En estos días ha circulado en redes un artículo del politólogo Carlos Meléndez sobre la ultraderecha en el Perú (noviembre, 2023). Se trata de una pieza que pertenece a un conjunto de escritos del Laboratorio para el Estudio de la Ultraderecha, de la Fundación Friedrich Ebert.
Es relevante el aporte que hace Meléndez para explicar que Renovación Popular y su principal figura, Rafael López Aliaga, configurarían una iniciativa política de ultraderecha, no solo por lo que aparece en sus documentos fundacionales o por su discurso político, sino también por sus medidas en el ejercicio gubernamental desde el poder que le da ser alcalde de Lima. Meléndez abre así la puerta a una discusión académica y, ojalá, a un debate público en general para entender qué representa la ultraderecha en el Perú. Esto en medio de un campo difuso y con bastante escepticismo en el debate ciudadano que niega, casi como si fuera un absurdo, que en el país pueda haber una ultraderecha.
Como desarrolla Rovira Kaltwasser de este mismo laboratorio de estudios, hay que empezar diferenciando la derecha convencional de la ultraderecha. La primera defiende las ideas de derecha respetando las reglas del juego inherentes al sistema democrático liberal (como fue Piñera en Chile, por ejemplo), mientras que la ultraderecha se caracteriza por posturas de derecha defendidas de forma radical y por mantener un vínculo hostil con la democracia liberal. Una vez que podemos diferenciar entre la derecha convencional y la ultraderecha, es posible distinguir dentro de esta última a la extrema derecha y la derecha radical populista.
Aquí son muy relevantes los aportes del politólogo neerlandés Cas Mudde en su libro La ultraderecha hoy (2021), según el cual, si la relación conflictiva es con la esencia de la democracia, estaríamos ante una extrema derecha, como el fascismo o nazismo, cuyos grupos neofascistas y neonazis tienen hoy poca penetración en los sistemas democráticos. Si el conflicto es con uno o algunos de sus componentes liberales, por ejemplo, la autonomía de los tribunales de justicia, la separación de poderes, el reconocimiento y protección de los derechos de minorías, estaríamos hablando de una derecha radical populista, como el Vox en España, y que, como este, sí consigue victorias electorales.
Mudde, además, identifica tres rasgos ideológicos fundamentales de la ultraderecha: el nativismo, el autoritarismo y el populismo. El nativismo sería una mezcla entre nacionalismo y xenofobia, el cual defiende que en cada Estado deberían vivir únicamente miembros de la Nación y que ideas o personas no nativas constituirían una amenaza para esa Nación. Se propone un Estado monocultural, que cierra las fronteras a los inmigrantes. En cuanto al autoritarismo, el autor se refiere a la idea de una sociedad ordenada de forma estricta, en la que todo lo que conciben fuera de ella será castigado con dureza y solo puede prevenirse con “educación moral” en las escuelas. Y el populismo hace referencia a que la sociedad está separada en dos grupos homogéneos y antagónicos: el pueblo puro y la élite corrupta. Además, resalta que la ultraderecha posee un fuerte componente de género, pues son sexistas y atacan constantemente los enfoques de género.
En ese sentido, para Carlos Meléndez, Renovación Popular y López Aliaga tienen un autoritarismo social alto y una posición populista. Por ello, los ubica en la ultraderecha, y entiendo que en la vertiente radical populista porque, si bien en teoría creen en el juego democrático, son hostiles con algunos de los elementos de la democracia liberal al confrontar de forma populista a ciertos actores empresariales o tomar ventaja de su posición como alcalde para avanzar con su agenda ultraconservadora. No es extrema derecha, pero según la clasificación de Mudde, aunque sea derecha radical populista, sigue en el espectro de la ultraderecha y, por tanto, de riesgo para la democracia liberal.