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Al momento de votar
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Por Jorge Nieto Montesinos
Estamos a exactas dos semanas de las elecciones del Congreso complementario. Para encarar bien esa elección y tomar una buena decisión, no hay que olvidar qué nos trajo hasta aquí. Lo inmediato fue el obrar vocinglero de una mayoría parlamentaria que dilapidó esa situación. Tuvo casi tres años para legislar cómodamente sobre casi cualquier cosa: las reformas necesarias para el país o la ley que fuese sobre temas emergentes, como las sanciones más drásticas y sin beneficios para pederastas, violadores o feminicidas. Cualquier reforma o ley pudo haber sido aprobada por una holgada mayoría, si lo hubiese querido. Y hoy, en el momento del voto, lo recordaríamos.
Pero, en vez de ello, recordamos mucha palabrería agresiva y prepotente, muchas veces insultante, una polarización enconada e improductiva, inútil, alimentada solo por ideologías antimodernas que ganaron fuerza y notoriedad por la situación de estrés postraumático que vivió el núcleo dirigente de la dilapidada fuerza mayoritaria. El mito de un retorno imposible al momento prelaico y premoderno en la vida del Estado de derecho y de la sociedad, vio su propia viabilidad en la incapacidad para aceptar la derrota política de 2016 de un grupo dirigente inexperto o a veces comprometido con agendas inconfesables, como hoy empieza a saberse. Por eso pusimos en riesgo nuestra democracia y nuestras libertades. Eso, y algo más, es lo inmediato.
Lo mediato, es bueno recordarlo, fue una transición traicionada. El momento inaugural del siglo XXI peruano fue un gobierno, el de Valentín Paniagua, que anunció una vida pública austera y con fundamentos éticos, un Estado y un gobierno de leyes, y la búsqueda del bienestar y el interés general. Salvo las medidas iniciales y sobre todo las actitudes firmes de un presidente breve, lo que vino después, con aisladísimas excepciones, fue el zafarrancho que hoy estamos conociendo. La compra de la decisión política y la captura de la autoridad por la actividad corruptora de clubes de casi cada rama de la actividad económica, empezando por el famoso de la construcción. Con políticos nuevos o con políticos viejos, el gobierno permanente fue casi siempre el mismo. Y eso es lo que hay que empezar a cambiar.
Nuestra lucha contra la corrupción debería mirarse en el espejo de la transición. Si es parcial y no deja instituciones capaces de prevenir la corrupción que hoy puede estar en curso, en 20 años, o menos, estaremos volviendo a empezar, sorprendidos por una corrupción más grande que la anterior. La corrupción, esta corrupción, es la principal causa de las muchas desigualdades que hoy padecemos y que algunos, desde el estallido chileno, recién empiezan a ver. Al momento de votar es preciso recordar todo esto. 2020, 2021 y 2022 pueden ser años en los que emerja el arreglo institucional y la elite que necesita el país para recuperar el crecimiento y construir el desarrollo para todos. O pueden ser la confirmación de que el cambio es imposible. Oro y esclavos. La decisión está en el voto. Usémoslo.
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