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Chile: ¿Nueva Constitución en problemas?
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Por Christian Muñoz
“La Constitución debe procurar que, si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría”, rezaba una sugestiva frase de Jaime Guzmán, jurista chileno conservador, al que los australes reconocen como el verdadero artífice de la Constitución chilena de 1980, elaborada por encargo de la dictadura de Augusto Pinochet.
Ese ánimo constitucional restrictivo fue constantemente criticado por intelectuales y políticos de izquierda. Así, ya en 2013, Fernando Atria publicaba “El otro modelo”, ensayo que denunció que la Constitución contenía una serie de cerrojos antidemocráticos, destinados a proteger el modelo de la dictadura. Años después, la historia le dio a Atria la oportunidad de enterrar lo que, a juicio de muchos, era el último legado de Pinochet y Guzmán.
Fracaso octubrista
En octubre de 2019, el mundo contempló anonadado el inicio del denominado “estallido social”, que hizo tambalear los cimientos de la sociedad chilena. Entre otras cosas, los millones de movilizados exigieron una nueva Constitución. La demanda fue aceptada por la clase política y, así, se convocó a una asamblea para la redacción de un nuevo texto.
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La convención constitucional, controlada por una supermayoría de independientes e izquierdistas encabezados por el propio Atria, produjo un texto maximalista que fue contundentemente rechazado en un plebiscito realizado en septiembre de 2022: 61% votó en contra y solo 29% a favor. Al respecto, el periodista y analista chileno José Rodríguez Elizondo explica que ese proyecto fue “una salida in extremis”, cuyo único fin fue “mantener la institucionalidad” ante la asonada octubrista. Además, precisa que la polarización y una agenda marcadamente identitaria condujeron a su rechazo.
¿Repitiendo el error?
El fracaso octubrista fue un duro golpe para el gobierno izquierdista de Gabriel Boric, quien, dejando de lado sus funciones presidenciales, hizo campaña activa por el “apruebo”. Si bien Boric logró negociar la realización de un nuevo proceso, la oposición le impuso dos filtros: 12 lineamientos y un anteproyecto elaborado por una comisión de expertos. Los nuevos constituyentes trabajarían sobre esa base.
En las elecciones para la nueva convención arrasó el conservador Partido Republicano, que obtuvo 23 de 50 escaños y que, junto a la centroderecha, formaba una nueva supermayoría capaz de zanjar el proceso con un texto mesurado. La última encuesta de Cadem, no obstante, reveló que solo un 23% votaría a favor, mientras que un 57% en contra. La razón, explica el excanciller Francisco Tudela, es que “la mayor parte de la población está conforme con la Constitución vigente”. “Chile ha prosperado con esa Constitución. Si bien todo es perfectible, a veces en el mundo de la realidad más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, explicó.
Distinta lectura tiene Rodríguez Elizondo, quien identifica una suerte de “desquite político” de parte de los derrotados en el proceso anterior, aunque también que la derecha estaría repitiendo su error. “Esta nueva mayoría de derecha quiere imponer también cosas de detalle que no son propias de una Constitución, sino de la ley”, detalló.
Cabe preguntarse qué pasaría ante un nuevo rechazo en el plebiscito que tendrá lugar en diciembre. El excanciller Tudela opina que lo saludable sería desistir. “Es poco serio ir a una tercera asamblea en tan poco tiempo”, comenta.
Así, por paradójico que parezca, lo que sucedería es que la Constitución vigente, a la que durante el “estallido social” se identificó como el legado de Pinochet y Guzmán, continuaría rigiendo el destino de nuestros vecinos del sur. La ironía.
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