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Tras 10 años de guerra en Siria, rebeldes resisten en Idlib
Último bastión de quienes se levantaron contra dictador Bashar al-Assad también es refugio de yihadistas
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El 15 de marzo de 2011, miles de sirios salieron a las principales calles del país para protestar contra el régimen del dictador Bashar al-Assad. Hoy, 10 años después, las manifestaciones volvieron a repetirse, pero esta vez limitadas a la provincia de Idlib, en el norte del país. Esa zona se ha convertido en el último enclave de los rebeldes que por una década han peleado contra el régimen de Al-Assad en una de las perores guerras del siglo XXI.
“Hemos venido para reiterar nuestro compromiso, como lo hicimos en 2011 [...], para hacer caer el régimen de Bashar al-Assad”, declaró Hana Dahneen, que participó en las primeras marchas hace 10 años, a la agencia AFP. “Seguiremos nuestra revolución, incluso si tiene que durar 50 años”, agregó Hana.
Idlib no ha sido aún tomada por el régimen en virtud de un acuerdo entre Turquía —que apoya a los rebeldes— y Rusia —aliada de Al-Assad—. Pero el último enclave rebelde no solo alberga civiles o tropas prodemocracia, sino también yihadistas. Damasco, y también Moscú, alegan que Idlib es una suerte de nido de terroristas. De hecho, la zona sí tiene ocupación de milicianos islamistas. Según estimaciones de la ONU, hay una fuerte presencia de miembros del Hayat Tahrir al-Sham, grupo ligado a Al-Qaeda.
Rebeldes y yihadistas viven, por el momento, al amparo de Turquía, que quiere evitar una oleada de refugiados hacia sus fronteras y cuenta con la aprobación de Occidente. “EE.UU. y Europa apoyan la ocupación turca de facto en Idlib y otras zonas. No parece que Damasco o Moscú se vayan a atrever a presionar militarmente en estas condiciones”, señaló el profesor Joshua Landis, director del Centro de Estudios para Oriente Próximo de la Universidad de Oklahoma, al diario El País.
Sobreviviendo a la guerra
En esta suerte de limbo, la vida continúa. Hasán Jouneid y su hijo Malek, de nueve años, se dedican a reciclar el metal de los obuses de morteros y otras armas. “Estas herramientas de muerte y crimen utilizadas para bombardear a la población se han convertido en un medio de subsistencia”, aseguró el padre a la agencia AFP.
Las minas y los restos de explosivos de guerra, todos difíciles de detectar, siguen amenazando la vida millones de personas en Siria, según el Servicio de Acción Antiminas de la ONU. “El verdadero temor” es que estas bombas con temporizador siguen dispersas “entre la población”, aseguró Abu Ahmad, un antiguo oficial del ejército sirio que ayuda a Hasán en esta actividad peligrosa.
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Tres millones de personas viven en Idlib. Muchos niños, como Malek, ya no van a la escuela y pasan el tiempo entre residuos de explosivos, jugando en los escombros y recolectando el metal de las bombas.
Cabe agregar que 10 años de guerra en Siria han dejado casi 400 mil muertos oficiales, pero si se cuentan los desaparecidos, la cifra sube casi a 600 mil. Además, más de cinco millones de personas han debido huir del país. La mayoría se encuentra refugiada en Turquía, Jordania y Líbano. Según la ONU, el 60% de la población en toda Siria vive en una situación de inseguridad alimentaria.
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