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Estación central
Entre los argumentos esgrimidos por Ositran, se indicaba que la negativa municipal podría generar penalidades para el Estado peruano –en beneficio de los concesionarios–.
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Finalmente, después de mucha controversia y ya saneado el asunto del plan de desvíos, se iniciarán las obras en la Estación Central (estación 13) del Metro de Lima y Callao. El alcalde de Lima se negó a autorizar el inicio de las obras de construcción de esta estación argumentando que las mismas ocasionarían problemas para el tránsito vehicular y afectarían a los vecinos de la zona. Especialmente si es que se podrían producir retrasos como los ocurridos en la primera fase de la construcción, que perjudicaron a los vecinos y negocios del distrito de Ate.
Tiene sentido que la autoridad metropolitana se preocupe por sus vecinos y busque evitar que sufran mayor impacto; sin embargo, en este caso no parece que la motivación real sea el bienestar de los vecinos. Por ejemplo, cada vez que el alcalde anuncia alguna obra vial de consideración –como sus absurdos 60 puentes–, no se preocupa por cómo el cierre de las calles durante esas obras podría afectar a los vecinos de los alrededores. De la misma manera, hace unos meses, cuando se empezó a evidenciar este conflicto entre Lima y el Gobierno Central con relación a la construcción de la estación central, parecía más bien que su objetivo era lograr que le aprueben obras viales a cambio de autorizar la obra.
Además, entre los argumentos esgrimidos por Ositran, se indicaba que la negativa municipal podría generar penalidades para el Estado peruano –en beneficio de los concesionarios–. Pero quizá lo más importante es lo absurdo de atrasar una obra que va a impactar positivamente en la vida de los habitantes de Lima y Callao. Por supuesto, es necesario que en el proceso constructivo se impacte en la menor medida posible a las personas y que también se compensen las afectaciones. Sin embargo, no podemos dejar de lado los enormes beneficios que una obra de esta magnitud trae a nuestra sociedad.
Por ejemplo, muchos de los viajes que se hacen ahora en colectivos y buses migrarán a usar el Metro de Lima. Esto reconfigurará enormemente los patrones de movilidad de Lima y Callao, y generará oportunidades para –de continuarse con la reforma del transporte público de buses– ofrecer conexiones eficientes, reducirse la necesidad de colectivos informales y desocupar en algo las pistas, permitiendo mayor fluidez para quienes usan vehículos, taxis y transporte público. De esa manera, la ciudad se empezará a mover mejor. Nos queda la duda en la cabeza: ¿por qué su alcalde se empeñó en obstruir antes que en resolver?
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