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El dedo mágico del Estado
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Los amantes del intervencionismo estatal y antilibertarios (mercantilistas y socialistas) siempre tienen justificación para restringir el mercado, haciendo uso de conceptos abstractos o vacíos como interés nacional (la voluntad de un grupo), bien común (justificación romántica a falta de argumentos económicos o técnicos), sector estratégico (¿cuáles serán?), la desigualdad o alguna crisis coyuntural.
Asumen, arrogantemente, que ellos saben más que todo el mercado y deben controlar o intervenir las actividades. Son tan atrevidos y mesiánicos que incluso dictaminan qué califica como un derecho para intervenirlo, limitar a los privados y/o saquear lo ajeno.
Para eso, solo requieren controlar el dedo mágico del Estado; ese que, con solo apretar una tecla (dictar una ley, otorgar un permiso, fijar un precio, subir impuestos, expropiar, etc.) lo “arregla” todo.
El operador del dedo mágico siempre es un funcionario “bendecido” con el poder y discreción para aprobar o afectar cualquier acto privado. No es necesario controlar a todos, bastan unos cuantos para que el dedo interventor haga su magia.
El dedo mágico “firuletea” en toda actividad y se evidencia en cada requisito o control que impone a la gente (permisos, exclusiones, tarifas, etc.) y brilla en las licitaciones, donde decide todo y –casi siempre– reclama para su uña una porción de “magia” (mugre). La uña también es dedo.
Para limitar al dedo mágico y preservar la libertad de la gente necesitamos de pocas leyes, pero que sean claras, simples y perdurables. Por todo ello, prefiero la “mano invisible del mercado” (libertad) al “dedo mágico del Estado” (la opresión).
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