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Matilde Caplansky: “Somos un pueblo en sufrimiento permanente”
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Matilde Caplansky es un orgullo para el Perú. Es una mujer peruana identificada con los problemas de las peruanas. También de los peruanos, pero tiene una debilidad por las mujeres y eso es algo que, en este momento, en el que vamos a cumplir 200 años de peruanidad, nos convoca a consultarla. Ella, generosa, nos concedió esta entrevista.
Estamos cumpliendo 200 años de existencia como país y tú eres una mujer que piensa mucho en el Perú. ¿Te preocupa lo que nos pasa?
Digamos que no solo pienso, digamos que lo sufro.
Entonces, sufriendo el Perú, porque el Perú se ama y, en efecto, se sufre, ¿qué reflexión tienes respecto a esta conmemoración?
En un primer momento me conmovió. Me pareció que el bicentenario iba ser algo muy importante, pero no solo por la pandemia sanitaria, sino por la pandemia política, se convirtió casi en una pesadilla. No podía dejar de pensar algo muy triste, quizás un poco exagerado; que casi no nos merecemos haber llegado al bicentenario en las condiciones en que hemos llegado. No por los problemas sanitarios, sino por el desencuentro, la fractura y la situación de los peruanos por unas elecciones que, a mi juicio, no debieron ser convocadas hasta no haber contemplado con mayor humanidad, sentido y criterio común, que no estamos en condiciones psíquicas ni intelectuales, y menos aún políticas, para poder elegir nada ni a nadie. Eso se debió postergar, sé que legalmente no era posible, pero ha sido doloroso en estas circunstancias haber hecho las elecciones en condiciones psicológicas, colectivas, muy menoscabadas, muy golpeadas; con un estrés postraumático muy severo del cual pasarán muchos años para reponernos.
¿Es un ánimo de posguerra, es depresión lo que sentimos?
La verdad que sí. Yo he vivido la guerra con Sendero que me hizo sufrir muchísimo desde todo punto de vista. Estábamos como empezando a estar un poco mejor, tampoco bien, con un poquito más de esperanza, de salud y ¡cataplum!, el meteorito de la pandemia planetaria. ¿Qué quieres que te diga? Mi abuela diría ‘castigo de Dios’. Se vino abajo el mundo, se desmoronó; con la vacuna un poquito empezamos a pestañear, pero luego empezó el tema político y, otra vez, otro golpe sobre nuestras pobres almas y espíritus...
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Una de las características de estos días en nuestro país es la incertidumbre, la estamos viviendo ahora mismo...
Es muy dramática la situación desde el punto de vista psicológico, somos una población realmente en sufrimiento permanente. Metafóricamente, un ejemplo: pagamos por una botella de aceite 7 soles y al día siguiente hemos tenido que pagar 11.70. Nosotros que nos vanagloriamos tanto de nuestra cocina, el ingrediente esencial de cualquier aderezo es el aceite, por poco que le pongas. Nosotros podemos pagar 11 soles, pero somos muy pocos los que podemos. El golpe psíquico que supone que te doblen el precio de un día para otro –siempre en un plano metafórico– es muy fuerte. No creo exagerar, pero es muy dramático, es un sentimiento de desvalidez, ya no solo incertidumbre; no hay adónde mirar, a quién recurrir; el sentido de desolación, de soledad, es muy intenso.
¿Dirías que esta situación que se agudiza con la crisis política nos desune más? Revisamos nuestra historia y desgraciadamente nunca fuimos un pueblo unido, los españoles llegaron al Perú cuando Huáscar y Atahualpa, que eran hermanos, estaban enfrentados en una guerra civil y logramos la independencia con el país dividido. Ahora festejamos el bicentenario y nos encontramos en la misma situación, ¿por qué?
Así es, terrible, estoy totalmente de acuerdo contigo, y toda la historización que haces me parece muy importante. Atahualpa y su hermano sacándose los ojos y por eso entraron los españoles, amén de muchas otras consideraciones por cierto, pero efectivamente –yo apelo mucho a las metáforas y a los proverbios, ya soy anciana y tengo derecho a eso–, llueve sobre mojado, para no decir, tras cuernos, palos.
¿Qué podría motivarnos y convertirnos realmente en una nación? ¿Qué debería suceder para que la peruanidad exista como unidad?
No simpatizo con el entorno comercial que hay alrededor del fútbol, pero déjame decirte que si alguna vez el Perú está unido, es por el fútbol, incluso para los que no somos futboleros. He vivido rodeada por mi esposo, mis hijos, mis nietos, todos son futboleros y aliancistas, pero yo no. (…) Cuando el Perú fue a los juegos de Rusia, hubo gente que vendió sus casas, su carro. Me conmovía ver a todos unidos, ese era un momento de peruanidad impresionante. Otro momento donde yo he sentido eso fue cuando salieron 100 mil personas para destituir a este sujeto que estuvo dos días –comprenderás que hasta el nombre me he olvidado–, (Manuel) Merino. También ahí vi un poco de fervor de peruanidad y me sentí bien. Me preguntaba: ¿se darán cuenta de que esto es valioso? No por la vacancia, no por Merino, sino por ese fervor de peruanidad. Eso de estar todos juntos en una causa es bueno, y se logró, pero después de ahí, al hoyo.
¿Por qué no sabemos estar juntos? Vemos la disputa entre el provinciano y el de la capital, entre el de la capital de provincia y el del distrito, incluso entre los pobladores de la zona rural y zona urbana, de la costa y de la sierra; no sé si hay una afición por diferenciarnos.
Y ya no hablemos de las diferencias culturales, colores y nada. Un poco más y ¿de qué cuadra eres?, ¿de la cuatro? Enemiga, porque yo soy de la cinco. Me hace recordar a Israel. En Jerusalén, en una cuadra de 10 o 12 casas, una casa es sí y la otra no, es un árabe, un judío, un árabe; entonces, comen juntos, pero cuando se pelean, se matan entre ellos y en la misma cuadra viven. Tú dirás que es una condición humana. Puede uno vivir en una misma cuadra, tener la misma creencia, supuestamente los barrios de alguna forma convocan gente semejante en alguna medida, pero acá es menos notorio (…). Yo vivo en Chacarilla, que es una parte de Surco, y hay semejanza, pero no somos amigos en la cuadra. Vivo hace 40 años acá y con las justas conozco a dos o tres personas y tenemos dos guardianes para toda la cuadra que pagamos entre todos; sin embargo, no somos amigos.
¿Dónde radica la dificultad de los peruanos para tener líderes reales? Un país como el nuestro tiene muy pocos líderes, incluso, muy pocos héroes. Siempre me ha dolido esa incapacidad nuestra para otorgar heroicidad, para reconocerla.
¡Y qué líderes! Bravísimo lo que dices. Estoy pensando en Haya de la Torre, pero fragmentadamente, para no pensar en Alan García. Por último, él se suicida, por un sentimiento –sabe Dios, que en paz descanse– de persecución real también y un hombre como él, tan amante de la vida, se mete un balazo. O sea, cómo resuena, cómo se inscribe esa experiencia en el colectivo popular, en el imaginario popular, es un golpe fenomenal, no tienes que ser aprista; esos son nuestros líderes, ¡por Dios!
Yo amo a mi país, pero no lo comprendo, y he pasado mi carrera intentando comprender a los demás, y estoy segura de que es tu misma experiencia, pero no sé qué decirle a mi hijo cuando hablamos de amar al Perú. ¿Qué les has dicho tú a tus hijos? Eres mamá, eres abuela...
Y bisabuela, tengo ya dos bisnietos, soy súper feliz, eso es lo que me ha hecho más feliz en la vida, mis nietos y mis bisnietos, uno de 6 años y una de año y cuatro meses que ya habla. ¿Qué les digo del Perú? Que nada más rico que la papa a la huancaína, que nada más lindo que el océano Pacífico, que Machu Picchu, que el Colca, que nuestro mar en Máncora, que lo amo. Creo que todos nos lo merecemos. Les digo que hay que cuidarlo, no botar basura, que no hay que pelearse. Igual que tú lo amo y lo sufro, lo sufro siempre, por eso mismo que tú describes tan poéticamente, porque no lo entendemos. Hay muchas cosas que no entendemos. Por ejemplo, yo veo casi nulamente noticias, solamente leo un diario español al que estoy suscrita y por ahí me entero, sobre todo estos últimos meses. Recibo todos los días, por tradición, El Comercio, pero ahí es muy puntual lo que leo: el editorial, los cien años, algunos columnistas, el obituario –como decía mi abuelito siempre: ‘si no te has muerto en El Comercio, no estás muerto’–. Siempre leo quién se ha muerto, a Mafalda, el horóscopo y, por supuesto, hago el crucigrama; para eso es El Comercio. Es nuestra tierra. Si a mí me pones a escuchar el disco que hicieron en homenaje a Chabuca Granda, lloro; o escucho el himno nacional donde esté en el mundo, lloro. Como dices tú, uno lo tiene en el ADN, amamos al Perú y a nuestra tierra y pensar en poder irse es difícil.
En esta conversación usaste una metáfora gastronómica y yo siempre tengo la esperanza de que ese mestizaje en nuestra gastronomía se haga realidad en nosotros, que seamos amigos, empáticos, como lo son nuestros platos que tanto nos enorgullecen.
Es verdad, lo deseo de todo corazón. He trabajado 53 años de mi vida para que eso sea posible. He trabajado siempre por la gente menos favorecida y espero que todos juntos podamos comer una gran pachamanca, escuchando la guitarra de Avilés o cantando “La flor de la canela”. Claro que sí, estoy totalmente de acuerdo.
AUTOFICHA:
- Matilde Ureta de Caplansky nació en Valdivia, Chile. Estudió Psicología, psicoterapia y psicoanálisis. Realizó una parte de su carrera en París, en La Sorbona, y terminó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Hizo su internado en la Católica, donde trabajó 15 años.
- Tiene varios libros publicados, entre ellos María y las invariantes femeninas, y Apego, vínculo y amor en la pareja.
- “Fundé una ONG en el año 70, hace ya 51 años, y seguimos atendiendo niños y madres y adolescentes de escasos recursos”, afirma.
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