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Ariel Segal: Lecciones del Shakhtar y del Atlético
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El año pasado, en la final de Europa League 2015, el equipo ucraniano de Dnipro llegó a la final contra el que entonces campeonó, el Sevilla F.C. En ese momento, enfaticé cómo un equipo de mayoría de futbolistas nacidos en ese país, cuya ciudad, Dnipropetrovsk, se encuentra aún hoy en plena zona de conflicto con Rusia, logró llegar a esa instancia sin un presupuesto remotamente similar al de los equipos que derrotó, incluso sin poder jugar en su propio estadio. Este año sucederá lo mismo con el Shakhtar Donetsk, de Ucrania oriental, que también jugará en Kiev las semifinales contra el mismo Sevilla. ¿La paradoja? La emoción de todo un país, dividido en prorrusos o proeuropeos, se desborda al unísono, no solo por confrontar a equipos globalizados y más ricos, sino porque el fútbol los unifica a todos haciéndoles sentir "simplemente" ucranianos.
En 2015, en "La hazaña del Athletic" recordé cómo por tradición el equipo de Bilbao solo contrata a futbolistas nacidos o descendientes del País Vasco, y derrotó en la Supercopa de España al globalizado Barcelona F.C.
Guardando distancias, lo hecho por el Atlético de Madrid en la Champions, sacando al Barça, este año, para ir a las semifinales de la Champions League, vuelve a demostrar que un equipo con presupuesto mucho más modesto y con la mitad de sus jugadores españoles, puede codearse y retar al dinero y a los fichajes que mueven los equipos más globalizados.
Extrapolando a otros asuntos, en nuestros tiempos, con tanta falta de referencias propias que no sean las de tribus, religiones e ideologías exaltadas, aún persisten sanas nostalgias del sentido de identidad y de la eficiencia, sin chequeras ni fanatismos.
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