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La memoria del hielo: Katya Adaui y 'Aquí hay icebergs'
Conversamos con la autora de uno de los mejores libros de cuentos de 2017.
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Uno es lo que olvida, o lo que trata de olvidar. En los cuentos de 'Aquí hay icebergs' (Random House), de Katya Adaui (Lima, 1977), habitan personajes atravesados por traumas y recuerdos reprimidos que los marcan profundamente. Por ello, en situaciones cotidianas, viven conflictos en los que juega un papel importante lo no dicho, su pasado, que vamos descubriendo a lo largo de las historias, que tenemos que rearmar como rompecabezas.
Habiendo trabajado como redactora de noticias para Canal N y en el departamento de Comunicaciones de una empresa de productos de belleza, evalúa su oficio como un todo, ya que desde los 9 años quería ser escritora. De ese modo, valora la estructura de un relato, sea un guion, cuento o noticia. Lo importante, piensa, es dosificar la información y mantener la tensión de lo narrado. Es así como descubrimos la verdad de sus personajes y su pasado.
Su tema: la familia. Revela entonces que proviene de un núcleo disfuncional y considera que todas las familias lo son, en distinto grado. “Hay familias donde la violencia tiene que ver con los silencios, con lo que no se puede decir”, comenta. De ahí toman fuerza sus ficciones, de lo que no se dice: una experiencia homosexual, la muerte de un familiar, el asesinato de un animal querido, la traición a los amigos.
Cuenta que sus padres murieron diciendo que no hicieron lo que siempre quisieron. Así, a los dos meses de la partida de su madre, renunció a un trabajo bien remunerado y postuló al máster en Escritura Creativa de la Universidad de Tres de Febrero en Buenos Aires. Fue ahí donde se gestó su libro, con jornadas de escritura de 12 horas, incluso.
VIDA EN FRAGMENTOS
Para Katya Adaui, recordamos en fragmentos. “Trato de escribir como viene a la memoria, que es maleable, dispar, desprolija y justamente inquieta y caprichosa”, expresa. Por eso sus personajes se van revelando como un iceberg, de lo visible a lo impenetrable.
Para Katya Adaui, recordamos en fragmentos. “Trato de escribir como viene a la memoria, que es maleable, dispar, desprolija y justamente inquieta y caprichosa”, expresa. Por eso sus personajes se van revelando como un iceberg, de lo visible a lo impenetrable.
Dice que en el cuento no hay tiempo que perder, el conflicto es el corazón de la historia. “Un cuento que diga ‘aló, ¿cómo estás?’ no es cuento, es una telenovela que llena los capítulos. Los cuentos arrancan con el dolor en la mano”, sostiene. Adaui nada desde niña y para ella escribir es estar en el mar y buscar la orilla, no meterse al agua.
Se define como una persona relajada; sin embargo, es perfeccionista, estricta, en las situaciones que dibuja, en la frase que tiene un efecto punzante, revelador.
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Es su cuarto libro y Adaui valora autoconocerse. A sus 40 años, cuenta que se analiza una vez por semana a través de una llamada de video de WhatsApp con su psicóloga en Argentina, desde hace más de dos años. “Si mi obra ha profundizado en algo, es porque me atreví a ver en el otro lado. El oficio de escritor consiste en mirar. No hay forma de salir indemne de esa mirada a uno mismo”, reflexiona.
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