José emigró a EE.UU. en 2015. Nació y creció en el Callao, donde estudió en la universidad con la esperanza de encontrar un trabajo formal. Sin embargo, al terminar sus estudios, las oportunidades en el mercado laboral peruano eran escasas y solo encontraba trabajos informales, con sueldos bajos y sin beneficios laborales. A pesar de haberse esforzado en estudiar y capacitarse, la formalidad le resultaba inalcanzable.
Desesperado por la falta de oportunidades, José tomó una decisión drástica: emigrar a Estados Unidos. Comenzó trabajando en el sector agrícola en California y luego encontró empleo como mesero en un restaurante en Patterson, Nueva Jersey. Aunque su situación en ese país también era difícil, al menos contaba con oportunidades que en Perú parecían imposibles de conseguir.
José recuerda bien el año 2014, cuando el Congreso peruano promovió una ley para fomentar el empleo juvenil, conocida como la “Ley Pulpín”. La ley ofrecía menos beneficios laborales para los jóvenes, como la eliminación de la CTS, gratificaciones, seguro de vida y utilidades, pero reducía los costos para las empresas, facilitando la contratación formal. Para José, que trabajaba en la informalidad sin recibir ninguno de estos beneficios, la ley representaba una oportunidad para acceder a un empleo formal, algo que nunca había tenido.
Sin embargo, las protestas contra la ley fueron masivas. José vio cómo sus compañeros de universidad, muchos de los cuales también enfrentaban dificultades para encontrar trabajo, lideraban marchas exigiendo su derogación. Al final, el Congreso cedió a la presión social y la ley fue anulada. Hoy, muchos de aquellos compañeros que celebraron la derogación tampoco han conseguido un empleo formal en Perú y varios de ellos, al igual que José, han emigrado en busca de mejores oportunidades.
Desde 2014, más de un millón de peruanos han emigrado, en su mayoría jóvenes entre 20 y 45 años, la etapa más productiva de sus vidas. Muchos de ellos ahora trabajan en Estados Unidos sin CTS, gratificaciones ni utilidades, pero con las oportunidades que nunca encontraron en su propio país.
José no puede evitar preguntarse si, de haberse mantenido la “Ley Pulpín”, él habría logrado un empleo formal en Perú, cerca de su familia y amigos, disfrutando del cebiche, del Sport Boys y del mar chalaco que tanto extraña. En cambio, ha construido su vida lejos de todo eso. Lo que más le duele es que, en un país con cerca del 80% de informalidad, se sigan manteniendo normas y costos laborales que empujan a los trabajadores hacia la informalidad o la emigración. Para él, resulta irónico que muchos jóvenes peruanos trabajen formalmente en el extranjero sin los beneficios que en Perú se exigen a las empresas, pero cuando están en Perú terminan exigiendo a las empresas que cumplan una legislación laboral que hace inviables a muchas de ellas, lo que las fuerza a contratar de manera informal o a no contratar en absoluto.