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2 mil personas han sido asesinadas a lo largo de una década por defender el planeta
Al menos 177 personas defensoras de la tierra y el medioambiente de todo el mundo fueron asesinadas el año pasado, con lo que el número total de homicidios entre 2012 y 2022 asciende a 1.910, según un nuevo informe de Global Witness.
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Al menos 177 personas defensoras de la tierra y el medioambiente fueron asesinadas el año pasado por intentar proteger el planeta: una cada dos días, según un nuevo informe de Global Witness publicado hoy, en colaboración con socios de todo el mundo. Las nuevas cifras elevan a 1.910 el total de asesinatos de personas defensoras entre 2012 y 2022.
Estas conclusiones se dan a conocer antes de que los Gobiernos del mundo se reúnan en noviembre en los Emiratos Árabes Unidos para la COP28, donde los Estados harán balance de los progresos realizados en la aplicación del histórico Acuerdo de París, establecido en 2015. El nuevo informe de Global Witness pone de relieve el papel crucial que desempeñan las personas activistas en la defensa y consecución de la justicia climática, pero destaca que, entre la aprobación de ese histórico Acuerdo sobre el clima (el 12 de diciembre de 2015) y el 31 de diciembre de 2022, se asesinó a, por lo menos, 1.390 personas defensoras.
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El año pasado, Colombia resultó ser el país con la mayor tasa de homicidios del mundo, con 60 muertes en total; más de un tercio de los asesinatos ocurridos. A pesar de que Colombia ratificó en octubre de 2022 un importante acuerdo regional jurídicamente vinculante que obliga al Gobierno a prevenir e investigar los ataques contra personas defensoras, esta cifra casi duplica el número de asesinatos registrados en 2021.
Desde que Global Witness comenzó a documentar la muerte de activistas de la tierra y el medioambiente en 2012, en Colombia se ha matado a al menos 382; lo que lo convierte en el país con el mayor número de asesinatos denunciados en el mundo durante ese periodo.
La mayoría de los homicidios registrados en 2022 (el 88 %) se produjeron en América Latina. En esa región, otros países con una elevada tasa de ataques mortales el año pasado fueron Brasil, con 34 asesinatos; México, con 31; y Honduras, con 14. En Filipinas murieron un total de 11 personas defensoras.
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Asimismo, la investigación concluyó una vez más que las comunidades indígenas del mundo se enfrentan a un nivel desproporcionado de agresiones con consecuencias mortales, ya que fueron víctimas de más de un tercio (34 %) de los asesinatos mundiales del año pasado, a pesar de que solo constituyen cerca del 5 % de la población mundial.
A pesar de la persistencia de los asesinatos de personas defensoras durante los últimos 11 años, rara vez se ha llevado ante la justicia a quienes los cometieron porque los Gobiernos no investigan adecuadamente estos crímenes y la impunidad resultante fomenta nuevas agresiones.
Shruti Suresh, codirectora interina de campañas de Global Witness, declaró:
“Las personas responsables de ataques mortales contra activistas llevan demasiado tiempo saliéndose con la suya. Incluso si no llegan a asesinar a las personas defensoras, ejercen violencia, intimidación y hostigamiento contra ellas en distintas partes del mundo para silenciarlas,” explicó. “Pero el movimiento mundial de personas a las que unen la determinación y el compromiso de defender sus hogares y comunidades está siempre en pie de guerra, a pesar de verse amenazado por las irresponsables acciones de empresas y Gobiernos, y no lograrán silenciarlo,” detalló.
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“Seguimos reconociendo y honrando la labor de las personas defensoras que han perdido la vida y les dedicamos a ellas, a sus familias y a sus comunidades nuestro informe,” añadió. “Seguiremos trabajando para hacernos eco de su voz, ya que son esenciales en la lucha contra el cambio climático y la protección de nuestro medioambiente ante la explotación.”
Por último, comentó: “Los Gobiernos del mundo deben atajar urgentemente los asesinatos sin sentido de quienes defienden nuestro planeta, entre otras cosas protegiendo los ecosistemas más valiosos, que desempeñan un papel fundamental para hacer frente a la emergencia climática,” aclaró. “Para acabar con la violencia y la injusticia a las que se enfrenta este tipo de activistas, debemos mancomunar esfuerzos a escala regional, nacional e internacional. Ya se han perdido demasiadas vidas. Y no nos podemos permitir perder más.”
El análisis de Global Witness muestra que la Amazonía es uno de los lugares más peligrosos del mundo para las personas defensoras: el año pasado, en la mayor selva tropical del planeta se produjeron 39 asesinatos, más de uno de cada cinco (22 %) de los registrados en todo el mundo. Entre ellos se incluyen el del periodista británico del Guardian Dom Phillips y el de Bruno Pereira, experto en pueblos indígenas, asesinados el pasado mes de junio mientras recorrían territorio indígena en la región amazónica de Brasil. En total, desde 2014 se ha asesinado a, por lo menos, 296 personas defensoras en la Amazonía.
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En el informe se analizan también casos de comunidades indígenas de la selva tropical que se enfrentan a diversas amenazas derivadas de actividades como la minería del oro y la explotación forestal. Se indica que se ha relacionado a empresas con sede en el Reino Unido, la Unión Europea y los Estados Unidos con violaciones de derechos humanos cometidas contra estas comunidades, al haberse descubierto oro extraído ilegalmente de tierras de los kayapós en las cadenas de suministro de la refinería de metales preciosos italiana Chimet y de la empresa minera Serabi Gold1.
Laura Furones, asesora principal de la campaña de las personas defensoras de la tierra y el medioambiente, declaró:
“Los estudios han demostrado una y otra vez que los pueblos indígenas son los mejores custodios de los bosques y, por tanto, son imprescindibles en la mitigación de la crisis climática,” explicó. “Sin embargo, en países como Brasil, Perú y Venezuela los están asediando precisamente por llevar a cabo esa labor. Cada día tenemos noticias de nuevos ataques y nuestro informe destaca algunas de esas historias,” añadió.
Furones continuó: “Cuando, hace menos de dos años, más de un centenar de países firmaron la Declaración de Glasgow en la COP26, se comprometieron a poner freno a la deforestación para el año 2030. Sin embargo, ahora sabemos que en 2022 se perdió un 10 % más de bosques primarios que el año anterior, esto es, que vamos en la dirección equivocada y estamos malgastando un tiempo muy valioso, que se nos acaba,” detalló. “Hemos de reconocer que, para que no desaparezcan los bosques, es indispensable proteger a quienes los consideran su hogar. Las medidas contra la creciente emergencia climática y la defensa de los derechos humanos deben ir a la par.”
Según el informe, los nuevos datos sobre asesinatos de personas defensoras no reflejan con exactitud la verdadera magnitud del problema, ya que las cortapisas a la libertad de prensa y la falta de un seguimiento independiente en muchos países —especialmente en África, Asia y Oriente Medio— dificultan la denuncia de estos homicidios. Asimismo, en el análisis se pone de relieve un preocupante patrón que está surgiendo a escala mundial de casos de silenciamiento de personas activistas mediante la criminalización, que implica que los marcos jurídicos que deberían protegerlas se convierten en armas para atacarlas.
El caso del Perú
Según Global Witness, entre el 2012 y 2022, se han registrado un total 54 defensores asesinados en Perú; más de la mitad de esas muertes tuvieron lugar en la región amazónica del país.Perú se encuentra entre los 10 países más peligrosos del mundo para los defensores de la Tierra y el Medio Ambiente por poseer la cuarta superficie más grande de bosques tropicales del mundo (después de Brasil, la República Democrática del Congo e Indonesia) al ser blanco de actores criminales que se dedican a la producción y tráfico ilegal de la hoja de coca.Además, las comunidades indígenas como los kakataibos, shipibo-konibos y otras que viven a lo largo de los ríos Aguaytía, San Alejandro y Sungaroyacu en las regiones Ucayali y Huánuco en la Amazonía peruana, llevan años denunciando reiteradamente las invasiones de sus tierras ancestrales y la explotación ilegal de sus recursos naturales, como la extracción de madera para dar paso al cultivo de coca.
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