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Víctor Sanjinez, el peruano que ganó el ‘Óscar al diseño’ en Hong Kong [ENTREVISTA]
El arequipeño que brilla en Hong Kong, donde ha ganado diversos premios, entre ellos recientemente el ‘Óscar al diseño’. Perú21 entrevistó al infografista e ilustrador Víctor Sanjinez.
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Estaba sentado al pie de la cama mirando el televisor, pero también un dibujo que había encima de una puerta. Era del tamaño de una hoja A4 enmarcada. La escena se repetía todos los domingos que su madre lo dejaba en la casa de su tía abuela en el Centro de Arequipa. Así fueron sus 7, 8 y 9 años, hipnotizado por esa imagen, una especie de paisaje hecho a mano con el mismo lápiz que él usaba, de cuando ya hacía sus primeros trazos.
Víctor Sanjinez trabajó en México, Estados Unidos y ahora, desde hace un año y medio, radica en Hong Kong, adonde fue convocado por South China Morning Post. “Siempre quise trabajar en este periódico, que es dentro del rubro de infografías en el mundo de los que siempre reciben galardones”, me dice desde Asia, donde ganó otra medalla de oro de la SND, algo así como el ‘Óscar al diseño’, y fue premiado en los Hong Kong News Awards.
Un día le tocó ir a la tienda a comprar, en su barrio arequipeño de Paucarpata. Un amigo estaba con un primo de 15 años, quien hacía dibujos con lápiz y Víctor miró cómo con mucha facilidad creó la cabeza de un caballo. “Yo ya dibujaba y me explotaba la cabeza preguntándome cómo podía hacer eso”, dice sobre sus 11 años. A cualquier otra persona no le hubiera llamado la atención esa escena, pero a él por alguna razón lo conmovía. Tal vez por eso dice que no tuvo que escoger quién tenía que ser cuando sea grande.
No tienes familia que tenga que ver con el arte. ¿Cómo explicas tu talento?
He llegado a una conclusión: Recuerdo mucho cuando yo tendría 9 años. Yo tenía una casaca bien bonita, le tenía mucho camote. Era de cuero, pero la manga y el cuello eran de lana. Terminaba echándola a perder sin darme cuenta. Mi madre siempre me regañaba por eso. Como era cuero, casi todo quedaba intacto, pero malograba las mangas. Una vez ya estaba totalmente roída y yo pensé “ya fue”. Yo mismo ya no quería ponérmela. Un día cuando regresé del colegio y mi casaca estaba encima de la cama, tenía la manga intacta. Descubrí que mi madre agarraba las medias, las cortaba, las doblaba y las ponía ahí como manga. Y así como eso, ella hacía muchas otras cosas que tienen que ver con la creatividad. Al no encontrar respuesta para decir que (el dibujo) lo heredé de alguien, creo que la creatividad sí (la heredé) de mi madre.
Tus trabajos son de una manufactura pulcra, que no descuida nada.
No lo pienso, pero cuando me toca ser profesor quiero demostrar eso, que tiene que ver más con el proceso que con el acabado. Uno puede tener la técnica, haberla practicado y tener el don, pero el problema está en que puedes ser un trome y no sabes qué hacer con eso. A mí me salvó la creatividad heredada. De pronto, adoptar temas, jugar con las palabras, con la imagen, las metáforas; por ahí me meto al cómic, a la ilustración, a la caricatura, a las viñetas e, incluso, sin pensarlo, un día ya estaba inmerso en la infografía. Y sobre la pulcritud que mencionas tiene que ver con la pasión. Me veo como un cantante de rock, como un rockstar; entonces, en el momento de mi performance es como si estuviera en concierto; estoy ahí, dándole con todo el alma.
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¿Qué explicación tiene que Arequipa sea cuna de artistas gráficos?
Por ahí Omar Zevallos hizo un libro de las caricaturas y de Arequipa, y él ensaya ahí que podría ser el volcán y la fuerza, y de alguna forma atribuye eso a que los arequipeños son explosivos. Algo debe haber. Las coincidencias buenas también existen.
¿Cómo defines tu temperamento en el trabajo que haces?
Creo que como poesía. Hago mis composiciones para que tengan sentido, las formas, el peso de la tinta y del color, cómo colocar el contrapeso, las cantidades, cómo hacer para que cuando lo veas sientas algo bonito, que te guste, si tiene que ser fuerte buscar los elementos que procuren eso, si es un llamado de atención o es nostalgia, los espacios en blanco.
¿La infografía es una suerte de arte mayor?
Hasta 2009 estaba metido en todo lo que tiene que ver con la ilustración, estudiaba en la universidad y comencé a hacer mis pininos. Hacía caricaturas en vivo en la televisión con Carlos Galdós, me probé con Ángel Hermoza y Juan Acevedo en El Otorongo de Perú21, siempre relacionado con el dibujo; busqué a Yerovi, hice algunas cosas en Monos y Monadas y siempre por ahí, nunca en la noticia; hasta que me llaman de El Comercio para hacer infografías. Y sentí que hacía algo distinto, que no tiene que ver con el arte. Con la infografía me pasé al bando del periodista. Me ponen la etiqueta de artista, pero no me siento artista. Me siento un comunicador que uso el arte como herramienta. Justamente, el trabajo que se hace en el South China Morning Post tiene esa mezcla de ilustración con información. Eso tiene que ver con que durante años siempre he estado consumiendo y mirando las infografías del New York Times, National Geographic y del South China Morning Post. Este último me llamaba más porque tenía más ilustración. Y de alguna forma quedó eso y me incliné para ese lado; y mira, el fruto es que acá se dan cuenta de que tengo el estilo del South China Morning Post, y por eso terminan llamándome (risas).
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Bueno, me cuentas que la crianza de tu madre también fue clave.
Le doy muchas gracias a mi madre por haber hecho de todo para sacar adelante a sus tres hijos y, por supuesto, soy una persona de fe, estoy muy agradecido a Dios siempre… Cuando recibo un premio no lo recibo yo, el Víctor de ahora, sino el Víctor de los 9 o 10 años. Siempre siento esa ilusión.
AUTOFICHA:
-“Soy Víctor Zenobio Sanjinez García. Pero yo me pongo Víctor Z. Sanjinez para hacerme el interesante (ríe). Nací en la ciudad de Arequipa. Mi madre es cusqueña, pero a mi padre no lo conocí. Mi madre fue todo, por eso siempre estoy pendiente de ella”.
-“Alguna vez en la adolescencia intenté conocer a mi padre. Estuve cerca, investigué. Encontré familiares de él, lo seguí y cuando estaba cerca se me movía el corazón, pero no me atreví y nunca más volví. A mis 22 años, me contactaron para decirme que había muerto”.
-“Entré a la PUCP para pintura, pero terminé cambiándome a Diseño Gráfico. Me dediqué a trabajar y llevé cursos que tenían que ver con el periodismo. Estoy preparando tres libros: de mis viñetas en El Comercio, otro sobre un cuento y como idea tengo uno sobre cuando trabajé en la mina a los 11 años”.
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