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"Es un buen día para llorar", la voz de un hincha que no se cansa de alentar
El partido entre Perú vs. Nueva Zelanda ha despertado los más honestos sentimientos y el más humilde agradecimiento.
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No sé ustedes, pero desde hace unos días tengo la piel escarapelada, tiesa, con un grito ahogado que se muere por gritar que ya estamos en Rusia. Me desvelo, la ansiedad me gana, pienso en la noche de hoy. Imagino el Nacional repleto, cantando, siento la alegría, las lágrimas de que todo por fin acabó. Para ser más exactos es la misma sensación que sentía de chibolo la mañana antes de un partido de campeonato en el colegio o en el club. Si queremos ser aún más exactos, los mismos nervios antes de decirle a ella si quería salir a dar una vuelta conmigo.
No sé en qué momento patear una pelota se convirtió en la vida. Buscando en recuerdos no sé que fue primero: si aprender a leer o hacer dominadas. Salir afuera a mataperrear por seis horas y lanzarse a jugar triangulares interminables por una gaseosa nunca fue tan divertido como en los veranos de los noventa. Caía el sol y mi calle, en San Martín, era un festín de muchachos de seis o siete años que, completamente sucios, no dejábamos de sonreír por meter gol. Ni la llovizna ni los viejos carros que pasaban obligando a parar el partido, menos los vecinos gritones nos impedían seguir. Ya en el colegio, con J, Diego y Joel nos encontrábamos en el camino y siempre llegábamos con los zapatos sucios. Los lustrábamos en casa, pero ¿cómo mantener a una pelota dentro de la bolsa?, era un pecado, debíamos sacarla para que ruede y llevarla a puro pase hasta el colegio.
Ufff y la primera vez en el Nacional no la olvido. Con un equipo del IPD fuimos a participar de un campeonato en las canchitas que están alrededor del estadio. Fue una mañana intensa, no sé si ganamos algo, pero en un descuido de los guachimanes con tres amigos nos trepamos unos fierros, logramos entrar y subimos las escaleras a una velocidad que pensé que no teníamos. Levantamos la mirada y allí se veía una luz poderosa, un segundo después teníamos el verde del viejo estadio. Estaba completamente vacío, imponente. Nos quedamos callados, nos prometimos jugar alguna vez ahí
La vida era eso, el fútbol era eso y no faltaba nada más.
La vida era eso, el fútbol era eso y no faltaba nada más.
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Puedo decir que la mitad de mis amigos los hice en una cancha de fútbol. Díganme ¿acaso hay un abrazo más sincero que ir a celebrar un gol? Hoy ellos también están nerviosos como yo. De hecho hemos hablado solo de fútbol durante toda la semana. Y con mi viejo también. Pa', es tal cual como me lo contabas de España 82. Y mira tú, todo esto no se lo debemos a ningún político ni a nadie, solo a un grupo de jóvenes que nacieron en barrios desconocidos y que hoy tendrán su revancha. Porque en Collique, Callao, Barrios Altos, Chorrillos, Villa El Salvador, Trujillo, Tarapoto nacieron y aprendieron a jugar los que nos darán la alegría más importante en 35 años. Porque esos que hoy estarán en el Nacional ya son ganadores. Le han ganado al hambre, a los vicios, a la indiferencia, a no tener ni un sol en el bolsillo y aún así seguir apostando. Vencieron a las lesiones y a las críticas por un mal partido. Se salvaron de un disparo, de morir quemados en un trabajo o de ser atropellados. Escogieron el balón a un revólver, a darles alegrías a sus padres en vez de tristezas. Lo hicieron bien.
Por eso hoy es un buen día para llorar y lo haremos juntos. Por eso si Nueva Zelanda nos mete un gol que solo sea para alentar el triple, porque si Carrillo se falla una solo en el arco que nuestros gritos le levanten la cabeza. ¡Una vas a tener Oreja, no te desesperes que en la canchita de Collique todos te están mirando!, Gallese no la sueltes nunca, Advíncula rompe el récord mundial de velocidad esta noche. Cueva, que hoy Reid y Smith bailen la contradanza de tanta pirueta tuya. Ruidíaz, métela con lo que sea pero vamos a celebrar. Señor Rodríguez gracias por esa tranquilidad porque si tu la tienes todo va a estar bien. Y Farfán, apresúrate que hoy tu mamá no se quedará dormida en la tribuna y gritará un gol tuyo, ya no tiene que trabajar de madrugada para comprarte unos chimpunes.
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Gracias, gracias y gracias muchachos, porque nadie se merece más el triunfo que ustedes. Gracias porque el chico de cinco o seis años ya no quiere ser Messi ni Ronaldo, ahora quiere ser Cueva y Flores. ¿Vieron cuántas camisetas de Guerrero se venden? Son nuestros héroes y si bien el Perú no cambiará de un día para otro, hoy por fin nos daremos ese abrazo que nos debemos desde hace décadas como país. Vamos a llorar juntos de alegría.
Todos.
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