el nido. Se me ocurrió que como no sabía dibujar quizás si pasaba figuritas crearía el mismo efecto. Era una manera un poco torpe de expresarle mis sentimientos. Le dije “mañana me tienes que traer por lo menos 10 de estas figuras o más”. Yo quería mostrarle el efecto, pero finalmente esto sí tuvo un efecto, pero negativo. En su casa solo encontró una o dos figuritas y al día siguiente pretextó un dolor de estómago para no ir al colegio. Eso me trajo consecuencias a mí. Me llamaron la atención en la dirección. Fue una de las primeras ocasiones que tuve que enfrentar al mundo solo.
-¿Escribir también es enfrentarse a sí mismo?
Al comienzo me resistía, pensaba que esas biografías resultan póstumas o que el escritor las escribe en el ocaso de su vida. Pero creo que todos tenemos una historia que contar. Aquí debo mencionar que el libro ha sido escrito en colaboración con Pablo Vázquez, que es como el libretista de cabecera de Iguana. Ayudó buscando información para contextualizar, comprobar datos, añadir elementos que enriquecieran el aspecto netamente autobiográfico. Fue interesante hacer una introspección, pero como yo digo en el prólogo, la estrella del libro no soy yo, es el mundo del espectáculo del cual he sido un testigo privilegiado.
-¿Hubo alguna historia que dudó en contar?
Siempre tienes que evaluar si lo que vas a contar puede ser muy importante para ti, pero puede no tener interés para el público. Por otro lado, hubo cosas que de alguna manera pudieran invadir la privacidad de terceras personas.
-O la suya propia. Cuenta usted en el libro sobre el dolor que le causó la muerte de su hermana.
Sí, indudablemente fue un hecho muy doloroso que marcó mi vida y la de mis padres. Imagínate haber perdido a una hermana. Yo tenía 11 años. Recuerdo que fuimos a despedirla al aeropuerto de Las Palmas porque se iba a estudiar a Francia, a vivir a la casa de mi tía Julia y la de Mario Vargas Llosa. Al regresar, luego de dos años, ocurrió el accidente fatídico. El libro fue una manera de hacer una catarsis al respecto, pero también tiene que ver lo que yo he imaginado, las imágenes que a mí me han perseguido sobre cómo pudo haber sido ese accidente. Cuando uno se dedica al cine todo se convierte en un potencial material de guion, son imágenes que a uno lo persiguen.
-¿Ve todo siempre con ojos de director?
Sí, es inevitable que las experiencias cotidianas de alguna manera tengan un filtro, una especie de óptica cinematográfica. Es la manera como tú absorbes tus experiencias y automáticamente las conviertes en material cinematográfico.
-Don Lucho, ¿cuándo usted se reconoce como director de cine?
Traté Literatura en un momento, pues había una influencia en la familia grande, Mario Vargas Llosa era como mi hermano y tenía una influencia muy fuerte. Pero poco a poco fui derivando hacia el cine. Siempre veían televisión con mi padre, era un ritual, quizás eso me fue inclinando a ese mundo. Primero empecé con las críticas cinematográficas, donde más que ser un crítico lo que decía era como yo hubiera hecho la película. Suena un poco arrogante, pero fue una gran oportunidad. Cuando fui crítico en la revista “Hoy” tuve un carné con el cual podía entrar a cualquier cine, algo maravilloso.
-En el libro cuenta sobre su primera cinta.
Le propuse a un productor, Juan Barandiarán, hacer la adaptación de un cuento de Vargas Llosa, “Día Domingo”, que está dentro de Los Jefes. Esa fue mi primera producción. Dicho sea de paso, no existe una copia, una lástima. Ahí estuvo' Coco' Guerra, Walter Taiman, Patty Roca Rey. Alberto Ísola participó en la dirección artística, lo cual fue bueno porque como era una película de los años 50 pudimos sacar del closet de su mamá muchas cosas que ella tenía guardadas.
-¿En qué año se grabó?
Debe haber sido setenta y tantos.
-Hacer cine por aquellos años, aún más que ahora, era una empresa heroica.
Por eso siempre pensé en la posibilidad de ir afuera. En Perú estábamos en desventaja no solo con Estados Unidos, sino con relación a Argentina, México, Brasil. Empecé a hacer guiones, crítica, trabajaba en lo que me pudiera acercar a poder hacer cine. Tuve la suerte de encontrar un refugio al comienzo, que fue hacer televisión, hasta que eso se convirtió en una verdadera alternativa, con su propio lenguaje, sus propios códigos. Insistí siempre en hacer una televisión mucho más cinematográfica.
-Como la serie Gamboa (1983).
Y fue lo que llamó la atención del productor norteamericano legendario Roger Corman. Él vio un capítulo de Gamboa en una feria en EE.UU. y me dio mi primera oportunidad y todo fue en cadena. Primero fue la televisión, luego Roger Corman, y gracias a ello pude tener un agente en Hollywood y dirigir ahí.
- Don Mario Vargas Llosa también escribió uno de los capítulos.
Sí, cuando todavía la serie era semanal. Se llamó "¿Dónde está la novia?" Aparte de tener a Mario como guionista (que además él mismo me lo pidió porque le gustaba la serie), participó Ricardo Blume y Juan Manuel Ochoa.
-Gamboa entonces fue su entrenamiento para Hollywood.
Todo lo que hacíamos era un entrenamiento para el día en que llegara la oportunidad. Pero lo importante de Gamboa es que fue un eslabón importantísimo para mi salto a Hollywood, porque justamente el capítulo ‘¿Y dónde está la novia?’ se ofrecía en una feria de producciones en Los Ángeles. Como te decía, justo pasó Corman y le llamó la atención este capítulo donde hay un helicóptero y una balacera. Empezó a indagar. Él estaba grabando en Argentina, pero vino a Perú a hablar, a buscarme. Entonces Gamboa fue el eslabón que me llevó a Hollywood. Gamboa condujo a Corman al Perú.
-Y se lo llevó.
Un día me llama Héctor Delgado Parker y me dice que hay un señor Corman que está en Lima y quiere ver nuestra operación, que le ha gustado Gamboa. Yo casi salto al techo. Era una persona que todos los que hacemos cine soñamos en conocer. Bueno, resulta que yo no lo busqué, él me buscó a mí y así empieza mi proceso en Hollywood.
-¿Qué le propuso?
Suponía que me iba a proponer que le demos servicios de producción y que él traería sus actores, directores, pero le mostré más capítulos de Gamboa y para mi sorpresa me dijo que le interesaba que produjera y dirija sus películas. Era la oportunidad que había estado soñando desde hace vario tiempo. Luego nos encontramos en Los Ángeles, me mandó al hotel una sinopsis. Luego yo hice un viaje a Japón y volví en cuatro semanas. Ahí él ya tenía listo el guion. Dos meses después ya estábamos grabando Misión en Los Andes (1987). Luego esa película la vieron agentes allá en Estados Unidos y son los que me llamaron para representarme. Así se me abriría la puerta a Hollywood.
-¿Cuándo se reconoce como latino en Hollywood?
Cuando toda la comunidad latina en EE.UU. se enteró de que había un director peruano dirigiendo a Tom Berenger, a Sharon Stone, a Sylvester Stallone hubo muchas manifestaciones de alegría. Todo eso hacía que no te olvides de dónde vienes y quién eres. Hasta ese entonces yo había hecho toda mi carrera en el en el Perú. No podía olvidarme de mis raíces latinas.
-¿Quiso hacer más en Hollywood?
Siempre supe que era muy difícil hacer cosas personales. No olvidemos que a Steven Spielberg le tomó como 20 años hacer La lista de Schindler, una cinta más personal y menos comercial. Entonces yo estaba en el engranaje, hasta que lo quise intentar y cree parte de un guion sobre la historia de Manco Inca. La presente a varias compañías, entre ellas a la de Mel Gibson, que había hecho Brave Heart. Pero fue difícil, ya me lo había dicho mis agentes. Me di cuenta de que era darse cabezazos contra la pared y que lo mejor era buscar hacer cine independiente. Me había sacado el clavo con Hollywood con 3 superproducciones, dos de ellas que siguieron como franquicias (Sniper y Anaconda).
-Berenger, Stallone, Stone, palabras mayores.
Al comienzo uno dice “caramba, cómo me voy a enfrentar ahí”. En el libro cuento que una vez me encontré con Kevin Costner. Me lo presentan y le digo que voy a dirigir El especialista (1994). Entonces él dice: “Ah, tú eres el peruano que va a estar metido en esa jaula de leones”. No solo eran estrellas, sino actores con fama de conflictivos.
-Un sueño y una pesadilla, de alguna manera.
Tenía dos cosas claras para enfrentarme a eso. Primero, ir muy bien preparado porque yo tenía que ir a esa jaula de los leones con ideas muy claras, con propuestas muy completas. Al final del día, los actores, sean estrellas o no, quieren ser dirigidos. Y la segunda era acordarme un poco lo que había sido mi adolescencia en el barrio. Yo había sido el menor de mi grupo de amigos y cuando eres el más chico, obligadamente eres el punto. Ese fue mi entrenamiento para siempre pararme firme frente a alguien grande. Darle una respuesta pícara, astuta, con barrio.
-Sylvester Stallone, por ejemplo, le pidió cambios en el guion de El especialista.
Sí. Nos habíamos llevado muy bien hasta ese momento, era como un soldado obediente. Sin embargo, en una escena en la ducha yo había hecho un storyboard con las posiciones en las que iba a estar él con Sharon Stone, su pareja. En una de ellas, Sharon iba a estar encima de él y cuando él las vio me dijo que no lo iba a hacer así. Si bien con Sharon Stone tuve una relación bastante difícil, en este hecho pacté secretamente con ella para que Stallone crea que había ganado la batalla. Quedamos en que cuando comenzaríamos a rodar ella se ponía encima. Lo curioso es que cuando ocurrió él la tiró abajo. Ella nuevamente subió y él la vuelve a tirar para abajo. Hasta una tercera vez. Al final parcialmente se consiguió algo. Pero es curioso porque se le salió el ego a Sylvester Stallone. A la racionalidad se le cruza el ego.
-¿Hollywood es hostil?
No, pero sí creo que es un espacio difícil. Tienes que tener, como yo digo, el cuchillo en la boca, porque es un mundo donde hay egos e inseguridad. Por otro lado, muchas veces me han preguntado si siendo latino me he sentido discriminado y la verdad es que no.
-¿Guarda amigos buenos en Hollywood?
Indudablemente. Tengo un amigo con el que además trabajé con él siendo muy joven que se llama Mark Johnson y él con los años se convirtió en el ganador de Óscar de la película Rain Man. Cuando mi sobrina Claudia fue nominada al Óscar, se lo presenté.
-Usted y su primo, don Mario, se llevan 15 años, pero esa distancia nunca fue impedimento para su buena relación.
Tenemos una relación familiar muy estrecha, acuérdense que mi padre fue como su padre. Fue muy emocionante que le rindiera homenaje en su discurso del Premio Nobel. Siempre ha sido un referente para mí en la filosofía del trabajo y a ser consecuente con lo que uno quiere dedicarse a la vida. Las conversaciones familiares han sido siempre discusiones políticas, discusiones literarias, cinematográficas. Son enriquecedoras.
Finalmente, comparten la misma pasión: contar historias.
Mario como un hombre que maneja la palabra, tiene descripciones donde uno puede hasta oler lo que está escribiendo. Eso lo hace un gran escritor. No olvidemos que la estructura de sus novelas, con sus saltos de tiempo, son de por sí muy cinematográficas. Ahí hay como una retroalimentación. Él tiene una participación importante en mi vida profesional. Ahora aparece como guionista de Tatuajes en la Memoria. Fue el primero en descubrir el libro de Lurgio Gavilán (Memorias de un soldado desconocido), y escribió un artículo en su columna Piedra de Toque. Así es como yo llegué al libro.
-Nuevamente trabajan juntos.
Sí y fíjese que él fue una de las primeras personas a las que le mostré el manuscrito de mi biografía. Fue muy elogioso en sus en sus comentarios, pero es inevitable por la cercanía familiar.
-Ya tiene el nombre del libro, ¿qué título le pondría a una película autobiográfica?
Yo diría “Luis Llosa, una pasión por el cine”.
AUTOFICHA
“Soy Luis Llosa Urquidi, nací en Lima en 1951. Padre de Micaela, Sebastián y Mateo. Mi primera producción fue una adaptación del cuento de Mario Vargas Llosa llamado “Día Domingo”, que estaba dentro de Los Jefes. Dicho sea de paso, no existe una copia, una lástima”.
“En televisión he dirigido producciones como Gamboa, Carmín, entre otras. En el cine, he sido director de películas como Misión en los Andes (1987), Sniper (1993), El especialista (1994), La Fiesta del Chivo (2006). Estrenaré Tatuajes en la Memoria el próximo 29 de agosto en cines”.
“Empecé a escribir Secretos de un latino en Hollywood durante la pandemia en República Dominicana. La presentación del libro será el lunes 29 de julio a las 7 p.m. en el auditorio César Vallejo de la FIL (Jesús María). Me acompañarán el escritor Alonso Cueto y la periodista Cecilia Valenzuela”.
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