Entre el gato ron ron, juegos de vóley en Palacio de Gobierno y porrazos ministeriales nos distraemos de lo urgente. El resbalón y caída de un ministro parece el reflejo de la gestión gubernamental: rumbo al piso la economía, el empleo, la minería, la pesca, la seguridad ciudadana. El problema es que el porrazo va a terminar siendo para todos los peruanos.
En el mensaje a la nación, la presidenta Dina Boluarte nos mostró un espejismo de país dejando abierta, incluso, la posibilidad del cambio de nombres en dos ministerios, como si la nomenclatura repercutiera en las políticas estratégicas. Centrémonos en el Ministerio de la Mujer. Se anuncia un cambio de nombre de la entidad en lugar de percatarse de que sus acciones son invisibles como invisible es el liderazgo de su titular y, valgan verdades, la indolencia y la sordera terminan dándonos revolcones frente a la cruda realidad: los casos de violencia contra la mujer han aumentado de manera estremecedora este 2024. El flagelo para las víctimas proviene de la inacción y no del nombre. Llamarlo Ministerio de la Familia no significa que los problemas se van a solucionar.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la Policía Nacional del Perú reportó 61,496 denuncias por violencia familiar entre enero y marzo de este año, 7.9% más en comparación con el mismo periodo de 2023. Siendo el 90,7% agresiones físicas y sicológicas. Lima Metropolitana agrupa la mayor cantidad de agresiones contra mujeres, principalmente San Juan de Lurigancho, le siguen Arequipa, Piura y Cusco a nivel nacional.
Si bien se registra que las víctimas están empezando a denunciar más a sus agresores, la misma encuesta también revela que ese incremento de denuncias proviene de mujeres que denuncian por segunda vez. La mayoría, amas de casa, entre treinta y cincuenta años, que conviven con el agresor. Significa que nadie toma acciones efectivas para frenar la violencia familiar.
Las discusiones estériles se pierden entre el Gobierno y el Congreso, y ambos poderes con ánimos impetuosos de cambiarle el nombre al Ministerio de la Mujer por el de la Familia como si tal maquillaje, con aire de inclusión, evitaría que una mujer sea golpeada o asesinada.
Quizá la presidenta Boluarte haya escuchado en su viaje a China que, en algunas aldeas, existe la superstición de que, si cambias de nombre, cambia tu suerte. Alguien debería explicarle que no es así. El cambio de nombres no modifica la realidad. Son las acciones concretas y sensatas las que modifican el rumbo.
No queremos que nos cuenten cuentos ni nos canten el gato ron ron. Queremos que el Gobierno tome acción en la prevención y protección de las mujeres porque allí, cuando se pierde el tiempo en juegos palaciegos, una mujer corre el riesgo de ser una víctima más de feminicidio. Hay estadísticas que son muy dolorosas; una de ellas es la de madres agredidas o asesinadas.
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