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OMD en Lima, la nueva vida de las máquinas [CRÓNICA]
La banda británica, referente absoluto del synthpop, ofreció su primer concierto en Lima alternando clásicos con sus últimos temas.
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Andy McCluskey tiene un ritmo propio. Baila casi al borde de la descoordinación, salta en las piezas lentas. Una danza frenética que coincide a veces con la batería, con el bajo, pero que definitivamente escapa al ritmo con el que las computadoras programan sonidos sintéticos. Es el ritmo de una personalidad, con la que OMD inyectó energía vital a la incipiente música electrónica inglesa hace más de 40 años. El frontman, junto a Paul Humphreys, hizo un repaso por los éxitos de su carrera en su primer concierto en Lima, en Domos Art.
La banda británica, considerada los Beatles del synthpop, destilaba potencia en su performance. Las máquinas no conocen el descontrol, McCluskey sí. Entraron con “Isotype”, y ya el showman lucía un rostro rojo por el esfuerzo que demanda moverse eufóricamente. Los saltos se hacían también del público.
La banda vestía de negro para interpretar su versión del futuro de la música, aquel que imaginaron a fines de los 70 acompañados de recursos limitados e instrumentos baratos. “Jodidamente ya era hora de llegar a Perú, debimos haber venido hace muchos años”, dijo McCluskey.
Pide el bajo y comienzan “Messages”, de su primer disco. A través de la música, descargaban mensajes codificados sobre la vida actual, teorías de la comunicación y de la tecnología. Animado, termina la canción con los pulgares arriba. Pop cerebral.
Uno de los primeros conciertos de OMD tuvo solo 30 personas en un bar, y su propuesta era tan nueva que ni siquiera le terminaba de gustar a sus amigos. Ayer fueron alrededor de 3,000 personas envueltas por el calor de la fiesta. La banda, a diferencia de los instrumentos tecnológicos, sudaba, igual que el público.
“Momento de Hollywood”, dijo McCluskey para introducir “If you leave”, single para una despedida, compuesta en un solo día para ser incluida en la banda sonora de la icónica película de los 80 “Pretty in Pink”.
Seguidamente, la dulce “Souvenir”, a cargo del carismático Humphreys. El técnico del grupo, el tímido, se animaba a cantar. Al final, McCluskey hacía reverencias hacia quien fue su compañero de escuela, la otra mitad de la aventura electrónica.
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ídolos pop y compositores intelectuales, los OMD dieron paso a dos canciones sobre Juana de Arco. La segunda de ellas, “Dama de Orleans”, es un épico vals electrónico que incluye gaitas tocadas por un melotrón. En vivo, las melodías retumbaban acompañadas de una potente batería que invitaba a McCluskey a una danza delirante. En los 80 fue incluida en una lista de las 60 mejores canciones de todos los tiempos. “Buenas noches, me voy a dormir”, dijo el vocalista, quien comenzaba a lucir cansado, pero satisfecho.
Después, “So in Love”, el romance expresado a través de las máquinas, y “The Punishment of Luxury”, homónima de su último álbum, con el que llegaron de gira.
El clímax estuvo a cargo de “Enola gay”, composición antibelicista cuyo título es el nombre del aeroplano que lanzó la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial. Fascinante por su mensaje político y espasmódica en sus melodías. Un legado que rescata incluso David Guetta para un remix en 2003. Salen del escenario ovacionados.
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En el encore, McCluskey encuentra fuerzas para subirse a uno de los parlantes al costado del estrado. De vuelta, a esas alturas del concierto, con una camiseta arremangada hasta los hombros, parecía alguien más joven, como cuando experimentaba con sonidos aleatorios para componer lo que luego se convertiría en éxitos de radio de una generación, como “Secret”, penúltima canción.
La propuesta de OMD se mueve entre la fascinación y el temor a la tecnología, entre el amor y el odio, y en el medio, lo que hay son canciones nostálgicas, del pasado histórico e himnos tecnológicos. Cerraron con la emblemática “Electricity”, compuesta cuando sus integrantes tenían 16 años. Gloria a la máquina.
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Antes de ello, el líder pregunta a la banda: “¿Hay algún problema? ¿No hay electricidad?”. Algo fallaba en la computadora de Humphreys. “La tecnología es una mierda”, sentencia McCluskey. Es cierto. Y es que en el mundo en el que la música electrónica se ha masificado, e incluso se produce como fast-food, aquellos músicos que iniciaron su carrera como un hobby mantienen vigente una sensibilidad intimista que se engrana con un diagnóstico de los tiempos modernos. No hay botón en ningún instrumento para componer obras cumbres que definan un género.
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