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Cambio de chip
Lo que sí se espera es que al piloto automático se le reemplace, al menos, con una cabeza pensante y una voluntad ejecutiva que, sin dejar de lado el rigor, se haga de los mandos y logre echar a andar al país.
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Con la accidentada vuelta de página del affaire Otárola, el gabinete tiene desde ayer un nuevo jefe, el exministro y exembajador del Perú ante la OEA, Gustavo Adrianzén. Un profesional meridianamente curtido en lides políticas –se desempeñó como titular de Justicia en el gobierno Ollanta Humala– que podría darle al Gobierno y a la presidenta Boluarte esa misma estabilidad relativa que le otorgaba su antecesor.
Lo que sí se espera es que al piloto automático se le reemplace, al menos, con una cabeza pensante y una voluntad ejecutiva que, sin dejar de lado el rigor, se haga de los mandos y logre echar a andar al país.
El nuevo primer ministro, de hecho, tiene retos concretos e inmediatos que enfrentar. Primero, conseguir el voto de confianza del Congreso. El canciller Javier González-Olaechea, por lo pronto, había anticipado, en alocución que incomodó al premier saliente, que iba a producirse “un relanzamiento de las políticas generales del Gobierno que incluirán algunas reformas para que la presentación y sustentación de la confianza del próximo gabinete no sea un trámite, sino sea una segunda oportunidad”.
Y ni qué decir que esa segunda oportunidad dependerá de cómo se conduzca Adrianzén y los puentes de diálogo que sepa tender con el resto de las fuerzas políticas, no solo en aras de la supervivencia del gobierno –o por los consabidos intercambios de favores entre Ejecutivo y Legislativo– sino en beneficio del desarrollo del país. Para nadie es un secreto el punto muerto en que actualmente se encuentran problemas medulares que lastran el avance hacia ese objetivo.
A Adrianzén, como a todo recién llegado al cargo, unos le otorgarán el beneficio de la duda y otros el de la confianza y claramente, habrá quienes se la negarán. Por lo que primero deberá ocuparse de las tareas urgentes, como poner freno a la galopante inseguridad que azota al país, un rubro en el que su antecesor no daba pie con bola, aunque ya, hoy mismo, preocupa que en el Ministerio del Interior no se hayan realizado los cambios que exigen los casi nulos resultados logrados por el actual titular de la cartera.
Y de inmediato, empezar por ejemplo la organización de la cumbre APEC, como parte esencial de lo que corresponde a la reactivación de la economía y la generación de empleo de calidad que tanta falta hace.
Es hora de cambiar el chip.
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