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En Caliente: El deporte de ser sensato ante una pandemia
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Predecir la reacción natural humana ante una crisis global es imposible. Las emergencias suceden (todo el tiempo) mientras la vida a la que nos hemos habituado continúa. En China, por ejemplo, tuvieron que pasar poco más de cuatro meses para que sus ciudadanos dejen de infectarse con el coronavirus, gracias a un control rígido —pero tardío— del Gobierno. En el transcurso murieron más de 3 mil personas. Y aunque las autoridades de salud expliquen cientos de veces que el porcentaje de mortalidad de este virus es bajísimo, aunque traten de reducir esta situación a cifras frías, siempre la pérdida de una sola vida destruye la de muchas otras. Por ello, a pesar de ser siempre impredecible, reaccionar es lo que nos ha llevado a prevalecer en este mundo, que de enfermedades sabe bastante.
El deporte, parte esencial de la sociedad, no es ajeno a esta pandemia del COVID-19. En esta crisis están involucrados todos: dirigentes, deportistas, organizadores y hasta trabajadores de instituciones. Algunos la tuvieron clara desde el arranque, otros trataron de medir con un criterio insostenible el avance del coronavirus por su región, y unos pocos aún siguen escépticos sin saber el riesgo que corren.
Aquí la sensatez no discrimina disciplinas ni potencias económicas. Este es el balance entre los aciertos y la necedad frente a una situación de alarma mundial.
CUANDO LA PLATA NO TE CIEGA
Rodolfo D’Onofrio, presidente del club de fútbol argentino River Plate, dio el ejemplo en su país. Cuando la pelota seguía corriendo en tierras albicelestes, pese a que el virus ya rondaba en Sudamérica, D’Onofrio decidió el 13 de marzo no mandar a su plantel a disputar un partido programado para el día siguiente. Los demás equipos jugaron aquel fin de semana con normalidad, y hasta criticaron duramente a River.
Hoy, Argentina también se encuentra en estado de emergencia y con aislamiento obligatorio al igual que el Perú. Hay más de 150 infectados y cuatro muertos. El fútbol, lógicamente, se paró como tenía que pasar. Ni toda la plata que mueve en taquilla el ‘Millonario’ lo cegó.
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UN TERMÓMETRO ILUSORIO
La especulación ante una situación de riesgo solo demuestra el egoísmo de ciertas personas. En el mundo del deporte también hubo mucha imprudencia. Ahora casi todos los eventos mundiales, ligas profesionales y torneos han sido suspendidos. Pero para llegar a ese punto se tuvieron que afrontar varios escollos y resistencia.
La ‘National Basketball Association’, o solo NBA para los amantes del baloncesto, anunció la paralización de todos sus encuentros el 12 de marzo. La medida fue forzada, porque en realidad se iba a hacer un pronunciamiento oficial días después. Lo que apresuró a los directivos norteamericanos fue el positivo para coronavirus que arrojó un integrante del Utah Jazz, horas antes de realizarse un juego a puertas cerradas contra Oklahoma City Thunder. Así de fuerte pegó la realidad, como un ‘bombazo’ de LeBron.
En el tenis tampoco hubo una reacción inmediata y segura. El 17 de marzo se decidió aplazar el Roland Garros de Francia hasta setiembre. Todavía se pensaba ir contra la corriente en mayo a puertas cerradas. Incluso Roger Federer se pronunció al respecto e instó a sus fanáticos a quedarse en casa. “Espero que todos tomemos en serio esta situación”, publicó en redes.
Pero el que se llevó todos los premios a la irresponsabilidad fue el fútbol: la FIFA. La Conmebol ya le ha pedido dos veces que las Eliminatorias en Sudamérica para Qatar 2022 sean postergadas. La FIFA canceló el arranque de marzo y ahora sigue evaluando, con un termómetro ilusorio ante una evidente emergencia global, que se desarrollen en setiembre. Por otra parte, la Champions League se siguió jugando hasta fines de febrero sin público, cuando el virus avanzaba rápido y dejaba decenas de muertos. Un periodista español que fue a Italia para cubrir el Valencia-Atalanta se contagió del COVID-19. Ahora hay varios futbolistas infectados. La ineficacia en Europa se dejó notar y cobró caro, peor que una goleada en contra. Por lo menos, aún quedan individuos que sí piensan en su seguridad y la de su familia, como Cristiano Ronaldo que no demoró en darse una auto-cuarentena.
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EL PODER DE LA TERQUEDAD
El mundo entero sigue impresionado por el impávido comportamiento de los organizadores de los Juegos Olímpicos de Tokio. Para ellos, todo puede seguir con naturalidad. Faltan cuatro meses para el inicio de este importante evento, y la orden es seguir sobre la marcha. El presidente de la organización, Yoshiro Mori, ya dijo que le resulta “inconcebible” cancelar las actividades rigurosamente programadas.
Ya es sabido que los japoneses son metódicos, pragmáticos, meticulosos y también, cuando quieren, obstinados. Pero en este caso el foco está puesto en un grupo reducido, porque la población ya demostró que está en contra. Tal vez la ardua tarea de planificación y el tiempo invertido para sacar adelante unos Juegos perfectos no le permiten a Mori pensar con claridad. Su terquedad puede ser producto de la impotencia, o quizá del ego.
La reacción humana ante una crisis es impredecible, y más cuando se gastaron tantos recursos para llegar a un fin. Pero, cuando el riesgo de atentar contra millones es latente y cuando la propia conciencia sufre de obnubilación, lo mejor es escuchar a los sabios. Y en Japón la sabiduría abunda.
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EL MEJOR PARTIDO QUE HEMOS JUGADO
El fútbol local despertó a tiempo como lo hizo el Gobierno. Antes de que inicie la fecha 7 del Apertura de la Liga 1, antes del estado de emergencia, antes del toque de queda, la organización suspendió el torneo. El 12 de marzo se tomó la drástica y necesaria medida cuando empezaron a brotar los primeros casos de coronavirus.
Los clubes y la Federación Peruana de Fútbol (FPF) no se quedaron atrás. Universitario y Alianza demostraron su grandeza —en todo sentido— al poner a disposición del Estado sus predios para atender la emergencia. La FPF, por su lado, donó el bus de la selección para transporte. Estos gestos son importantes y humanizan al deporte, que es parte vital de la sociedad.
Ojalá todos hayamos entendido el mensaje. Apoyemos quedándonos en nuestras casas.
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