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Chávarry estaba en lo cierto
Como dijo Baltasar Gracián: “El mentiroso tiene dos males: que ni cree ni es creído”. Eso le pasa al Colegio de Abogados de Lima.
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Hace unos meses, el exfiscal de la Nación (y, esperamos, muy pronto, exfiscal supremo) mintió, sin ponerse rojo, al negar que se había reunido con el infame César Hinostroza.
Cuando las pruebas dejaron claro que sí lo había hecho, el Colegio de Abogados de Lima (CAL) le abrió procedimiento de ética para inhabilitar a Chávarry como abogado por ser un mentiroso. En respuesta, el fiscal sentenció: “Imagínese si por mentir me van a inhabilitar, pues, que me disculpen mis colegas abogados, pero todos los abogados tendríamos que dejar la incorporación al Colegio de Abogados”.
¿Somos los abogados mentirosos?
La fama de mentirosos de los abogados es tan común como su vinculación con las leyes. Al célebre chiste “¿Cómo sabes que un abogado está mintiendo? Simple. Cuando está moviendo los labios” se suman infinidad de burlas que no nos dejan bien parados.
La fama de mentirosos de los abogados es tan común como su vinculación con las leyes. Al célebre chiste “¿Cómo sabes que un abogado está mintiendo? Simple. Cuando está moviendo los labios” se suman infinidad de burlas que no nos dejan bien parados.
En la película Mentiroso, mentiroso protagonizada por Jim Carrey, el personaje principal es un abogado que es condenado por el deseo de su hijo en su cumpleaños a que no pueda mentir, con lo que le es imposible hacer su trabajo. Más que una comedia, la película parece una testimonial.
Si los abogados mienten, no es extraño que el gremio que los representa también. Y ya es oficial. El Estado peruano ya ha certificado la calidad de mentiroso del CAL.
El Indecopi lo ha multado con 210 mil soles simplemente por mentir. Y además por hacerlo burdamente. Ocurrió en una investigación para determinar si los cobros que el CAL hace para incorporar nuevos abogados reflejan los costos del servicio. Dado que el CAL cumple una función pública al habilitar abogados, el acto de incorporación de nuevos abogados es un procedimiento administrativo estatal y por tanto la ley prohíbe cobrar más de lo que cuesta.
¿Y cuánto cuesta colegiarse? En grupo cuesta la “friolera” de 1,200.71 (mil doscientos con 71/100 soles) y si quieres colegiación en ceremonia individual, 2,055.
¿Cómo se puede explicar que revisar unos cuantos papeles de manera mecánica, llenar un diploma y entregar una medallita cueste tremendas cantidades? Bien fácil. Mintiendo. El CAL incluyó entre los costos para sustentar el cobro que se tomaba fotografías, videos y entregaba un álbum de la ceremonia de colegiación.
Pero el Indecopi hizo una investigación y descubrió que ninguno de esos servicios se brindaba. Si los querías, tenías que contratarlos por tu cuenta; es decir, volver a pagarlos.
De hecho, parece que obligar en un trámite administrativo a comprar fotos, videos y álbumes es, por sí solo, un exceso. Es como sacar tu brevete y que el Ministerio de Transportes te obligue a pagar una fiestecita para celebrar que ya puedes manejar. Y el que te hagan pagar la fiestecita y luego te dejen tirando cintura, ya linda con un asalto a mano armada.
Lo que ocurre es que el CAL es un cartel; es decir, una organización dirigida a limitar la competencia. Pero la combinación de cartel de profesionales acostumbrados a mentir con la entrega de una función pública es el camino más corto para crear un Frankenstein.
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