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Joaquín Randall, empresario cusqueño: “Todas (nuestras empresas) aportan a crear comunidad”
En Ollantaytambo lidera un hotel, un restaurante, una destilería, una marca de café, un colegio y un proyecto social. Perú21 entrevistó a Joaquín Randall, empresario cusqueño de padres norteamericanos.
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Nació en la casa al lado del antiguo hotel del pueblo. Su padre fue el partero. Hotel de la estación de tren de Ollantaytambo que data de 1925.
Su madre vive hasta la fecha en aquella casa, que hoy es parte del albergue que Joaquín Randall administra, 43 años después. Hospedaje que es parte de las empresas que él ha gestado. Entre ellas, contabilizamos un hotel en la Ciudad Imperial; y en Ollantaytambo, la Destilería Andina; el colegio Kuska School, que fundó con su esposa y amigos; la marca de café Mayu; el restaurante Chuncho y el programa de reforestación Valle Sagrado Verde. Dice que sus ideas nacen de la curiosidad. “Y si nadie las hace, siento la obligación de hacerlas”, me dice desde la carretera, viaja de Ollantaytambo a la ciudad del Cusco.
Sus padres llegaron de Estados Unidos. Él de California y ella de Seattle. Viajaron por todo Latinoamérica. Aventura que empezó en 1974. Pisaron el Perú por primera vez y detuvieron la marcha en Ollantaytambo, luego de dos años. Un escritor y una pintora.
-¿Por qué tus padres dejaron Estados Unidos?
Eran parte de la generación que buscaba otro modelo de vida, lejos del capitalismo puro y duro que se vivía en Estados Unidos en esa época. Pero mi padre falleció cuando yo era niño.
-¿Te han contado qué los atrapó del Cusco?
Al buscar una manera más simple de vida, les atrajo mucho el paisaje, la cultura, la tradición. Ellos eran viajeros. Se asentaron ahí y empezaron a hacer su vida de bohemios, de artistas. Pero se dieron cuenta de que no podían hacer vida sin integrarse a la comunidad y rápidamente lo hicieron. Tuvieron sus compadres, tuvieron sus hijos. Tengo un hermano mayor que nació en el 76 y yo nací en el 79. Asistimos a la escuela pública en Ollantaytambo e hicimos nuestras amistades allá. Decidieron quedarse y tuvieron la oportunidad de hacer una vida que les permitía ser artistas y vivir del turismo. En un inicio el hospedaje era un sitio para mochileros. Con los años hemos ido cambiando y desarrollando, pero ellos de algún modo fueron pioneros del turismo, tal vez sin pretenderlo. Ellos fundaron la segunda empresa de trekking, por lo menos del Cusco.
-Con padres norteamericanos y siendo del Cusco, ¿dónde estaba tu identidad?
Éramos bilingües. Hablábamos inglés en casa y castellano en la calle. Pero también vivíamos con una familia de Ollantaytambo, donde eran siete hermanos, que fueron como hermanos nuestros. Entonces, no éramos ajenos al pueblo. Aprendimos algo de quechua, participábamos en las danzas, las fiestas, en el trabajo en el campo. Pero claro, viajábamos a EE.UU. y era un shock cultural fortísimo, porque llegábamos a la casa de mis abuelos junto al campo de golf y la piscina.
-¿No pensaste en dejar Cusco y vivir en EE.UU.?
Mi hermano sí se mudó a EE.UU. a los 12 años. Se fue a vivir con unos tíos. Y me quedé solo con mi madre. Pero en esa época había más inversiones turísticas y en el año 90, una época muy caótica, fuimos a Estados Unidos, visitamos a unos amigos que nos ofrecieron una casa, pero la verdad que no nos sentíamos cómodos, extrañábamos Ollantaytambo, el calor humano que se sentía. Entonces, nos quedamos en Cusco. Cuando cumplí 16 años, volví a Estados Unidos para hacer un año más de secundaria e hice la universidad. Y ya luego retorné al Perú.
-¿Por qué volviste?
Cada uno encuentra su lugar. Terminé la universidad y había un par de ofertas de trabajo, pero no me llamaban la atención, y tenía ansias de volver. Dije: “voy a regresar a mi pueblo”. Mi madre vivía sola en Ollantaytambo. Hice mis estudios enfocados en temas de sostenibilidad y gestión ambiental; cuando volví a Ollantaytambo, vi que había oportunidades de tratar de hacer cosas por el medio ambiente, gestión de desarrollo económico y cultural.
-O tal vez, finalmente, te quedaste en Ollantaytambo por la memoria de tu padre, él quizá tuvo el anhelo de quedarse.
Él está enterrado en el cementerio de Ollantaytambo, siempre vamos a visitarlo. Creo que él amaba más que nadie la cultura andina. Le gustaba mucho la cultura quechua, las tradiciones y tratar de entender el legado de los incas.
-Ahora, tus padres llegan como huyendo del mundo capitalista. Y al final, de alguna forma, has edificado un pequeño mundo capitalista.
(Risas). Irónicamente; y sí, hemos sido precursores del capitalismo acá (risas), al menos del espíritu de emprendimiento. Aunque mis papás, de algún modo, lo empezaron, pese a que su expectativa era de subsistencia, mientras que yo sí tengo una perspectiva de crecimiento económico y hacemos un capitalismo responsable, estamos comprometidos con nuestra comunidad. Todas (nuestras empresas) aportan a crear comunidad y compromiso con el lugar.
-¿Qué otro frente te falta abrir?
Estamos en un proceso de consolidar la empresa. Y me gustaría contribuir a la sostenibilidad de nuestra comunidad. Me gustan los temas de ordenamiento territorial, conservación y protección de la naturaleza, planificación urbana, la gestión pública.
-¿En algún momento entrar a la política?
Soy miembro del ente gestor de Ollantaytambo, que tiene un propósito de guiar las políticas del distrito. Pero directamente, como candidato, no es mi propósito; me gusta más ser aliado del sector público y privado.
-¿Tu padre qué pensaría?
Mi padre era bastante académico, tenía una interpretación más intelectual y creo que por ese lado a veces me siento corto, porque no he seguido esa línea, soy más pragmático; seguramente tendría muchas críticas (ríe).
-¿Cómo te defenderías?
Él apreciaba mucho la capacidad administrativa de los incas, que tenían una visión macro de cómo hacer que funcionen las cosas. Y yo estoy tratando de aportar a que las cosas funcionen mejor, a nivel social, económico y medioambiental.
AUTOFICHA
- “Soy Joaquín Randall Weeks, tengo 43 años. Nací en Ollantaytambo. Estudié Desarrollo Sostenible en Estados Unidos, luego de lo cual ya trabajé. En la ciudad del Cusco tenemos el hostal El Balcón; en Ollantaytambo, el hotel El Albergue y Destilería Andina”.
- “También tenemos el restaurante Chuncho, un proyecto de comida local, tradicional, usando 100% productos locales; el café Mayu, en la estación del tren está la cafetería y nosotros mismos tostamos el café. Y bueno, Destilería Andina tiene las marcas Caña Alta y Matacuy”.
- “También exportamos a Europa y Estados Unidos. El Matacuy es un destilado de caña de azúcar que está infusionado con una estación de más de 35 botánicos, y es una bebida tradicional del Cusco, que se toma después de una comida y cada familia tiene su receta; la nuestra, es la receta de mi madre”.
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