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El 'muro de la vergüenza': El barrio pobre ya no quiere mirar al otro lado [Crónica]
En el barrio Vista Hermosa, en Pamplona Alta, cuentan con luz eléctrica hace apenas 6 meses. El agua escasea y cuesta más que en cualquier otro lado.
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Los vecinos de Pamplona Alta, en San Juan de Miraflores, ya no miran hacia el otro lado. (Anthony Niño de Guzmán)
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Los vecinos de Pamplona Alta, en San Juan de Miraflores, ya no miran hacia el otro lado. (Anthony Niño de Guzmán)
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Los vecinos de Pamplona Alta, en San Juan de Miraflores, ya no miran hacia el otro lado. (Anthony Niño de Guzmán)
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Los vecinos de Pamplona Alta, en San Juan de Miraflores, ya no miran hacia el otro lado. (Anthony Niño de Guzmán)
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Fotos: Anthony Niño de Guzmán
Todos los vecinos del barrio Vista Hermosa, en La Rinconada de Pamplona Alta (San Juan de Miraflores), lo conocen como el 'muro de la vergüenza'. Este muro, que se comenzó a construir en la década de 1980, acabó de levantarse, en este sector, hace nada más que cuatro años.
"Cuando habitamos el cerro ese muro no existía. Después aparecieron cuatro dueños y dijeron que había que cercar porque estábamos dentro de su terreno, y exigieron que teníamos que desalojar toda la parte de arriba porque iban a poner un muro de contención", dice Sofía Raquel, de 36 años, habitante de este barrio.
Raquel señala que eran cerca de 400 familias pertenecientes a La Rinconada —a solo unos minutos de distancia— las que se fueron de las casas de sus padres o familiares buscando un lugar donde establecer sus propias familias. Raquel es dueña de una bodeguita de madera. Tiene nueve hijos. Es dueña de casa. Y más importante que el muro, es dar de comer a sus hijos.
Son las 3 de la tarde y la niebla cubre las precarias casas armadas de plástico y madera. Hace frío y corre mucho viento. Subir hasta este lugar resulta ser todo un desafío. En el camino, casi siempre empinado, te encuentras con escombros, piedras, mucho polvo y basura, perros abandonados, bebés descalzos, niños y niñas jugando, mujeres atendiendo bodeguitas y hombres trabajando en sus carros.
El muro, que tiene 10 kilómetros de largo y 3 metros de alto, es de concreto y está reforzado con grandes alambres de púas. Divide los asentamientos humanos de San Juan de Miraflores y Villa María del Triunfo con uno de los sectores más lujosos de Lima, la urbanización Las Casuarinas, situada en Surco, y se extiende también hasta La Molina. Dos realidades en un mismo cerro.
Para Danae Vidarte, de 25 años, el muro se levantó como una medida discriminatoria, pero dice que no le importa echarlo abajo. "Nos dicen que ellos lo hicieron por un tema de seguridad, para que no nos sigamos expandiendo. Pero la verdad es que todas las personas de acá somos trabajadoras, tenemos familias y no salimos a robar", afirma.
El barrio Vista Hermosa, según cuentan sus pobladores, tiene luz eléctrica recién hace 6 meses. Antes, tenían que 'colgarse' de otros vecinos. Agua tienen, pero verde, del desagüe, y se la suministran mediante silos. El 'aguatero' —como le llaman a los camiones que venden el líquido vital— cobra 5 soles por cada tacho de no más de 2 litros y 3 soles por un poco menos que eso. Pero deben pagarlo, porque nadie puede vivir sin agua.
Hay otros vecinos para los que el muro no representa nada en particular. Por ejemplo, Aida Chamorro, de 50 años, dice que, dado que siempre hay un montón de niños jugando, si el muro no estuviera un montón de ellos se habría accidentado. Lo que sí señala como un problema es que algunas personas —vendedores, niñeras, vigilantes— que trabajan en el sector de las Casuarinas ahora tengan más dificultades para llegar a su destino.
"Algunos tenían sus trabajos a sus espaldas. Se les hacía más fácil llegar. Demoraban 15 minutos. Ahora tienen que darse toda la vuelta, se les hace más difícil. Tienen que salir más temprano y el pasaje que antes se ahorraban ahora lo tienen que gastar. Podrían haber dejado un pase por acá, al menos", dice Chamorro.
Volvemos a la parte más alta de cerro. Subimos escaleras y atravesamos las casas, que se muestran ordenadas de un modo arbitrario. En una parte del muro, luce un dibujo (un niño saludando, una niña cultiva la tierra, un chanchito y un pollo pintados de colores vivos, pero envejecidos por el polvo) y dice: "Vivamos sin muros". Otro dice: "Vivamos sin discriminación". Pedimos una escalera de madera a una vecina y nos encaramamos a mirar al otro lado.
En un reciente comunicado, La Municipalidad de La Molina señaló que el cerco de piedra delimita el Parque Ecológico, de propiedad de la Superintendencia de Bienes Nacionales, a varios kilómetros de donde nos encontramos. El muro, precisa la comuna, fue levantado en coordinación con la ex alcaldesa de Villa María del Triunfo, Silvia Barreda. Los vecinos, según comprobamos, no están enterados de esta situación.
La niebla no deja ver con claridad, pero encaramados en una escalera de madera se pueden ver las casonas con piscina incluida, grandes patios verdes y maravillosamente decoradas, que los vecinos del asentamiento humano ya no quieren mirar. Desde el otro lado, los residente de las Casuarinas tampoco los pueden ver. A veces, pareciera que, simplemente, la solución es dejar de mirar al otro lado. Pero la realidad, pese a la niebla, salta a la vista.
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