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Sobrevivió al frío intenso y su historia inspiró la película Everest: Conoce a Beck Weathers
La expedición, que prometía ser una de las más emocionantes aventuras en la vida de Weathers, pronto se convirtió en una pesadilla.
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En 2015, se estrenó ‘Everest’, una película biográfica de aventuras de supervivencia dirigida por Baltasar Kormákur y escrita por William Nicholson y Simon Beaufoy. La cinta narra la trágica situación vivida por Beck Weathers, un médico estadounidense y alpinista experimentado, durante la desastrosa expedición al Everest en mayo de 1996.
El 10 de mayo de 1996, Beck Weathers, a sus 50 años, decidió enfrentarse a la cima más alta del mundo: el Everest. La montaña de 8,848 metros representaba para él no solo un desafío físico monumental, sino también un escape de su vida cotidiana y de sus luchas internas, especialmente contra la depresión que lo había acompañado desde joven.
¿Cómo sucedió?
En una de las tragedias más recordadas del alpinismo, Beck Weathers y su equipo iniciaron su ascenso final hacia la cumbre del Everest. El aire enrarecido y el frío extremo pronto hicieron mella en los escaladores, pero para Weathers, el desafío se tornó aún más personal cuando su visión comenzó a deteriorarse rápidamente. La ceguera temporal, causada por una cirugía ocular previa y la intensa radiación ultravioleta a gran altitud, lo obligó a detenerse en el Balcón, a unos 8.000 metros de altura, con la esperanza de que sus compañeros lo recogieran al regresar de la cumbre.
Pero el destino tenía otros planes. Una feroz tormenta se desató sobre la montaña, transformando el Everest en un infierno blanco. La expedición se dispersó y Weathers quedó solo, abandonado en la ladera helada. La temperatura descendió drásticamente, y Beck cayó en un coma hipotérmico. Cubierto de nieve y con sus extremidades congeladas, su cuerpo cedió al frío. Cuando sus compañeros lo encontraron en ese estado, lo dieron por muerto y la devastadora noticia fue comunicada a su familia.
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En el gélido silencio de la montaña, Beck Weathers yacía inmóvil, casi completamente enterrado bajo la nieve. Los alpinistas que lo encontraron, cubierto de escarcha y con las manos y el rostro congelados, ya no esperaban milagros. Sin embargo, mientras el sol descendía y el frío se volvía aún más mortal, algo en Beck se rebeló contra la quietud de la muerte. En un acto de voluntad inexplicable, Beck Weathers despertó. Ciego y guiado solo por su instinto, comenzó a moverse.
El poder del sol, incluso en ese entorno inhóspito, había calentado su ropa lo suficiente como para devolverle una chispa de vida. Beck se levantó del coma hipotérmico, ciego pero decidido a no rendirse. A tientas, empezó a descender, confiando únicamente en su instinto. Cada paso era una batalla contra el frío y el dolor, pero la visión de su esposa y sus hijos, tan vívida y real, lo impulsaba a seguir adelante.
Llegar al campamento fue un milagro en sí mismo. Beck apareció ante sus compañeros como un espectro, con la piel ennegrecida por el congelamiento, los labios agrietados y la mirada vacía. Sin embargo, estaba vivo. Había sobrevivido tres días sin comer y dos sin beber, guiado solo por la imagen de su familia.
La odisea de una nueva vida
Tras ser rescatado de las garras del Everest, su vida dio un giro radical. Después de ser trasladado a un campamento a menor altitud, su travesía continuó en un hospital, donde su lucha por la vida se intensificó en la mesa de operaciones. Las manos de Beck, gravemente dañadas por el congelamiento, fueron amputadas: la derecha hasta el codo y varios dedos de la izquierda. Su rostro, desfigurado por la helada, necesitó reconstrucción, incluyendo la nariz, que fue reparada utilizando tejidos de otras partes de su cuerpo.
La recuperación física, aunque desafiante, fue solo una parte de su odisea. Beck se enfrentó a un tumulto emocional y psicológico que lo llevó a una profunda revalorización de su existencia. Las cicatrices visibles en su cuerpo eran un constante recordatorio de su feroz batalla con la montaña, así como de su triunfo sobre la muerte
Reinventarse a sí mismo fue una tarea monumental. La depresión, una sombra persistente en su vida, amenazaba con resurgir en medio de la adversidad. Sin embargo, Beck halló en su experiencia una nueva fuente de fortaleza. Cada día se transformó en una oportunidad para redescubrir el valor de las pequeñas cosas, reafirmar su amor por su familia y encontrar razones para seguir adelante.
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La relación con su esposa, Peach, y sus hijos experimentó una transformación profunda. La cercanía de la muerte y la posterior recuperación les permitió reconectarse de maneras que antes parecían inalcanzables. La amenaza del divorcio se desvaneció, dando paso a un compromiso renovado y una comprensión más profunda del valor de la vida y de los seres queridos.
Beck Weathers, al resurgir de sus cenizas, encontró no solo un retorno a la vida, sino una oportunidad para redescubrirse. Su experiencia en el Everest se convirtió en un faro que iluminó aspectos de la vida que antes había pasado por alto. Su historia fue compartida en el libro “Dado por muerto”, un testimonio desgarrador y esperanzador de su odisea en la montaña. Junto a Peach, Beck comparte las lecciones aprendidas y los profundos cambios que transformaron su relación y su perspectiva de la vida.
Película ‘Everest’
La película “Everest”, estrenada en 2015, trajo a la gran pantalla la asombrosa y trágica historia de la escalada al Everest en 1996. Uno de los protagonistas de esta odisea, Beck Weathers, se sintió conmovido por la autenticidad de los paisajes y la dramatización de los eventos, aunque reconoció que ciertos matices personales no fueron completamente capturados. No obstante, ver su lucha y milagrosa recuperación recreada en el cine resultó, de alguna manera, liberador.
La tragedia del Everest y la increíble supervivencia de Weathers han dejado una huella imborrable en la historia del alpinismo. Tras enfrentar situaciones extremas, Beck se convirtió en conferenciante motivacional, utilizando su experiencia como un faro de esperanza para otros. Sus relatos no solo cuentan su historia de supervivencia, sino que ofrecen valiosas lecciones sobre la vida, animando a las personas a encontrar luz en las adversidades y a valorar lo esencial.
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En sus charlas, Weathers invita a la reflexión sobre la fragilidad de la vida y la resiliencia del espíritu humano. La cercanía con la muerte le otorgó una perspectiva única, haciendo que apreciara los momentos simples y los lazos personales que había descuidado. Su experiencia le enseñó que la verdadera riqueza radica en las relaciones y el amor compartido con quienes nos rodean.
Después de su aventura en el Everest, Beck volvió a su carrera como patólogo en un hospital de Dallas. A pesar de las limitaciones físicas que enfrenta, encontró en su trabajo una fuente de satisfacción y propósito. Sus manos, aunque mutiladas, simbolizan su resistencia y capacidad de adaptación ante la adversidad.
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