Esta historia empieza con un niño chalaco cuyo padre, aficionado cabal, lo lleva a la plaza de Acho. El niño sube hasta la última fila del tenido de Sol y Sombra, y desde ahí se entretiene más con lo que ve del otro lado: las labores del camal. Hasta que un día algo que sucede sobre la arena – la emoción del público, la ovación cerrada – lo hace volver la mirada al ruedo. El matador Paco Alcalde está indultando un toro en Acho. El círculo de valor, belleza y heroicidad queda cerrado. Y en ese niño nace un nuevo aficionado taurino.
Usted se fue del país de muy joven.
Nos fuimos toda la familia. Yo fui el último en irme. Allá, Fort Lauderdale, perdí el contacto con el mundo del toro. Así pasaron cinco o seis años, hasta que empecé a viajar mucho, tenía una oficina en México y un socio en Zaragoza. Iba prácticamente todas las semanas, jueves y viernes estaba en México, viendo toros, y luego en Zaragoza siempre iba a la fiesta del Pilar. En un momento en mi vida decido regresar a Perú. Ahí me encuentro nuevamente con las tradiciones. Primero que nada, con el caballo de paso.
¿Cómo regresó a los toros?
Casi de casualidad. Ya criaba mis caballos; mi mejor potro se llamaba Regreso: eso era una señal. Estaban al sur, por Lurín. Un día paseando por ahí veo un sembrío de camotes en venta. Lo compro y lo nombro La Esperanza. Esa era mi ilusión: regresar.
Ya por el año 2008, 2009, un amigo que administraba La Esperanza, Flavio Carillo, exmatador de toros, me invitan un día a la casa de Rafael Puga a Campo Nuevo. Luego sucede lo mismo con los Villafuerte, donde conozco a don Nazario. Ellos me invitan un día a su tentadero en Papa León, y Freddy me dice ‘¿quieres bajar con una vaca?’. Esa fue la primera vez que agarraba una muleta frente a un animal.
Eso hizo un clic ahí dentro de mí. Volviendo le dije a Flavio ‘voy a hacer una placita de tienta ahí’. Me dijo ‘¿estás loco?’. No, le dije, empiezo mañana. Al día siguiente empezamos la obra, a cavar el hueco. Flavio me decía que esa iba a ser la piscina más grande de Lima.
Luego me encuentro con José Ignacio Bullard y con Quique Sifuentes, toreros aficionados, y con ellos nos pasamos como dos años toreando todos los fines de semana. Así relanzamos la Asociación de Toreros Aficionados (ATA).
En esa época que la placita de La Esperanza empezó a tomar protagonismo…
Nace Producciones La Esperanza para realizar eventos taurinos. El primer festival que hicimos en 2010 lo torearon Andrés Roca Rey y su hermano Fernando; poco a poco la placita de tientas se empieza a convertir en plaza de toros.
En esa época usted decía que la actividad de La Esperanza era complementaria a la de Acho.
Así comenzó. Luego, tras la pandemia, el regreso a los toros empezó por La Esperanza. A mí me inculcaron que las cosas se defienden haciendo. Empezamos a asesorar pueblos que requerían hacer sus festividades taurinas. Una de las mejores tardes de toros que nosotros hemos dado sucedió en provincia, Cutervo, con Andrés. Ahí se comprueba lo fértil que es la audiencia taurina en el Perú. Tenemos un potencial inmenso, inmenso. Basta un poco de formalidad para transformar ese valor. Poner el entusiasmo en vereda.
¿Cómo lleva esta experiencia a Acho?
La feria del año pasado no dejó un buen sabor de boca. Yo sentía que, si este año no se hacía algo importante, diferente, novedoso y atrevido, la plaza de Acho podría estar en peligro. Pensando en ayudar a la anterior empresa es que traigo, con tiempo, dos encierros de toros españoles de Nuñez del Cuvillo. ‘Ya me los pagas cuando los vayas a lidiar’, le dije. Esos toros están Chincha desde abril.
La empresa anterior vio un riesgo e hizo unas propuestas para hacer algunos cambios contractuales con la Beneficencia. Las negociaciones no llegaron a buen puerto. Yo había sido proponente el año anterior en la licitación, de hecho. Me llamaron enero: parece que se va la empresa, me dijeron, algo que ya les había anunciado. Yo sabía que la plaza bajo el modelo económico actual era inviable. Entonces hice una propuesta diferente.
¿Cuál era esa?
¿Cómo te va a funcionar Acho si es que una barrera de sol ahí cuesta 192.94% más cara que en Sevilla? Tenemos el mejor torero del mundo, pero tenemos el peor modelo económico para la plaza de toros.
¿Eso es corregible?
Eso espero. La Beneficencia ya hizo un gran esfuerzo. El apoderado de Andrés Roca Rey también. Mi gestión es solamente por los meses de toros, que son tres. Algo que yo no me puedo permitir y los aficionados limeños tampoco es que se cierre por nuestra propia mala práctica. Imagínate: ¡tienes al número uno del mundo, tienes la única plaza de primera categoría en América abierta!
¿Qué está ofreciendo?
Quiero tener una solución, al menos por este año, integral. Que todos sean parte de la solución. La beneficencia ya está, el Rímac también. A los toreros les estoy pidiendo una mano al pecho. Ahora falta que se sume el aficionado. Concretamente, estamos ofreciendo un 20% de descuento en las entradas y un 5% de descuento en la ticketera. Es decir, el usuario va a sentir en esta feria un descuento de 25%. La próxima semana viajo a España a hablar con los matadores. Todos los ahorros que se puedan conseguir en las contrataciones se van a trasladar al usuario.
¿Cuál es el negocio para el empresario en este caso?
Cero. No tenemos expectativas de lucrar. Esto es una emergencia. Lo hago porque corre el riesgo de que se muera el amor de mi vida. El amor de mi vida es Acho. Le tengo un amor irracional a esta plaza. Mi padre murió hace mucho tiempo. Acho quizás sea el único punto de conexión que yo tuve con mi padre.
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