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Hilda Leguía, ganadora de la Taza de Excelencia 2020: “En el Cusco tenemos un café de primera y es nuestro orgullo"
Todavía emocionada con la noticia, Hilda Leguía Gonzales, de 40 años, dice que gracias al café sus cinco hijos han podido salir adelante. Para Hilda y su esposo Cirilo Amílcar Altamirano, eso es lo más importante. El café ha permitido que los tres mayores hagan una carrera, y por eso nunca se rindieron. La ganadora de la Taza de Excelencia 2020 trabaja en la Finca Esperanza, a 1848 msnm, en Amaybamba, Inkawasi, La Convención, Cusco.
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Todavía emocionada con la noticia, Hilda Leguía Gonzales, de 40 años, dice que gracias al café sus cinco hijos han podido salir adelante. Para Hilda y su esposo Cirilo Amílcar Altamirano, eso es lo más importante. El café ha permitido que los tres mayores hagan una carrera, y por eso nunca se rindieron. La ganadora de la Taza de Excelencia 2020 trabaja en la Finca Esperanza, a 1848 msnm, en Amaybamba, Inkawasi, La Convención, Cusco.
El café que Hilda presentó es de la variedad geisha, y logró 90 puntos en la competencia donde participaron 184 muestras procedentes de 10 regiones. En su finca de una hectárea y media tiene otras variedades de café como catimore y típica, pero la sutileza y suavidad del geisha fue la apuesta de esta familia, donde el mayor de los hijos es policía. “Y le sigue una enfermera, y una que acaba de terminar la carrera de educación. Los otros son menores. El más chiquito tiene dos meses y medio”, cuenta Cirilo, maestro, y admirador de su esposa: “Ella es una mujer de chacra, que ha entregado todo su esfuerzo al café”.
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El sueldo de un maestro no es suficiente para una familia numerosa. Por eso, para ellos el café es una bendición. “No es un trabajo fácil. El café es mi orgullo. En el Cusco tenemos un café de primera y esperamos que el mundo lo conozca cada vez más”, comenta Hilda, mientras tiene en brazos a su bebé, y al lado está su nieto Rui, de siete años, un chiquito inquieto que la acompaña a las labores de cosecha.
“Sus papás le enseñaron el trabajo duro, sacrificado y honesto”, interviene Cirilo, quien a pesar de tener una clara vocación por la enseñanza se deja seducir por el aroma del café.
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Así como cosechan el café, lo consumen. “Ojalá se consuma más, el café es bueno, y sano”, agrega Hilda. En casa no falta el café, y sobre todo el amor por la tierra, esa tierra que les ha permitido cumplir, al menos, dos sueños: dar educación a sus hijos, y recibir este reconocimiento.
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“Tenía esperanza, pero también muchos nervios”, recuerda Hilda lo que vivió la tarde del viernes cuando su nombre se escuchó en la salita que acondicionó la cooperativa Inkawasi. Desde ese momento, el trabajo sigue, pero la alegría no se va de la pequeña casa de la familia. Están convencidos que tendrán grandes oportunidades, que el café seguirá siendo una bendición.
DATO:
Quienes no pudieron ver la ceremonia de premiación pueden hacerlo visitando el dominio de la Plataforma Nacional Virtual para la Promoción del Café AQUÍ
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