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No dejes para mañana...
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Usted quiere adelgazar. Es bueno para la salud. Decide hacer dieta. Se esfuerza comiendo queso fresco por la mañana, ensalada en el almuerzo y un tecito por la tarde. Pero no resiste la tentación y a las tres de la mañana se empuja un pollo con papas fritas que dejaron en el refrigerador. Y repite el ritual todos los días. No adelgaza ni un gramo. Se llama procrastinación: acto o decisión por la cual posponemos una acción buena que nos dará beneficios futuros a cambio de obtener un beneficio inmediato. Por eso algunos fuman, otros no hacen ejercicio y ciertas personas no ahorran.
Ese es el fondo de la discusión sobre los sistemas previsionales, incluidas las AFP. Como la gente procrastina se justifica quitarle parte de su dinero para forzarla a ahorrar para su futuro. Lo dijo así Joaquín Rey en un artículo en este diario (“La irremediable tentación del hoy” 5/4/20). Dicho sea de paso, estimado Joaquín, el término es procrastinación.
La procrastinación existe. Es un sesgo cognitivo (una suerte de atajo de decisión automática) estudiado por la psicología y economía conductuales (y que uso con entusiasmo en mis clases, investigaciones y trabajo profesional). Su origen es evolutivo. En las cavernas quien pensaba mucho en el futuro moría. Para sobrevivir había que tomar decisiones en el día. El ahorro era virtualmente impensable por la escasez de recursos y falta de infraestructura institucional como bancos o mercados de valores. Heredamos genes de individuos que sobrevivieron y se reprodujeron con más frecuencia porque vivieron al día.
Varios errores ligeros llevan a pensar que la procrastinación justifica tomar tu dinero y forzarte a ahorrar. Primero, la racionalidad vigila los sesgos. No somos pura emoción. Quizás ahorremos menos de lo que podríamos. Pero ahorramos, y mucho. Hay trillones de millones ahorrados en bancos, fondos, seguros, acciones, inversiones, educación, bienes, etc. Si siempre procrastinamos no se entiende por qué sacrificamos tantos recursos de consumo presente para nuestro futuro.
Segundo, no ahorras y no asumes las consecuencias, los incentivos te harán seguir procrastinando. Y además, te vuelves irresponsable sobre el uso de tus recursos. Por ejemplo, una forma efectiva de cuidar tu futuro es educarte o educar a tus hijos. Pero si te quitan tu plata invertirás menos en educación.
Tercero, si los sesgos existen (y sin duda existen) y afectan a todas las personas, los funcionarios del Estado, los congresistas o los funcionarios de una AFP procrastinarían también. Se verán también afectados por sesgos. Pero, además, al decidir sobre lo ajeno, no tienen los incentivos para corregir sus sesgos. Y, si no, miren a un congresista o a un presidente: ¿se pueden imaginar alguien más procrastinador que quien hace promesas populistas para tirarse nuestros impuestos actuales y renunciar al futuro? ¿No es procrastinación haber organizado los Juegos Panamericanos en lugar de haber invertido en un mejor sistema de salud para nuestro futuro?
“No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Es un excelente consejo para cualquier individuo. Pero el refrán no dice: “Deja que el Estado decida hoy lo que no podrás hacer ni hoy ni mañana”. El refrán, así escrito, es una pésima idea.
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