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Ariel Segal: El espejo griego y español
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En Grecia, el primer ministro Alexis Tsipras, del partido Syriza, llegó al poder prometiendo que no se "arrodillaría" ante los acreedores que le exigían políticas de gran austeridad y a pesar de ganar un referéndum para demostrar que su pueblo lo apoyaba, cedió totalmente al plan de rescate que se le impuso. Su coalición ha disminuido tanto que en diciembre logró aprobar un presupuesto draconiano para el 2016 con apenas 153 votos del Parlamento de 300 escaños. Ahora Tsipras negocia un nuevo paquete de ayuda económica que tendrá resistencia de los disidentes de Syriza, que proponen la salida de la Eurozona.
En España, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Pedro Sánchez intenta contra reloj formar una coalición de centro-izquierda que se complica por las posiciones encontradas de la centro derecha de Ciudadanos con el de izquierda Podemos, a quienes les exigen que atenúen algunas posiciones radicales de sus propuestas, como un cambio total de Constitución y una amplia política de estatización.
La tarea de Sánchez es titánica porque Ciudadanos y Podemos son partidos provenientes de la generación del 2008 de los Indignados, que la juventud de sus dirigentes y su autopercepción como "salvadores" de la patria les dificultan ceder en sus principios ideológicos. El diálogo entre PSOE y Podemos se complica porque este último sufre divisiones entre los que apoyan al líder Pablo Iglesias, de tendencia de izquierda intransigente, y los simpatizantes del número dos del partido, Íñigo Errejón, más centrista y concertador.
Los casos de Grecia y España muestran que partidos recién fundados, manejados por jóvenes inexpertos en política, tienden a dividirse cuando se manejan con improvisación, sentido mesiánico e intransigencia.
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