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Pelé: Los 80 años de un astro cuya luz sigue brillando [ESPECIAL]
Este viernes el Rey del fútbol llegó a las ocho décadas. Conversamos con Ramón Mifflin, quien compartió con él en los dos clubes en que militó: el Santos de Brasil y el New York Cosmos de EE.UU.
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Una experiencia de niño. De esas que marcan. Tenía 7 años y su padre no podía contener las lágrimas. Era lo que luego se llamaría el ‘Maracanazo’: Brasil perdía 2-1 ante Uruguay en la final del Mundial de 1950. Fue ahí que hizo el juramento de su vida: “No llores, papá, que yo voy a ganar una Copa del Mundo para ti”.
Diez años después, en 1958, cumplió su promesa. El eterno 10 fue clave en la final del Mundial de Suecia, la que Brasil ganó por 5-2 con dos goles del adolescente Edson Arantes do Nascimento. Se ponía la corona, con solo 17, aquel que hace tan solo unos años era un niño que limpiaba zapatos en la calle para aportar a la economía del hogar y que durante su tierna infancia pateaba descalzo un balón hecho de tela.
Este viernes Pelé llegó a las ocho décadas. Lo que significa un legado imperecedero de títulos. 1,282 goles. 25 títulos con el Santos de Brasil (incluidas dos Copas Libertadores). Es goleador histórico de su selección, con la que ganó tres mundiales.
Su estatus de ícono sobrepasó el terreno de juego. Fue embajador de la ONU y ministro de Deportes del expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-98).También probó su faceta de cantante, y tuvo un paso por el cine y la publicidad.
Pesca, música, un gol, una deuda
“Yo soy la perla negra; entonces, voy a comprar un collar de perlas”, dijo Pelé. Lo acompaña el mediocampista peruano Ramón Mifflin. Estaban en Japón en 1975. Se habían hecho amigos cuando jugaron en Santos y, al emigrar el Rey al Cosmos de New York, en 1975, recomendó a Mifflin. No seas huachafo, respondió él dentro de la joyería. Y el local comenzó a llenarse de gente. Pelé, Pelé, decían los japoneses. Entonces, el ídolo, sin desistir, salió, subió al auto y Mifflin tuvo que cerrar la operación. No fue posible una rebaja que pretendía el astro y hubo que pagar el precio. Cada vez que se comunican, el exfutbolista peruano le recuerda a Pelé que le debe cinco dólares.
Aún mantienen comunicación. La última vez que hablaron fue hace cuatro meses. “Compartí con Pelé los mejores momentos de mi vida”, expresa Mifflin.
Su gran amigo lo recuerda como una persona muy solidaria. Estaba siempre pendiente de mi familia, dice, y jugaba con mis hijos. Siempre atento. Siempre cordial. Me agarró mucho cariño, agrega. Entre sus aventuras hubo innumerables cenas y salidas (el 10 gustaba de los restaurantes). Lugares lejanos como Uganda. Una camaradería dentro y fuera de la cancha, precisa. Muchos lugares, anécdotas, personas. Incluso fueron a visitar la Casa Blanca en 1975 con el entonces secretario de Estado, y fanático del fútbol, Henry Kissinger. Por esa época Kissinger frecuentaba el camerino del Cosmos cuando jugaban en Nueva York y conversaba siempre con el Rey, y también con el exvolante peruano.
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Multifacético, Pelé tenía distintas pasiones. Una de ellas era la música. En las concentraciones tocaba la guitarra y cantaba alegremente."Lo hacía bastante bien", cuenta Mifflin.
Otra era la pesca. Estando en el Santos, concentraban en una casa que daba a un lago. El Rey cogía su caña y nadie lo acompañaba. Solo Mifflin. No hagas ruido que espantas a los peces, decía el ídolo en el bote. Miffiin entonces se preguntaba qué hacía ahí si no podían hablar, pero tal vez en ese silencio llegó a entenderlo. Esa afición requería paciencia y disciplina. Formaba el carácter. Según cuenta Mifflin, el secreto para ser el mejor jugador de la historia es entrenarse el doble que todos. Pelé se quedaba después de terminadas las prácticas ensayando tiros libres, saltando, cabeceando. Descansa, cuídate; esos eran sus consejos. Eso lo hizo un jugador completo. Un adelantado a su tiempo, según el exmundialista peruano, quien destaca su velocidad, además de su regate.
Esto comenzó en los cuartos de final de México 70. En el 4-2 en Guadalajara que perdió Perú ante Brasil, tras el cual intercambiaron camisetas. Es un tesoro que conserva el también entrenador peruano. Parece nueva, pues la tenía guardada en vidrio. Será el legado para su hijo. “Cuando muera, se la lleva él”, dice quien considera que el gol más importante de su carrera es el que marcó en el partido de despedida de su infaltable compañero en 1977.
Es alguien que no vivió tan rápido, dice Mifflin. Por ello considera que su amigo es el mejor ejemplo para alguien que quiera lograr sus metas en el fútbol. No se le atribuye ningún defecto o indisciplina, apunta.
La leyenda recibe sus 80 años con la salud debilitada, lo que lo mantiene lejos de los medios, pero lúcido. Así, Pelé sueña con un final a la altura de todo lo vivido. “Espero que, cuando fallezca, Dios me reciba de la misma manera en que todo el mundo me recibe hoy por cuenta de nuestro querido fútbol”, dijo hace unos pocos días.
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