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Perú, otra vez en un Mundial: Las claves que nos están llevando a Rusia

Perú volverá a jugar la máxima competencia del fútbol mundial desde que lo hiciera en 1982.

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Tuvieron que pasar 36 años para que más de uno pueda escribir sobre esto. Para algunos, como yo, es más de una vida. Una vida en la que muchos crecimos y convivimos con los fracasos, los ‘jugamos como nunca y perdimos como siempre’, con las indisciplinas, las alegrías furtivas, los ‘Chorrigolazos’, entre otras cosas. Pero hoy es un día distinto. Hoy lees con ojos secos de tanto llanto que Perú está en un mundial. Porque ayer, en nuestro Estadio Nacional, se vivió algo que el pueblo peruano no olvidará con facilidad: Perú logró el resultado que debía conseguir y firmó su pase a Rusia.
¿Cómo fue eso posible? ¿Cómo, luego de un inicio en el que se pierden cuatro partidos, se empata uno y se gana uno solo en los primeros seis, se puede finalizar invicto en las últimas seis jornadas y clasificar? ¿Cómo es posible que un equipo que ganó siete partidos de 16 haya arrancado perdiendo en cuatro de ellos y haya logrado lo que logró?
Todo comenzó en marzo de 2015, cuando Ricardo Gareca asumió la responsabilidad de dirigirnos y lo hizo con una frase que determinaría mucho de lo que hoy celebramos. “Yo creo en el jugador peruano”, sostuvo en su presentación y desde ahí partieron las claves de su éxito.
La convicción del 'Tigre'
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Fue, sin duda, la base de este proceso. Gareca comenzó su historia con la blanquirroja afirmando su convicción en el jugador peruano y no se cansó de repetírselo a los 60 jugadores que convocó a lo largo de estas Eliminatorias. Pero su principal creencia comenzó por él mismo. No es un secreto que, para que un DT asuma el reto de nuestra selección, debe tener bien puesto aquello que las gallinas ponen. Y el ‘Tigre’ los tuvo bien puestos. Los tuvo para tomar decisiones como borrar a ‘vacas sagradas’, perdonar a quien se lo merecía, convencer y darles confianza a ciertos jugadores que creímos perdidos en algún momento, bancarse críticas (muchas veces malintencionadas), asumir sus errores y, sobre todo, corregirlos en el camino.
Pero sí, su principal convicción fue para con los jugadores. Durante este proceso eliminatorio, Gareca le cambió el ‘chip’ al jugador. Le hizo creer, desde el inicio, que no era menos que nadie, que en cualquier cancha podía salir a jugar de igual a igual, y de esta forma se consiguieron resultados históricos como los triunfos en terrenos invencibles por nosotros, como Asunción y Quito, y la igualdad en Buenos Aires.
También sirvió para que nuestro equipo no baje los brazos cuando estuvimos en dificultades. Por eso es que muchas veces pudimos igualar encuentros complicados; como ante Venezuela en ambos encuentros, ante Argentina en Lima; o complicar rivales como a Chile en Lima y Santiago. Nunca bajamos los brazos.
Principalmente, fue fundamental para corregir el camino luego de unas primeras seis fechas que nos tenían con nulos motivos para creer que la clasificación era posible. Y esto fue visible pues el equipo fue uno luego de la derrota en Montevideo y otro luego de ella.
Mano dura y perdón
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Esa misma convicción con la que empezó Gareca al inicio estuvo mal enfocada, pues comenzó creyendo en un equipo con apellidos ‘intocables’ como Pizarro, Farfán, Vargas, Zambrano, Ascues o Advíncula. Algunos de esos apellidos con jerarquía e historia no volvieron más, algunos por falta de compromiso, otros por no rendir lo que se esperaba y, en otros casos, por un simple recambio natural.
Es así que el empate en Lima ante Venezuela fue el último partido de Vargas (debut y despedida), Zambrano, Ascues y Farfán. Así es también que, luego de la caída en Montevideo ante Uruguay, Pizarro salió ‘lesionado’ y no volvió más.
Pero no todo fue borrón y cuenta nueva. También supo ‘perdonar’, supo volver a confiar. En Advíncula, por ejemplo, que, luego de una indisciplina, se vio fuera del equipo hasta por siete encuentros antes de volver en el triunfo en Lima ante Bolivia.
Otro ‘perdonado’ fue Jefferson Farfán, quien, producto de un mal comportamiento luego de la igualdad ante Venezuela (fecha 5), no volvió a ser convocado hasta la victoria ante Bolivia en el Monumental (fecha 15). En el medio, distintas lesiones y su pase al Lokomotiv de Rusia, donde comenzó a reflotar la vieja ‘Foquita’ que, estando enfocada, podía darnos mucho.
Consolidó y confió
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Tal vez, otra de las claves más importantes. Con la salida de históricos y consolidados con la bicolor, el ‘Tigre’ se quedó con un puñado de jugadores  que empezaban a dar sus primeros pasos con la selección y otros como Guerrero o Rodríguez, quienes ya sabían lo que era vestir la camiseta peruana.
Es así que la Copa América Centenario fue fundamental (fue entre la fecha seis y siete), pues de ahí quedaron nombres importantes como los de Trauco, Cáceda, Araujo o Abram. Además, le sirvió para ver más a otros, como Flores, Ruidíaz, Polo o Corzo, y consolidar lo que sería la dupla de zagueros hasta el final Rodríguez-Ramos.
Parte de la convicción de la que habló siempre Gareca hizo que un jugador como Christian Cueva, quien tuvo su peor momento en la parte final de su paso por Alianza, se convierta en pieza clave de lo que vino después.
Esa misma convicción sirvió para consolidar a jugadores como Yotún, a quien reconvirtió en volante de primera línea con un éxito que pocos creían posible, o Trauco, quien le dio una inyección de calidad a ese lateral izquierdo, pese a que la marca no es su mayor fuerte, o al mismo Flores, quien, con humildad, juego y goles importantes, nos emocionó.
Pero también confió en jugadores capaces de tirarse de cabeza al piso por él, como Corzo. Confió en ‘desconocidos’ como Loyola o Santamaría, que respondieron con creces en su debut en Quito, o Manzaneda y Cartagena.
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Leyendas y mitos rotos
Cuántas veces escuchamos el famoso ‘jugamos como nunca y perdimos como siempre’, o cuántas veces le echamos la culpa a Dios por perder en el final, por esos rebotes en los últimos minutos, por ese ‘ajuste’ eterno en cada final de partido. Cuántas veces miramos al cielo con cara de ‘esto no puede estar pasando’, ‘hasta cuándo’. Cuántas veces dábamos por perdida una jornada cuando sabíamos que nos tocaba viajar a Asunción, Quito o Buenos Aires, o ya nos decepcionábamos cuando nos visitaba Uruguay.
Este proceso se encargó de romper más de un mito o leyenda que perseguían a nuestra selección, como esos 35 años sin mundiales nos perseguían a los hinchas. Este proceso se encargó de hacernos pensar después de cada partido ‘están pasando cosas’ y esas cosas nos hacían pensar que, después de tanto tiempo, este podía ser nuestro momento.
¿O ya se olvidaron de cómo rezamos y sufrimos en los minutos finales, en las victorias en Lima ante Ecuador, Uruguay y Bolivia, y en ese final en la tarde histórica en Quito? Pero lo más importante, lo que sí fue tangible, fue que pudimos volver a ganar de visita. Y no una, sino dos. No en lugares conocidos, sino en canchas vírgenes para nosotros.
Perú destrozó mitos en Asunción en noviembre de 2016, cuando goleó 4-1 a Paraguay. Rompió con 12 años sin triunfos de visita (el último fue en Montevideo en 2004), remontó por primera vez, en esa condición, un marcador adverso y venció por primera vez a Paraguay en su estadio.
Perú destrozó mitos en Quito en setiembre de este año cuando venció 2-1 a Ecuador. Nunca en nuestra historia habíamos conseguido tres puntos en suelo norteño y, además, con ese partido, igualábamos nuestro mejor registro de victorias en Eliminatorias con tres (la última vez había sido en 1997 con Juan Carlos Oblitas como DT).
Gracias a Cabrera y a Chile
Así como Perú fue otro equipo luego de la derrota en Montevideo, nuestra situación fue otra gracias a Nelson Cabrera. Pero, ¿quién es esa persona? Es el jugador paraguayo nacionalizado boliviano que jugó mal inscrito en la victoria 2-0 ante Perú en La Paz y luego en la igualdad 0-0 ante Chile en Santiago.
Para nosotros, su apellido quedó en el olvido luego de la caída en la altura, pero se volvió altamente conocido gracias a la dirigencia chilena, que encontró la irregularidad en su inscripción y reclamó ante el TAS y la FIFA por los puntos de ese partido. Aquí, en Lima, llegó el eco de esa noticia y nuestros (aletargados) dirigentes aprovecharon para hacer lo mismo.
Tuvimos que esperar más de un año para conocer el resultado y este llegó previo a las fechas 15 y 16. Una jornada antes, luego de vencer a Uruguay en el Nacional, Perú abandonaba luego de nueve fechas el octavo lugar y ascendía al séptimo, pero fuera de eso, los tres puntos que nos cayeron del cielo nos acercaron al pelotón que peleaba por un cupo en Rusia.
De esta manera se encaraban los cruces ante Bolivia en el Monumental (Marc Anthony nos quitó el Nacional) y Ecuador en Quito. Así, con la moral de sabernos cerca, de saber que todo dependía de nosotros, así afrontaríamos la visita a Argentina y el choque con Colombia, y estuvimos a la altura.
Perú sufrió y mucho, porque ya es una costumbre nuestra tener que hacerlo para disfrutar después. Pero todo el sufrimiento valió la pena.
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