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Alonso Cueto: ‘No defiendo ideologías’ [Video]
En su última obra ‘La pasajera’, el escritor nos habla del país escindido e injusto que aún resulta el Perú para la mayoría de sus habitantes.
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Alonso Cueto acaba de publicar La pasajera (Seix Barral), novela donde la violencia política que vivió el Perú durante los 80 y 90 vuelve a ser su materia narrativa.
Allí se confrontan las visiones que encarnan Delia, una ayacuchana víctima de esos años de oprobio, y Arturo, un militar protagonista de los abusos. Para pensar el país.
La violencia que sufrió el Perú en los 80 y 90 es una constante en tu literatura…La guerra de Sendero Luminoso es el gran acontecimiento del siglo XX en el Perú. Es un momento de nuestra historia que expresa nuestros problemas estructurales –racismo, discriminación, ignorancia–, nuestras brechas sociales. Las guerras, en general, son un modo para conocer a los seres humanos, y esto es lo que les interesa a los escritores: ver el rostro verdadero de la gente, y este se muestra en las guerras. Nuestras verdaderas identidades no se ejercen en la vida diaria, en la vida cotidiana, sino cuando enfrentamos un riesgo, una amenaza, una situación de peligro.
¿Te consideras un escritor político?La política está en muchas de mis novelas, pero no porque yo tome una posición política o ideológica. Uno no escribe para defender la ideología o las propuestas de un partido político. Ahora, las formas de gobierno, las situaciones sociales y políticas específicas siempre están en mis textos. Lo que me interesa es poner de manifiesto que una gran parte de la población peruana fue ignorada por el Estado, por los gobiernos de turno, por las autoridades… ignorada por todos. Si la guerra de Sendero surge, es por la situación de total abandono –en educación, en salud, en empleo, en vivienda, en todo sentido– del Estado con respecto de sus ciudadanos.
¿Cuán ideológica es una novela como La pasajera?Una novela que busca cierta complejidad nunca es ideológica. Una novela que busca ser interesante nunca propone una visión del mundo, propone un contraste de visiones, una combinación de experiencias. Por definición, la novela es un género democrático porque tiene que 'atender' a un universo de personas y tiene que mostrarlas en su diversidad de entornos, mundos, vivencias. En ese balance, en esa alternancia, es donde busca su valor, su riqueza.
Siento que esta novela recoge lo dicho por la Comisión de la Verdad (CVR)…Una novela nunca busca defender, atacar, denigrar, enaltecer ni a un prototipo de personaje ni a una idea ni a una visión del mundo. Un escritor trabaja con seres humanos de carne y hueso, seres que considera únicos e irrepetibles. Conceptos como el bien, la belleza, la dignidad son totalmente ajenos a lo que un escritor quiere hacer. Para escribir un libro, un escritor entra a un cuarto oscuro y avanza a tientas, buscando el roce de una piel, el aliento en una voz, las líneas en un rostro, el sonido en una voz… eso es lo que le importa, la búsqueda de un personaje único e irrepetible que siente, que piensa, que tiene anhelos.
Historias como las que cuentas –una violación y un embarazo posterior– o las que contaba La cautiva, la obra de teatro, sucedieron aquí, aunque muchos quieran negarlo…La cautiva me pareció magnífica. Hay que recordar, hay que confrontar, hay que tener presente lo que pasó nuestro país. Hay muchas personas que no pueden olvidar lo que pasó en la guerra interna, y lo hacen por la injusticia que se vive hasta hoy. No hay perdón ni reconciliación sin justicia.
Por: Gonzalo Pajares C. (gpajares@peru21.com)
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