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El devastador testimonio de los familiares de los 5 compatriotas que murieron el 11S
“Tengo una herida abierta y sangrante que me traga entera, que me devora y me devora cada vez que llega el 11 de setiembre”, declaró la madre de uno de los peruanos que perdió la vida en el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York.
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La tragedia del 11 de setiembre del 2001 en New York, también golpeó a cinco familias peruanas. Ese día perdieron la vida Julio Fernández Ramírez, Luis C. Revilla Mier, Kenneth Lira, Iván Luis Carpio Bautista y Roberto Martínez Escanel. Ellos son considerados héroes por la comunidad peruana de Estados Unidos.
A continuación, algunos testimonios sobre el dolor y el recuerdo de nuestros compatriotas.
??A 20 años del día que cambió el mundo para siempre: revelan imágenes inéditas del atentado a las Torres Gemelas. Más: https://t.co/F617RRizni pic.twitter.com/njWWHo5jRW
— Clarín (@clarincom) September 11, 2021
Kenneth Lira Arévalo:
Cuando el peruano Kenneth Lira Arévalo obtuvo su título de ingeniero de sistemas y empezó a trabajar en las Torres Gemelas, sus padres no podían ocultar su satisfacción por el progreso profesional de su hijo.
Hoy, luego de 18 años de la tragedia, el dolor de la familia Lira Arévalo sigue vivo. Desde el 11 de setiembre del 2001, Marina Arévalo, madre de Kenneth Lira, no ha cesado de llorar la muerte de su hijo. No hay nada ni nadie que calme plenamente su desconsuelo. Solo sus oraciones diarias le permiten tener un respiro y seguir viviendo sin su compañía.
“No puedo aceptar la muerte de mi hijo. Yo en mi mente y en mi corazón veo y siento a Kenneth. Lloro desconsoladamente al no poder tocarlo, abrazarlo y escuchar su voz. Cada vez que veo las imágenes de las Torres Gemelas en llamas se me parte el corazón. Estoy muy mal y siento que eso no cambiará nunca”, comentó.
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La madre de Kenneth, agradeció las distintas muestras de cariño de parte de la comunidad peruana y de las autoridades del estado de Nueva Jersey.
“Yo le agradezco todo lo que hacen para mantener vivo el recuerdo de mi hijo. Yo cambiaría todas las ceremonias en su honor, todas las placas conmemorativas, los monumentos y hasta renunciaría a mi propia vida con tal de poder volver a abrazarlo, mimarlo y decirle que lo amo aunque sea por un instante. Una sola oportunidad me haría feliz, me devolvería la paz”.
Marina Arévalo, finalizó diciendo: “Tengo una herida abierta y sangrante que me traga entera, que me devora y me devora cada vez que llega el 11 de setiembre”.
Iván Luis Carpio Bautista:
La mañana del fatídico 11 de setiembre del 2001 a Rita Bautista, tía de Iván Luis Carpio Bautista, el sonido insistente de su teléfono celular la obligó por un instante a separarse de la pantalla del televisor, donde las imágenes de las Torres Gemelas abrasadas por el fuego y el humo revelaban la tragedia que se vivía en el corazón de Manhattan.
Tan pronto Rita atendió la llamada, escuchó la voz de su sobrino Iván quien ese día cumplía 24 años. Él le decía que había un incendio en la Torre Norte del World Trade Center y que se disponía a evacuar el edificio.
“Tía, hay un incendio en el edificio y vamos a evacuar. No te preocupes. Hay mucho humo, pero ya nos vamos. Te quiero mucho. No te preocupes”, fueron las últimas palabras que escuchó Rita de su sobrino, que se encontraba trabajando en el restaurante Windows of the World, ubicado en el piso 107.
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La tía, en su desesperación, solo atinó a decirle que se cuidara, que saliera pronto de ese lugar y que se fuera a su casa. “Cuando colgué, me quedé temblando y empecé a rezar para que Iván pudiera escapar con vida de esa torre”.
Segundos después, Rita intentó comunicarse con sus demás familiares para decirles que Iván estaba atrapado en la Torre Norte, pero el sistema telefónico se encontraba saturado y era imposible conectarse.
“Yo intentaba hablar con mis familiares, pero sin despegar la mirada del televisor, hasta que de pronto vi cómo se derrumbó la Torre Norte. En ese momento se me partió el corazón. Se fue mi vida”.
“Era muy difícil que mi sobrino Iván pudiera haber tenido tiempo de escapar. Nunca pudimos recuperar su cadáver. Nunca tuvimos el consuelo de enterrar sus restos”.
Desde entonces la tía recordó a su sobrino como un joven lleno de vida, muy alegre y positivo.
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