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Luis Rodríguez Pastor: “Leer la historia del Perú te subleva contra nuestra incapacidad de ser país”
Luis Rodríguez Pastor es autor del libro ‘Causas y azares’. Lo entrevistamos.
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Había libros por todas partes. Es el recuerdo que conserva de la infancia en la casa de su abuelo, en el Rímac. Hasta que llegó el momento de darles un lugar. En todo el tercer piso se construyó una biblioteca y el responsable de organizar los alrededor de 6 mil títulos, que sonaban a una cifra infinita, fue Luis, quien entonces pisaba los 16 años de edad.
“Esa relación no solo con los libros sino con mi abuelo y mi familia me permitió descubrir muchos personajes y acontecimientos del Perú, que sumaron a mi formación y sumaron directa o indirectamente en la construcción de esta selección”, dice Luis Rodríguez Pastor sobre Causas y azares (Debate/Penguin Random House, 2020). Obra que agrupa 100 anécdotas de personajes peruanos del siglo XX. El escritor, como investigador de causas literarias y musicales, también viene presentando el recorrido virtual ‘Julius en la ciudad’ sobre Un mundo para Julius (1970), novela de Alfredo Bryce Echenique; y comanda el programa Malambo en Radio Filarmonía, además de ser colaborador regular de Letras en el Tiempo, bajo la conducción de Patricia del Río, que se transmite vía RPP.
Hoy duplica aquella edad en la que tuvo que organizar la biblioteca del abuelo, el prestigioso antropólogo de 83 años Humberto Rodríguez Pastor. Espacio que ya reúne 10 mil libros. “Casi podríamos considerarla una biblioteca pública”, agrega. Y no solo vela por aquellos títulos, sino que posee dos bibliotecas más: una que edificó en paralelo en la que fue su habitación en el Rímac, y otra en su propio hogar. Todas en constante diálogo y con el mismo entusiasmo adolescente. Universo del que evita jactarse, pero que afirma que es resultado de un desborde, de una relación intensa con los libros. “Aunque con el paso del tiempo estoy comenzando a asumir la finitud de mis lecturas y la imposibilidad de leerlo todo”, precisa.
-¿Cómo es que a los 16 años te dan la responsabilidad de implementar la biblioteca de tu abuelo? No es muy usual.
No es usual, pero no tengo un abuelo usual, no tengo una familia usual. Yo decidí qué estudiar con absoluta independencia y recibí una beca a tiempo completo desde que nací, tanto con Humberto como con Adriana, mi abuela. Era una relación bastante alternativa la que establecí con los libros. Organizar una biblioteca tan grande a una edad tan corta fue como lanzarte a la piscina sin tener la menor noción de cómo nadar. Pero de esa aventura sales hecho un nadador olímpico sí o sí, porque tienes que confrontarte con tus limitaciones. La lectura constante es el descubrimiento permanente de tus propias limitaciones.
-En una entrevista señalas que eres un “proletario intelectual”. ¿Por qué lo dices?
Porque trabajo desde la plena intención de sumar a mi país y de contribuir desde mi ubicación, que es la de un trabajador intelectual. No trabajo para beneficio personal, en función de mi ego o al ser parte de un grupo o de un cogollo, como diría Proust. No. Además, reivindico el término proletario. Que se busque desterrar ciertos términos no significa que se hayan desterrado ciertas dinámicas. No quiero plantear un discurso edulcorado o descafeinado. No quiero caer en aquello que denunció González Prada de hablar a media voz.
-¿Seguimos siendo el Perú de Marianito Prado? Esa anécdota de Federico Camino en Causas y azares es deliciosa.
En el Perú hay un punto de quiebre definitivo, que es la reforma agraria. Se acabó el apogeo de ciertas familias, pero con el tiempo comenzó el apogeo de otras. De tal modo que podemos reemplazar el nombre de Marianito Prado por algunos otros seguramente. Y el dominio de la tierra pasó de unas manos a otras; ahora la concentración es mucho mayor. Podríamos recordar la frase de Marx de que la historia se repite dos veces: una como tragedia y la otra como comedia. La historia del Perú definitivamente es tragicómica, es con frecuencia patética, es sublevante. Leer la historia del Perú te subleva y no necesariamente contra enemigos externos, sino contra nuestra propia incapacidad de ser país.
-¿Cómo llegamos a los 200 años de independencia?
Con la misma dinámica con la que llegamos a la independencia, sin saber cómo. En zozobra, en enconos, en enfrentamientos, en disputas de poder y bajo un sistema económico excluyente y discriminatorio. Nos agarra esta conmemoración casi por sorpresa y de hecho el balance seguramente será en rojo. Me imagino que las cuentas pendientes del Perú como nación siguen siendo eso, cuentas pendientes. Si Macera estuviera vivo y gozara de la lucidez que demostró durante muchos años, haría un balance feroz de lo que vivimos.
-¿Dirías que Causas y azares ayuda a entender al Perú?
Es un bufet del cual podemos servirnos y procesar ese alimento de muchas maneras, y nos puede dar cuenta de muchas características de nuestro país. Y de cómo uno de los factores más determinantes de nuestra historia fue y es el azar. Hay una reiteración de ciertos pendientes que no logramos superar.
-También tienes una relación íntima con la música. ¿Cómo así?
Es una pasión desarrollada de manera mucho más personal. Suscribo a Rosa Guzmán cuando interpela en la película Sigo siendo y pregunta: ‘¿tú puedes acaso vivir sin música?’. Yo no. La música, la literatura y la cultura no pueden ser concebidas exclusivamente como un entretenimiento; es la transpiración de un pueblo y dice mucho más que aquello que se ha pretendido empaquetándola con un precio o con un formato o situándola exclusivamente en un escenario. La música es también una herramienta de reivindicación. Pensemos en los artistas afrodescendientes de EE.UU. respecto al jazz o acá en el Perú, Victoria y Nicomedes Santa Cruz. La música es también rebelión.
-¿Llamar Causas y azares al libro, como la canción de Silvio Rodríguez, es una forma de reivindicar un momento?
Después de varios años de haber empezado el proyecto, ‘encontré’ este nombre. No fue un encuentro casual. Soy un gran admirador de Silvio. En paralelo a las grandes causas políticas, literarias, objetivos que establecen los hombres, las mujeres, los partidos, las corrientes, está la pulsión del azar, de lo impreciso, de lo inesperado, de lo impredecible y que en la historia del Perú parece tener un protagonismo mucho más relevante, por lo azarosa de nuestra historia.
-Viviste 12 años del siglo pasado y llevas 20 en este. ¿Te sientes un hombre del siglo pasado o del XXI?
No sé si por nostálgico o romántico o por atemporal, pero me siento mucho más ubicado en el siglo XX que en el siglo XXI. Probablemente porque no me sienta tan sometido a los estímulos del presente, sino que, más bien, haya buscado y siga buscando seleccionar de cualquier época lo mejor. No tengo la necesidad de guiarme por las listas de novedades, sino más bien por explorar aquellos hombres y mujeres extraordinarios que han pasado por este país y este mundo. Solo con esa obra, con esa poesía, con esa literatura, con esa música, ya tengo mucho por descubrir como para concentrarme en las novedades, que con frecuencia son tigres de papel.
-Pese a que naciste en un tiempo difícil para el Perú.
Nací en el peor momento en el que podía haber nacido un peruano: en el primer gobierno de Alan García. Y crecí aprendiendo, gracias a Fujimori, palabras como dictadura, soborno, transfuguismo, pero también crecí en paralelo, gracias a mi familia y a la biblioteca, junto a la obra inmensa de grandes peruanos y peruanas, lo que ha sido una educación casi antagónica y paralela: ver lo peor y mejor del Perú al mismo tiempo.
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AUTOFICHA:
- “Soy Luis Humberto Rodríguez Pastor. Nací en Lima, en el año 1988. Tengo 32 años, una hija de 7 años y tres libros. Nací y crecí en el Rímac. Soy hincha a muerte del Alianza Lima. Soy socialista y sigo procurando dejar un mundo mejor al que yo encontré cuando nací”.
- “Podría señalar como el primer libro universal que leí y con el cual comencé una lectura más sistemática y continua a La metamorfosis de Kafka. Tendría 10 años tal vez. Puede haber sido que llegó a mis manos por mi abuelo o por mi mamá, porque ella también es lectora”.
- “Ahora mi hija es una gran lectora. No puede irse a dormir sin leer. Y, de hecho, también lee cuando viajamos. Me encanta ver cómo lee, porque lo disfruta. No lo hace por obligación. Y me siento orgulloso de sus lecturas y de sus reflexiones, y del ser humano que estamos educando con Diana”.
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