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(Opinión) Mariana Alegre: ¿El fin del compost?
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Aunque –quiero creer– con buenas intenciones, el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) y el Ministerio del Ambiente han metido la pata con la Resolución N° 0019-2022-OEFA/DSIS que determina que ya no es posible compostar en “áreas de zonificación residencial, comercial o recreacional”. La resolución indica que no se puede compostar en ninguna escala. Es decir, que desde ahora ya no podrán funcionar las pequeñas plantas de compostaje que colegios, municipios, viveros e incluso familias operan.
Pero dejemos claro qué es el compostaje y cuáles son sus beneficios. El compostaje es el proceso por el cual la materia orgánica se transforma en abono rico en nutrientes a través de la descomposición biológica y controlada de la materia. Si bien puede hacerse con deshechos animales y vegetales, la mayoría de las veces este se realiza solo con residuos vegetales provenientes de la cocina, de parques y jardines. El compost es una práctica antigua y que se ha puesto en vigor en los últimos tiempos con motivo de los discursos de sostenibilidad ambiental. Así, en vez de generar basura, se promueve un ciclo de reaprovechamiento y se nutre la tierra y áreas verdes con abono de alta calidad.
Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué el OEFA ha prohibido esta práctica? Pues el argumento es que, de ser mal llevado el proceso de compostaje, se generarían malos olores y se puede atraer vectores (como insectos o roedores). Para ello, se ha ordenado desmantelar la planta de compost que la Municipalidad de Lince tiene en su Vivero Municipal. Una decisión absurda pues no solo hay prácticas internacionales que garantizan la calidad de los procesos sino que incluso la propia OEFA hace monitoreo constante a este tipo de plantas para asegurar que no haya emisiones incómodas. Peor aún, utilizan como argumento principal para la prohibición una norma que regula a los rellenos sanitarios y por ello determina que no pueden existir plantas de compostaje en las zonas residenciales, comerciales o recreacionales.
Es decir, que las vecinas que con tanto esfuerzo están alimentando a niños gracias a sus ollas comunes y a sus huertos urbanos ya no podrán compostar y tampoco podremos tener miniplantas caseras donde procesemos nuestros residuos orgánicos. ¡Una tremenda tontería! Aún se está a tiempo de recapacitar y dejar sin efecto esta decisión que impacta en el medio ambiente, nos obliga a generar más residuos y además genera un costo adicional a los municipios para mantener sus viveros. Por favor, señores de la OEFA y el Minam, es momento de rectificar.
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