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Michael Zárate, periodista peruano en Beijing: "La conciencia cívica es fundamental en China”
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Vive a 1,060 kilómetros del epicentro del COVID-19. De Beijing a Wuhan se llega en dos horas y 10 minutos en avión. Hace siete años voló 22 horas para pisar por primera vez China. Dejó el Perú sin saber una palabra de chino, sin tener un solo amigo o familiar en el país asiático y sin conocer exactamente qué haría allá. “Soy una persona a la que le gusta la soledad y eso ayuda bastante cuando llegas a un país donde no puedes comunicarte con nadie”, me dice en una videollamada Lima-Beijing, con 13 horas de diferencia.
Paradójicamente, cuando llegó a China, tuvo la mayor sensación de libertad de su vida. “Nadie me conocía. Era la gran oportunidad que me puso la vida de volver a nacer”, explica. Geográficamente, era lo más lejos que llegaba con su carrera profesional. En el país asiático, Michael Zárate ejerce el periodismo.
Uno de los platos emblemáticos de Wuhan se llama reganmian, hecho con fideos. Cerca de su casa, hay un restaurante de comida de Wuhan. La promesa que se hicieron una amiga y él fue visitarlo cuando reabra tras el confinamiento voluntario que se vivió en Beijing. Y así lo hicieron. Hace unos días, el periodista y su compañera china fueron a probar el tradicional reganmian. Para él sería la primera vez. No solo asistió con curiosidad, sino con el deseo de que los buenos tiempos vuelvan. Más allá de que estuvo “muy picante”, asegura que ese platillo supo a esperanza.
¿Cómo lo están pasando en Beijing?
La vida ha cambiado totalmente desde finales de enero cuando, junto con el Año Nuevo Chino, brotó el nuevo coronavirus. Hay que hacer dos distinciones: una es la situación en Wuhan, en la provincia de Hubei, y otra es la situación que ha vivido el resto del país. En Hubei todo ha sido mucho más drástico, la gente no ha podido salir de sus edificios, los vecinos tenían que organizarse para que un representante por condominio haga las compras; así han estado casi dos meses. La cuarentena comenzó el 23 de enero. Dos meses después, se abrió la provincia de Hubei, la gente pudo salir a las calles, comenzó a llegar el transporte, pero Wuhan recién se conectó ayer 8 de abril, ha podido recibir trenes y la gente recién ha podido salir de Wuhan a otras ciudades de la provincia.
¿Y en el resto del país?
En Beijing una diferencia sustancial es que nosotros no tuvimos ese tipo de cuarentena. Desde el Año Nuevo Chino hemos podido salir de nuestras casas. Tampoco hemos tenido una cuarentena como la que se vive en el Perú. La recomendación era no salir, evitar los lugares concurridos, pero podías salir. Aunque desde el inicio fue obligatorio el uso de mascarillas y se mantiene hasta ahora. Mucha gente prefiere acudir a cafés con buena ventilación, a cualquier lugar que vayas te toman la temperatura. Salgo a la calle y me miden la temperatura unas siete u ocho veces al día. En una mesa para cuatro solo pueden estar dos personas. En cada lugar tienes que llenar un registro para indicar que estuviste ahí y así las autoridades tengan una trazabilidad de tu recorrido.
¿Cómo asumió la población la recomendación de no salir, pese a que no era obligatorio?
Todo el mes de febrero y la primera mitad de marzo no veías a nadie en las calles. La gente no usaba el transporte público, solo salía a comprar y regresaba inmediatamente a casa, la mayoría de lugares públicos estaban cerrados. Era una ciudad fantasma. Por un lado, por la disciplina china; por otro lado, está el recuerdo de lo que fue el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) en los primeros años del 2000.
¿Se habla de posibles rebrotes, de alguna nueva ola?
La preocupación mayor es lo que se llaman “casos importados”, que se refiere a casos cuyo origen de la infección está en el extranjero. Ese es el desafío que tienen ahora. Hoy la gente ya sale en mayor cantidad a las calles, pero con una clara delimitación de la distancia social, desinfectándose las manos antes de entrar en un lugar público, todos tienen gel. No se está bajando la guardia.
Sobre China existen, al menos, dos posiciones encontradas: quienes afirman que no ha brindado toda la información sobre los casos de COVID-19 y otra que, más bien, destaca su accionar frente a la pandemia.
Lo negativo ha sido que por el sistema que hay en China, que es jerárquico, hay mucha opacidad en la información; eso se vio reflejado en las primeras semanas de la epidemia. Está el caso del médico que alertó del virus, uno de los primeros, y que después falleció. Las autoridades de Hubei a él y a otros médicos los conminaron a rectificarse públicamente, a decir que las alertas eran falsas. La muerte del doctor Li Wenliang generó una ola de indignación. En ese sentido, la transparencia es lo mejor. Pero también está lo positivo: una vez que la epidemia fue pública y que la OMS la calificó de alta peligrosidad, el gobierno central aplicó medidas drásticas que al cabo de mes y medio pudieron dar sus frutos. Destacaría el manejo de la tecnología y la conciencia cívica de la gente. Son dos aspectos fundamentales. Puedes tener a los mejores líderes políticos tomando las mejores decisiones, pero si no hay un respaldo de la ciudadanía, gente que se tome en serio esas medidas, todo será un fracaso.
En China ya pasaron por la etapa que estamos viviendo en el Perú, donde estamos llegando al pico. ¿Cómo afrontar estos días?
Yo espero que el futuro próximo del Perú se parezca un poco a lo que ya vivimos acá. Mientras no haya una vacuna (que la OMS ha dicho que tardará, al menos, un año), todos tendremos que salir a las calles con mascarillas. Tendremos que ser más ordenados a la hora de ingresar a un establecimiento o abordar un transporte público porque habrá que respetar el distanciamiento social, muy probablemente bares y restaurantes reducirán mayúsculamente el número de clientes. Eso ya sucede en Beijing. La gente debería tomar conciencia de que su vida no será la misma que antes. Habrá una nueva normalidad en el mundo entero.
FICHA:
-“Tengo 41 años. Nací en Lima. Estudié Ciencias de la Comunicación en la UPC. He trabajado en El Comercio, Perú.com, Perú21, hice una pasantía en ABC (España), Depor, Diario16 y ahora estoy en la revista China Hoy, donde soy redactor subjefe de la edición en español”.
-“Llegué a China gracias a mi exjefe en Perú, Mito Tumi. Le llegó la noticia de que una revista china buscaba a un periodista extranjero. Me habló, presenté mi CV, me hicieron pruebas y fui contratado. Quería descubrir esta parte del mundo que jamás imaginé vivir”.
-“Dentro de lo trágico que ha sido, me siento afortunado de estar en China, de haber sido testigo de lo que hemos pasado acá y de sacar lecciones. Los planes de todo el mundo han cambiado dramáticamente. Me gustaría estudiar, pero los planes futuros estarán en función de que esta situación se calme”.
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