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Renzo Boggio, artista plástico: “Se puede vivir del arte en nuestro país”
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De niño se amanecía doblando cartoncitos, guardaba todo lo que llegaba a sus manos, desde etiquetas hasta papelitos curiosos. Era un cachivachero, como se dice. Armaba carritos y casitas. Sus padres no lo veían como un niño prodigio o raro, me dice, ahora tomando una taza de café que él mismo ha diseñado. Papá y mamá lo apoyaron, y le compraron las herramientas, pequeñas entonces, para que siga su proceso creativo. Se siente afortunado, mantiene la humildad del artista que va diseñando su camino, entre la turbulencia del mar que lo habita y la paz de vivir de lo que tanto ama.
Renzo Boggio (Lima, 1990) es un joven creador especializado en esculturas y cerámicas, que estudió diseño industrial, para luego ir definiendo sus preferencias por el arte.
¿Cómo te iniciaste en el arte?
Estudié en la Facultad de Arte de la Católica. No fue algo lineal, me pasé a la especialidad de escultura y al final terminé como diseñador industrial. Me considero un diseñador de productos por el tipo de trabajo que hago, más íntimo, más humano. Desde el 2017 empecé a permitirme solo hacer cerámicas y hacer mi propio estudio e ir descubriendo caminos.
Hay un interés mayor en el Perú por las piezas artísticas, por el arte en general. Por ejemplo, por las tazas de autor. Tienes un set de tazas Témplica, y una cafetera V60 a tu estilo…
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Considero que el boom gastronómico tuvo que ver con esto. La efervescencia gastronómica hizo que los restaurantes consideraran que la experiencia también estaba en sus platos que ponían sobre la mesa. Ceramistas un poco mayores trabajaron en eso. Cuando yo estudiaba ya había artistas que empezaban a moverse en los restaurantes, y no solo en el Perú, también en el extranjero. Yo no soy de diseñar platos, pero digamos que fue una ola, que arrastró a todos para bien. En las redes sociales vemos que hay un interés por objetos que pueden ser utilitarios como las tazas, y la cafetera que mencionas, entre otras piezas que tienen un significado especial.
Las redes sociales son claves para la promoción de las piezas artísticas. Por ejemplo, tu cuenta de Instagram se actualiza constantemente.
Es una ventana, y te permite mostrar tu trabajo. Hay una interacción con la gente que me encanta. Me ha pasado, incluso en la etapa de confinamiento por la pandemia, que algunas personas querían visitar mi estudio. Para un artista ese reconocimiento es maravilloso, y valioso. Más allá de la venta, el saber que se interesan en ti es agradable.
Hay unas tazas en tu colección que se llaman Crisis de Identidad. ¿Cómo nacieron?
Las hice hace tiempo y las tengo en la sala. Siempre juego con la cerámica. Se piensa en la cerámica como un objeto sólido, pesado, que si lo tocas se rompe, que tiene que estar en la mesa porque nadie lo puede tocar. Yo quería una cosa más interactiva. Las tacitas de Crisis de Identidad tienen un lado plano: tú puedes inclinar un poco y ver cuánto café te queda, por ejemplo. Ese era el concepto digamos de esas tacitas. Amo la forma que tienen, y que la gente no las entendía. Así que esas tazas que no parecían tazas tenían una crisis de identidad. Yo no quería cambiarlas, expresan cambio, movimiento, nada definido. Es una expresión personal.
Cuéntame tu relación con el café. No todos los artistas plásticos crean una cafetera.
Yo adoro el café. No me considero una persona que sabe muchísimo del café, pero lo que vi fue una necesidad, un nicho. En el mercado hay muchas cafeteras, y pensé que trabajar una propuesta en cerámica te llevaba a una experiencia más cálida, e íntima, lejos de los cables, los botones y los plásticos. Tienes así una cafetera de cerámica que al final es tierra, arcilla y madera de huayruro. Busco acercar a la gente a este ritual de hacer café, que es un ritual, un momento humano, personal, íntimo. Más allá de que hacer café sea algo práctico y rígido, la propuesta va por algo sensible, por brindar un momento único. El café es un producto de la naturaleza que sale de la tierra, y la cafetera es un objeto de materiales que salen de la tierra. Esa es mi propuesta con el set Témplica, que consta de 7 piezas: portafiltro, soporte, jarra y 4 tazas.
Además de cerámica incluyes la madera, tanto en las tazas como en la cafetera. ¿Por qué?
Es una carga de sensibilidad. Cuando uno toca una taza que todo es cerámica tiene una sensación que puede ser caliente por el líquido. Yo busco que tome la taza por el asa de madera. Es un lenguaje que se crea, más allá de lo visual. Sin abusar de elementos como plásticos o metal, que me parecen duros, la idea es conectar.
“SOY EL HOMBRE ‘SOBREPENSANTE
¿Cómo te defines?
Como el mar, un caos. Tengo muchas ideas, ganas de comunicar. Mi proceso creativo tiene que ver con eso que soy. Puede ser gracioso, irónico. Parto de un detonante que me pasa a mí, o a alguien de mi entorno. Por ejemplo, he visto a mucha gente que anda ansiosa con el dinero. Lo que hice fue ironizar y crear un basurero, como los que están en la calle, pero que es una alcancía. La alcancía-basurero de NonSense Project (parte de mi obra creativa) es una reproducción a escala de los típicos botes de basura que están alrededor de la ciudad de Lima. Nace del interés por descontextualizar un objeto cotidiano y muchas veces repudiado, para convertirlo en un objeto de deseo. Se trata de un mensaje de crítica, que involucra un tema comúnmente sensible: el dinero propio.
¿Se puede vivir de las artes plásticas en el Perú?
La idea romántica de que el artista se la pasa todo el día en el aire y se muere de hambre no es tan cierta. Se puede vivir del arte en el Perú. No hay una forma matemática y detallada de cómo ser artista y vivir bien, pero siempre hay proyectos, iniciativas, experiencias.
¿Con cuál de todas tus piezas te identificas?
Soy el hombre ‘Sobrepensante’ de todas maneras, soy súper ‘Sobrepensante’. No busco que sea un autorretrato, pero me identifico.
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AUTOFICHA:
“Soy artista plástico egresado de la especialidad de Diseño Industrial de la Facultad de Arte y Diseño de la Pontificia Universidad Católica del Perú (2015). Vivo y trabajo en Lima; y considero que gracias a las redes sociales mi labor puede ser conocida”.
“Mi obra, en su mayoría objetos cerámicos, se desplaza entre el diseño de productos y la expresión plástica de los materiales. En las dos direcciones, busco desarrollar piezas y objetos que involucren al usuario de manera emocional”.
“Busco comunicar un mensaje poético, lúdico o de crítica. Me siento afortunado de trabajar en lo que me gusta, de poder ser transgresor, evocativo. He creado una cafetera inspirada en el modelo V60 porque adoro el café peruano, y creo que debe ser una experiencia íntima. La cerámica es un vehículo para comunicar, expresar”.
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