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Nuestro amado señor Bing
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El sábado en el que Matthew Perry falleció la temperatura había alcanzado los 31 grados en Hollywood Hill, al norte de Los Ángeles. El actor por la mañana decidió ir a practicar deportes. Por la tarde regresó a su casa y envió a su asistente a hacer un recado. Un día cualquiera en la vida de un famoso. Sin embargo, a partir de ahí, no se supo más de él. No hasta las cuatro y diez de la tarde, cuando ella volvió y lo encontró ahogado en su jacuzzi. Inmediatamente llamó a emergencias.
El hombre que hizo (y aún hace reír) a medio mundo falleció solo, en la inmensidad que puede provocar una bañera grande dentro de una casa valorizada en cinco millones de dólares.
Es cierto eso de que la muerte, aquella certeza indiscutible, es también una invitación al lugar común. Más aún si ocurre tan inesperadamente como sucedió con el artista de 54 años. “Él era tan dulce, era demasiado divertido estar con él”, ha recordado Gwyneth Paltrow, quien tuvo un breve pero intenso romance con el actor en los años noventa. La cantante británica Adele pausó un show suyo en Las Vegas para mencionar que “es el mejor personaje cómico de todos los tiempos”. Maggie Wheeler, quien dio vida a Janice, su pareja en Friends, compartió en Instagram una foto junto al actor y escribió: “Qué pérdida. El mundo te extrañará”. Paul Rudd, también compañero, dijo: “No puedo expresar con palabras lo triste que estoy tras enterarme de su muerte”. Los otros cinco protagonistas del amado sexteto de Friends –Jennifer Aniston, Courteney Cox, Lisa Kudrow, Matt LeBlanc y David Schwimmer– prefirieron guardar silencio y solo emitir un sensible comunicado: “Hay mucho que decir, pero ahora vamos a tomarnos un momento para llorar y procesar esta pérdida insondable”.
¿Acaso alguien anda preparando las palabras que dirá para despedir a un amigo? ¿Quién sabe realmente qué decir en medio de la devastación?
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Ni el propio Chandler Muriel Bing-Geller realmente lo sabía, a decir verdad. Pero qué entrañable puede haber sido su personaje en Friends que nunca nos importaron sus carencias. Más bien, lo que nos fascinaba realmente era la valiente y profunda sinceridad para desnudarse y reírse de sus vacilaciones, esas que a usted y a mí tanto nos cuestan verbalizar. De hacer del sarcasmo una defensa, un campo de acción.
“Hola, soy Chandler. Hago bromas cuando me siento incómodo”, dice en un capítulo de la sexta temporada al encontrarse con Richard, el exnovio de Mónica. “No soy bueno dando consejos, ¿puedo interesarte en un comentario sarcástico?”, le responde a una Rachel desesperada en la octava temporada.
Los creadores de Friends han reconocido que Perry, debido a su alta capacidad para hacer reír, era uno de los pocos a los que se les permitía improvisar sus líneas.
Hijo del actor John Bennett Perry y de Suzanne Marie Langford, Matthew murió un año después de la publicación de su libro Friends, Lovers and the Big Terrible Things (Amigos, amantes y aquello tan terrible). Las memorias, muchas veces escritas para meter a otros en líos o desatar tormentas ajenas, esta vez toman un efecto enteramente de liberación absoluta de aquello-tan-terrible. Apuntes como el hecho de que estudió en la misma escuela que el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau; de que por muchos años creyó que era impotente sexualmente o que estuvo a punto de perder su oportunidad de actuar en Friends son apenas la antesala a temas mayores. A estas alturas eran bastante sabidas las adicciones que tenía el actor a sustancias como drogas, fármacos o el mismo alcohol, pero se desconocía la magnitud de su lucha.
Sus caídas
Recaídas.
Una y otra vez.
En sus memorias, Matthew ilustra su auge y supervivencia en Friends. Vivir en exceso o como si mañana se acabara el mundo. Para comienzos del milenio, cuando su popularidad no podía estar más alta, el actor llegaba a consumir una botella de vodka al día. Incluso, uno de los momentos más tiernos de la serie, el matrimonio entre Monica y Chandler, guarda un entretelón desgarrador.
“Me casé con Monica y me llevaron de regreso al centro de tratamiento (en el apogeo de mi punto más alto en Friends, el punto más alto de mi carrera, el momento icónico en el programa icónico) en una camioneta conducida por un experto en sobriedad”, cuenta Matthew y nos duele a todos.
Nos lastima tanto como la confesión de que decidió terminar su relación con Julia Roberts porque —entre el alcohol y medicamentos controlados— nunca se supo suficiente para ella. “Yo no era suficiente; nunca podría ser suficiente; estaba destrozado, doblado, no era digno de ser amado. Entonces, en lugar de afrontar la inevitable agonía de perderla, rompí con la bella y brillante Julia Roberts”.
El final de la serie —confiesa— fue en definitiva como caer en un precipicio. No el último día de grabación. Aquella vez el actor recuerda que no sintió absolutamente nada debido al opioide buprenorfina.
“Estaba muerto por dentro”.
Y, claro, a los que crecimos viendo Friends su muerte nos ha agarrado de la misma forma como si nos enterásemos de la partida del primo más querido de la familia. Veíamos a Chandler, lo amábamos y queríamos ser aquel sarcástico oficinista. Nos sentimos orgullosos de que él —el mejor del sexteto— haya dicho la última línea de los 236 capítulos (“Where?”) y que lo haya hecho con ese equilibrio acostumbrado de buen humor y sarcasmo. ¿No somos acaso su abrazo a Joey?, ¿no somos ese hombre torpe que trata de ocultar un romance secreto?, ¿el de los traumas con sus padres?, ¿el enemigo de las cámaras?, ¿el joven inseguro que no se atreve a hablarle a una chica linda con la que ha coincidido en un cajero automático en medio de un apagón?, ¿el que no sabe cómo romper con la novia?, ¿o el que ha entendido que es tiempo de formar una familia?
Pero lo que más nos embarga es ese sentimiento de que algo se pudo haber hecho. De que una muerte pudo y debió ser evitada. En la era de la falsa apariencia en redes sociales como estilo de vida, un actor desde su mansión en Los Ángeles no tenía reparos en suplicar por ayuda. En una entrevista de 2013 que se ha vuelto viral por estos días, Perry asume que, si se tomaba una copa, le era imposible parar. Había llegado al punto de no tener capacidad de decisión acerca de si seguir bebiendo o no.
El hombre que lo tenía todo menos la felicidad falleció solo.
Apenas ha pasado una semana. Mr. Bing y la serie sobre seis amigos y el caos de tener treintas por ahora sigue en el streaming dibujando su legado. Nos seguiremos riendo de sus bromas, de sus dudas y torpezas. De su disfraz de conejo rosa diciéndonos que lo mejor es esperar el silencio para decir algo verdaderamente brillante.
“Nos tragamos nuestros sentimientos, incluso si eso significa que siempre seremos infelices. ¿Suena bien?”.
Pero llegará. La tristeza vendrá —una y otra vez— cuando caigamos en cuenta de que ya no está.
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